OPINIÓN

«¡Los muertos de Stalingrado nos conjuran!”

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

El impacto de la derrota alemana en Stalingrado (2 de febrero de 1943) fue de tal magnitud, que el régimen nazi no pudo ocultarla y decidió informar a la población. El derrotismo y la indignación se expandió, generando dos actitudes: buscar alguna forma de resistir y evitar la total destrucción del país o incrementar la entrega fanática al vacío ideal de Adolf Hitler. El movimiento juvenil y cristiano: Weiße Rose (Rosa Blanca), lanzaría el 18 de febrero su sexto panfleto en la Universidad de Munich (una de sus frases es el título de nuestro artículo). Ese mismo día en Berlín, el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, realiza su más famoso discurso en el Sportpalast, cuyo lema fue colocado en una gran pancarta que decía: “Totaler Krieg – Kürzester Krieg» («Guerra total – Guerra más corta»). Un claro reconocimiento a la posibilidad que la Unión Soviética triunfe, generando la desaparición del Estado alemán.

El año pasado (2022) dedicamos un primer artículo a la organización de la resistencia alemana contra el nazismo, centrados en los primeros pasos del pequeño movimiento juvenil de resistencia no violenta: Weiße Rose, que existió de junio de 1942 a febrero de 1943, junto a sus bases humanistas cristianas. Desde julio hasta octubre, mientras varios miembros cumplían con el servicio militar en el Frente Oriental, los panfletos se dejaron de enviar. Pero se retornó a su distribución en diciembre, llegando a casi 10.000 panfletos repartidos en más de 10 ciudades. Se incorporaron nuevos miembros como Sophie Scholl, entre otros, y en enero ya se denominaban “Movimiento de Resistencia Alemana” con llamados a la rebelión basados en causas nacionalistas y democráticas.

La experiencia en el Frente Ruso y la participación de Estados Unidos en contra de Alemania los convencieron de que la guerra estaba perdida tal como lo afirman los claros argumentos del quinto panfleto (enero de 1943):

La guerra se acerca a su fin seguro; (…) en el Este los ejércitos están en continua retirada y en el Oeste se espera la invasión. El armamento americano no ha alcanzado todavía su punto máximo, pero ya hoy sobrepasa todo lo que conoce la Historia. Con matemática seguridad, Hitler lleva el pueblo alemán al abismo. Hitler no puede ganar la guerra, solo puede prolongarla.   

Al mismo tiempo, una vez más condenan el exterminio sistemático de otros pueblos. Y sueñan con una Alemania radicalmente distinta (federal y democrática) a la que se había venido forjando desde la tradición prusiana militarista e imperialista. Abogaban por una nación que renunciara “para siempre” a dichas tradiciones, “y donde solo la cooperación generosa de los pueblos europeos pueda sentar las bases de un nuevo comienzo”. Los principios de Europa debían de ser «la libertad de expresión, la libertad de religión y la protección del ciudadano individual de la acción arbitraria de los Estados dictadores criminales».

En su sexto panfleto desde sus primeras palabras reconocen el trauma que generó la derrota de Stalingrado, al decir: “Nuestro pueblo se encuentra conmocionado por el hundimiento de los hombres en Stalingrado. 330.000 hombres alemanes han sido abocados a la muerte, sin sentido e irresponsablemente, por la genial estrategia del cabo de la Guerra Mundial [Hitler]”. Y más adelante se inspiran –al igual que Goebbels ese mismo día– en el ejemplo de lucha nacionalista alemana en contra “del terror napoleónico de 1813”.

Si la Rosa Blanca equipara un dictador con otro cómo sería lo evidente al inspirarse en la resistencia contra Napoleón, en el caso de Gooebels se refiere a un invasor extranjero: en el pasado Francia ahora la Rusia bolchevique. El terror al comunismo que estaba en el origen del nazismo volvía, pero a la vieja amenaza se le sumaba la clara posibilidad de una ocupación soviética. Goebbels supo que este miedo podía consolidar la unión del nazismo con el pueblo alemán, y lograr la lucha fanática por la supervivencia en una guerra total. Dos visiones radicalmente distintas ¡y paradójicamente el mismo día!

En la película Sophie Scholl. Die letzten tage (Marc Rothermud, 2005) se recrea la escena en la que Sophie lanza los panfletos sobrantes al aire desde los pisos superiores al atrio de la Universidad de Munich. Lamentablemente los vio un bedel: Jakob Schmidt, que los delató de inmediato y fueron capturados. Muy probablemente los hermanos Scholl se sintieron animados por el ambiente que había generado la derrota en Stalingrado. En las semanas anteriores se escenificaron protestas por las ofensivas declaraciones del gauletier de la región en contra de las jóvenes; y la Rosa Blanca había realizado grafitis con los lemas de “¡Abajo Hitler!” y “¡Libertad!”

Los miembros de la Rosa Blanca eran conscientes de que la maquinaria nazi de ideologización, propaganda y terror hacía que el pueblo alemán “no pudiera ni ver ni oír; y cegado siguiera a sus seductores a la perdición”. De igual forma le exigía a la sociedad que “rompieran el manto de la indiferencia que rodeaba su corazón”. La captura de los hermanos Scholl, la posterior desarticulación del movimiento, y su rápido juicio seguramente consolidaron el miedo. Pocos se atrevieron a seguir la estrategia de la protesta pacífica, aunque en lo que quedaba de guerra algunos resistieron de diversas formas pero nunca con un hecho de armas contundente como un levantamiento; salvo las decenas de atentados que se le hicieron a Hitler. En 2024, Dios mediante, cuando se cumpla el 80 aniversario del más importante de ellos esperamos dedicarles dos entradas. La semana que viene concluiremos esta breve serie sobre el impacto de Stalingrado en Alemania, con el rápido juicio a la Rosa Blanca y los preparativos del régimen nazi para la “guerra total”.