OPINIÓN

Los movimientos raros de Pablo Aure

por William Anseume William Anseume

 

Si algo debe calibrar en su actuación quien se dedica a enseñar es la prudencia. Por eso no cualquiera está llamado a ejercer la docencia, en ninguno de sus niveles, aunque el régimen actual con su desprecio por la educación indique, hasta legalmente, otra cosa. Con dolor, con pena, con profunda tristeza, y hasta arrechera, debo decirlo, he visto un video deplorable, fechado el día 9 de este mes, en el que una persona cercana, con quien he hablado no pocas veces de problemáticas como los presos políticos, un perseguido en su momento, alguien a quien respetaba, que detenta en lucha el cargo de secretario de la Universidad de Carabobo, manifiesta abiertamente su homofobia ante unos adolescentes, estudiantes de bachillerato, con los que «conversaba».

Has debido, Pablo Aure, haber consultado, como corresponde a un profesor, el pensamiento de los presentes que se reían plenamente ante tus malsonantes comentarios contra la comunidad gay. No, Pablo. Lo digo abiertamente, como lo hiciste. La naturaleza no nos hace solamente  hombres y mujeres. Eso sería absurdamente elemental. Antinatura. La vida nos da libertad y uno, como en las votaciones, porque tú eres, además, un político, elige. Y si dos personas se gustan y se quieren, si se desean y se aman, están en su derecho natural de juntarse como quieran. Como en la propiedad privada, uno hace con lo suyo lo que quiere. Desgraciadamente, la unión entre homosexuales no está garantizada por la ley en Venezuela. País que se ha mostrado en eso tan retrógrado como te exhibiste con tus palabras ante los jóvenes. En el mundo, para tu conocimiento desprevenido, existen cerca de cuarenta países que han aceptado la unión entre parejas del mismo sexo. La humanidad desde sus orígenes ha convivido con la homosexualidad, así haya períodos en los que la aceptación del otro, diferente, haya sido mínima. ¿Has pensado acaso en los antiguos griegos? ¿Leíste La historia de la sexualidad?

Pero no basta con esto. Las libertades humanas están reconocidas por la Organización de Naciones Unidas, desde donde se trabaja intensamente para doblegar a quienes, como tú, se oponen a esas libertades. La libertad, mientras no estorbe la vida de otros, no es selectiva. Debe ser plena. No puede ocurrir que exista para unos asuntos sí, mientras para otros no. No puede haber libertad política, esa por la que luchas, sin libertad sexual. Y hay más, Pablo, discriminar al otro es repudiable. La discriminación está taxativamente cuestionada y repelida por los derechos humanos y nuestra Constitución. Los demás, aunque no te luzca, las minorías, aunque no lo aceptes, tienen, tenemos, derechos que deben ser garantizados. Que deben ser reconocidos cuanto antes. No puede ser coherente un individuo libertario en lo político que discrimina impunemente en lo social. ¿No te parece cuando menos disonante? Tus palabras fueron ofensivas para un porcentaje importante de la población, al que atacaste sin contemplación alguna, gratuitamente, además. No creo que nadie de la comunidad gay en el país esté dispuesto a causarte algún perjuicio. Mucho menos que lo haya hecho. Te pido que rectifiques. Como ciudadano, te exijo que rectifiques tus despiadadas, tus hirientes palabras.

Vayamos a la familia. ¿Sabías, Pablo, que hay familias, muchas familias que cuentan en su haber con fabulosas personas de la colectividad LGBTQ+?  No son, no somos, bichos raros. Son, somos, seres humanos que piensan, pensamos, y actúan, actuamos, diferente a la concepción «tradicional» de lo familiar. ¿Sabías que hay familias de homosexuales que conviven, se respetan y son respetables, Pablo? Sí. Aquí en el país. ¿En qué estorba para la dinámica familiar un miembro gay? Seres humanos que sufren y padecen las consecuencias de personas que los repelen y los insultan y los maltratan, y los apartan por un discurso como el tuyo, privilegiado, además, por el rizo de la academia. Por un discurso político, legal, que impide su desarrollo como seres pensantes y actuantes. En un país repleto de hipocresía. ¿Has conocido de cerca algún gay, Pablo? ¿Sin insultarlo, sin ofenderlo, sin maltratarlo? ¿Sin vejarlo de palabra o acción? ¿Sabes la abundancia del mundo gay en Valencia, en Carabobo? Tus palabras han sido humillantes para muchas personas. No sólo para los adolescentes que se reían ese día en atención a una comiquita de la prehistoria.

Te solicito rectificar tus palabras, tu pensamiento. Considero que esos muchachos y la comunidad gay del país y del mundo, aparte de merecer respeto y consideración de tu parte, merecen una disculpa pública, cuanto antes. El bochorno de ese día, publicado en redes, debe ser recompuesto. En honor de múltiples seres humanos que han sufrido, sufren, la discriminación y la persecución, en honor a quienes luchamos en Venezuela por los derechos humanos y políticos de un sector, que puede ser minúsculo, de la población, pero no menos importante. En honor de la política libertaria que profesas. ¿Sabes que los rusos coinciden contigo? No los rusos. Los secuestradores rusos del poder, encabezados por Putin. ¿Sabes de países fundamentalistas que matan en la vía pública a seres humanos por ejercer sus libertades sexuales? No te veo en ese campo, Pablo. En fin. No sólo hay hombres y mujeres. Aunque no lo quieras ver, existen, existimos, quienes, con rebeldía nos oponemos incluso a las clasificaciones. Existen, existimos, seres humanos, sensibles, convivientes, expuestos, a la discriminación y a la homofobia de quienes pretenden apartar o considerar inexistente lo que está a la vista, al tacto diario. No son, no somos escoria social ni política, Pablo. No es necesario ser un científico para dar cuenta de esa observación. Un abrazo. Aunque te resulte, ahora, repugnante.