El candidato de la ultraizquierda colombiana Gustavo Petro tiene su morral lleno de propuestas para optar al cargo de presidente de su país. Las anda trajinando ante los colombianos desde el año 2018 y las va manejando al ritmo de los tiempos y según sople el viento.
Para expresarlo en términos muy básicos, está proponiendo producir una migración desde lo que Colombia es hoy, hacia un país con vocación extractiva que disponga, por fin, de una economía productiva. En ello insiste y suena muy bien a los oídos de cualquiera, por su razonabilidad. Pero su ideario resulta ser una fenomenal ensalada de medidas inconexas, pero de buena apariencia, dirigidas a los ciudadanos de un país desgastado, descontento, con una desigualdad social monumental. Escuchar el verbo del candidato al referirse a estos temas hace creer al poco letrado en las materias económicas y globales –los que además son la mayoría del electorado– que, en efecto, sus asesores lo han ubicado en la senda de una transformación positiva para Colombia.
En su “lista de mercado” en el terreno de lo económico, hay instrumentos pensados para todos: los liberales, los intervencionistas, los extremistas, los nacionalistas, los de izquierda y los de derecha, pobres y ricos. Y, por supuesto, dentro del mismo orden de ideas, su agenda cuenta con reformas en el tema de salud y educación.
El inventario de medidas es tan prolijo como inusitado y grandilocuente.¿Ejemplos?: Eliminación de exenciones tributarias no necesarias, compra de inmensas extensiones de tierras ociosas –no expropiación– con títulos de la deuda pública, universalidad del sistema de pensiones y posibilidad del aporte voluntario, transformación del salario mínimo en un salario real basado en el capital e ingresos, la “priorización del mercado” y un tributo a las remesas, entre muchas otras.
La falta de cuentas para desarrollar estas tareas, lo que reflejan es el desentendimiento proverbial de esta aspirante a presidente en lo atinente a la manera en que se acometerán sus objetivos. Ningún gobierno emprende proyecto alguno en cualquier país sin tener en su haber, para ser usada con entera libertad,una gran mochila de dinero. A este individuo ello lo tiene sin cuidado. Los comunistas no se pasean por ese tipo de nimiedades que tienen que ver con el imperativo de conseguir la lana y se quedan en los buenos deseos.
Para atener a uno solo de estos objetivos, que no son precisamente del género modesto, el candidato de Colombia Humana deberá meterle la mano en el bolsillo a los empobrecidos compatriotas por la vía de mayores cargas impositivas. Le tocará incrementar sustancialmente la deuda de la colombianidad y no le quedará otra que dedicarse a imprimir dinero inorgánico con la consecuente inflación que quedará como efecto residual. La calidad de vida de los colombianos se verá sensiblemente afectada y, sobre todo, se impactará la de aquellos que más requieren un mejoramiento en sus condiciones de subsistencia.
Si su gestión como hombre público hubiera sido razonablemente buena no habría tanto motivo de desvelos, pero lo que este hombre ha dejado como ejecutoria a su paso por la Alcaldía de Bogotá deja mucho que desear. Alli también las propuestas en el terreno de construcción de viviendas, línea de metro, metrocable, Transmilenio, colegios, jardines infantiles, universidades se quedaron en promesas. No hay sino que pasar la mirada sobre el informe de la Contraloría sobre sus obras inconclusas para entender por qué la ciudad capital quedó ahogada en deudas.
Así que a todo el que esté pensando que la opción de Petro es la que puede enderezar la economía del país colombiano y devolverle el dinamismo perdido, debería darle algo de consideración a la configuración y al detalle de sus promesas. No solo tendría que hacer magia para cumplir con ellas, debería ejecutar verdaderos milagros.
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