“He aquí el libro más violento de la literatura contemporánea; pero de una violencia hermosa y regeneradora. Quien no haya leído Heliogábalo, no ha logrado alcanzar el fondo mismo de nuestra literatura salvaje”.
(Le Clézio)
La ira es un impulso reactivo, una baja pasión, la podríamos definir como una desviación en los hábitos modeladores del carácter, es un azote para las relaciones entre las personas, pero como los vicios pueden entronizarse en políticas de Estado y formas de ejercer el poder, no debe causarnos estupor que la irascibilidad sea uno de los muchos vicios que acompañan a las sociedades hacia el camino de la sumisión y del terror; sin embargo, la ira es el locus fundamental desde el cual se plantea al odio devenido extremismo, que se aleja cada vez más de la justa mesura.
La irascibilidad tiende a ser respondida con mayor carga de odio y de rencor, con más extremismo, de esta manera se logra tributar al amo, se consigue hacerse visible frente a quien la ejerce para asumir un poder extremo, que satisface oscuros intereses, no hay en la irascibilidad un silencio para la reflexión y menos para la racionalidad, es la irascibilidad una enemiga connatural de la filosofía y del entendimiento de una conciencia profunda del ser, por tanto, sus resultados y formas parecen ser, y de hecho son, torvos, inmediatos y desde luego, cortoplacistas, no hay paz en la ira, aunque desde sus proxemias se puedan recibir pingues beneficios, preciados tesoros, y formas de vida incompatibles con las realidades medias, formas de vida sultánica, y sobre el tema de los sultanatos hablaremos en el desarrollo de esta columna quincenal, la cual se asemeja cada vez más, a la bitácora de una nave condenada al naufragio.
Antonín Artaud, el poeta francés, autor de una de las más violentas obras de la literatura universal Heliogábalo o el anarquista coronado, puede servirnos de descriptor para estos complejos momentos que se atraviesan en la historia de este expaís, saqueado, vejado, tiranizado y violentado en una “cuna de esperma” (Artaud, A., 2014), en la cual somos envilecidos y maculados hasta el punto de la deshumanización; desde la cuna en la cual se procrea sin saberse la filiación a aquel anarquista descrito desde el teatro de la crueldad por Antonín Artaud, hasta la cloaca que le sirvió de tumba luego que tanta suma de ira y de violencia se revirtiera hacia el mismo, es una clara lección del curso sinuoso que traza Clío, en ese implacable papiro, la historia para Giambattista Vico era “corsi e ricorsi”, ir y venir, y así idéntico es el mal, la perversidad y la irascibilidad convertidas en política de Estado. La bárbara ritornata hacia el origen del vicio, de la cloaca a la “cuna de esperma” (Artaud, A., 2014)
En la obra cruel y violentamente excelsa de Artaud, encontramos cómo la irascibilidad, la anarquía y el mal terminan alimentando a los manes (dioses del infierno), creando cada vez más entropía, más anarquía y ruido que ensordece, que impide la audición de la razón y por ende, del pensamiento válido, no pueden generar otro resultado distinto que no sea el cadalso, la venganza y la violencia exacerbada, así se extrae de la opinión del autor de Heliogábalo o el anarquista coronado, quien describe la vida de este personaje y que a continuación se expone:
“En mi opinión la vida de Heliogábalo es el ejemplo tipo de esta clase de disociación de principios; y es la imagen en pie —y llevada al más alto grado de la manía religiosa, de la aberración y de la locura lúcida— la imagen de todas las contradicciones humanas, y de la contradicción en el principio, lo que yo he querido describir de él.” (Artaud, A., 2014)
Lo descrito por Artaud es un caso de disociación en el ejercicio del poder, estos casos fueron analizados por la psicóloga chilena Silvana Santoro, para quien la locura moral era un caso puntual de insania mental, en la cual el afectado no reconoce que está fuera de la realidad, se sobrevalora y piensa que es una suerte de divinidad que se encuentra por encima del bien y del mal, son individuos que no manejan sus emociones y tienden a presentar estallidos de irascibilidad que determinan su carácter y accionar hacia los demás, pueden hacer daño y lastimar, pero presentan anestesia de los sentimientos de alteridad, no desarrollan empatía, y allí volvemos hacia el proceder de la ira, la cual se tributa con más ira y más crueldad, envolviendo a todo el entorno, inclusive al cercano, en una suerte de estado de sospecha o alarma constante.
Finalmente, hemos visto el escándalo de corrupción de esta tiranía, en la cual fueron unos enjuiciados y otros absueltos, en una clara demostración del caris inmisericorde de esta hegemonía, que debería alertar a sus colaboradores y nuevos cooperantes del riesgo que corren al incurrir en proxemias con el mal. La denuncia de la vida de sultanes fue esgrimida por el administrador de la justicia revolucionaria, justamente el punto central de la supuesta recuperación económica subyace en la vida de sultanes que se dan los jerarcas de este régimen y quienes ellos permiten tener acceso a esos lujos prohibidos, para toda una sociedad defenestrada hacia la miseria, esa es la razón de ser del espectáculo bochornoso de la noche de las bragas naranjas, esa es, sin lugar a dudas, la versión tropical y tercermundista de la noche de las dagas de este cruel e inmisericorde émulo del III Reich.
“Así termina Heliogábalo, sin inscripción y sin tumba, pero con atroces funerales”
Antonin Artaud