Apóyanos

Los muertos en Ucrania no se pueden contar

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Para medir la magnitud de una catástrofe hay algo peor que el número de cadáveres. Y es que sean tantos que resulten imposibles de contar. Pues eso es lo que ocurre en Ucrania. El propio Volodímir Zelenski me lo dijo mirándome a los ojos, a un pelo de emocionarse: «No puedo contestar cuántos héroes hemos perdido. No sabemos cuántos cadáveres de civiles hay en los territorios ocupados (más del 25% de Ucrania)». Y añadió: «Si dijera una cifra mentiría. No sabemos cuánta gente hay en los campos de concentración ni cuántos hay enterrados en Mariúpol o en los pueblecitos pequeños. En cada terreno que recuperamos encontramos fosas comunes, tumbas y cuerpos torturados en los sótanos». Yo no soy capaz de imaginar el horror o la desesperación de no saber durante meses si alguno de los tuyos está vivo. O, lo más seguro, enterrado. La palabra «muerte» o sus derivados surgieron en cualquier conversación mantenida en la capital del país invadido por Rusia durante la última semana.

La misionera dominica María Jesús me explicó en su «Casa de los niños» a las afueras de Kiev cómo un antiguo alumno suyo, en la actualidad sargento del Ejército ucraniano, ha visto morir a dos de sus equipos enteros en sendos ataques del frente de Jarkov. Oksana, una joven viuda de un abogado que se alistó voluntario, me explicó el orgullo que siente ante la tumba de su esposo en Irpin. El marido cayó en el campo de batalla en Bajmut. El cuerpo se recuperó cuatro meses después de una trinchera. Julia, profesora de lengua española en la universidad, me confesó que tiene miedo como cualquier madre al saber que su hijo de 19 años marchará en breve al frente Este. Es posible que regrese muerto, sin embargo se mostró tan preocupada como valiente. También estuve con el padre Vitali, sacerdote grecocatólico, que me reconoció pisando una fosa común en Bucha que ante los cadáveres y sus familias no puede decir nada. Tan sólo… cumplir el «sacramento» del acompañamiento. El deber de estar ahí.

Muertos, cadáveres, restos, fosas, lápidas, sótanos, civiles, rusos, ucranianos… desde Zelenski a la misionera española María Mayo todo el mundo me ha pedido lo mismo: «No os olvidéis de Ucrania». Y tienen razón. Del mismo modo convendría no olvidarse de los muertos. Ni de los que vendrán mientras dure este desastre o los que se descubrirán cuando termine.

PD: Paradojas de la vida (y de la muerte) o coincidencias del enviado especial: nuestra aventura en Ucrania comenzó en Cracovia (Polonia) a pocos kilómetros de los campos nazis de Auschwitz y Birkenau. Un par de horas después cruzamos la frontera hacia la guerra. Y no hemos dejado de escuchar las palabras «nazi», «exterminio», «campo de concentración», «ocupación» y «tortura». Solo que referidas a Putin.

Artículo publicado en el diario ABC de España

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional