Ahora, como si faltara una ocurrencia más, López Obrador nos confiesa que va a considerar la posibilidad de traer a México a un número indeterminado de médicos cubanos, especialistas en terapia intensiva. Tengo poco que agregar a la excelente reflexión de Octavio Gómez Dantés, ¿Qué son las brigadas de médicos cubanos? subida a Nexos.com.mx esta semana. El especialista describe con lujo de detalles la historia de las misiones médicas castristas, que se remontan a la Guerra de Angola en los años setenta, y que se han extendido a decenas de países: Argelia, Angola, Nicaragua, Venezuela, Suráfrica, Bolivia, Brasil, Guatemala y ahora, en plena pandemia, a Italia.
El autor describe la evolución del proceso, y cómo fue mutando de una “misión internacionalista” a un negocio, que hoy constituye la principal fuente de divisas de la isla: 11 500 millones de dólares, aunque The Economist en su reportaje «Mercy and Money» cita esta semana una cifra menor, pero igual enorme -casi la mitad de las exportaciones. Gómez Dantés y The Economist enumeran las características del mecanismo: el gobierno cubano le cobra al gobierno del país destinatario una suma exorbitante -55.000 dólares al año por médico en el caso de Portugal- y le paga una miseria de sueldo al médico en el terreno. Además, parte de esa miseria se le retiene en Cuba hasta su regreso; no puede llevar a su familia, y es vigilado constantemente por los “jurídicos”, es decir, los comisarios políticos que acompañan a las brigadas médicas para vigilar que “se porten bien”.
Tres preguntas a López Obrador surgen de estas dos publicaciones. En primer lugar, ¿hay escasez de médicos mexicanos, y es necesario el apoyo de los cubanos? Segunda: ¿se aceptará la violación de derechos humanos que implican sus condiciones de trabajo? Y en tercer término ¿se aceptará la llegada de “miembros del aparato de seguridad cubano que suelen formar parte de esas misiones?”
Yo agregaría dos interrogantes adicionales. Primero, he escuchado o leído que en todo caso los médicos cubanos funcionan en lo que se llama atención de primer nivel, quizás el equivalente de los “médicos descalzos” de Mao en los años sesenta. La terapia intensiva exige una tecnología y experiencia en la utilización de la misma que la medicina cubana simplemente no posee, si se quiere por culpa del “imperialismo”, pero igual carece de ellas. ¿Para eso los quiere López Obrador?
Segundo, y sobre todo, existe un pequeño problema que se llama Estados Unidos. De varias fuentes, principalmente en Washington, tengo entendido que el gobierno de Trump, desde tiempo atrás, le hizo saber al régimen mexicano dos cosas. Por un lado, no les molestaban sus coqueteos o amistades con Venezuela, Cuba, antes Bolivia, Nicaragua, etc. Si Yeidckol o Ebrard quieren ir a comer a La Habana cada semana, allá ellos. Ni lo de Evo Morales, en esta versión, provocó perturbaciones.
Pero petróleo mexicano subsidiado para Cuba, o médicos cubanos en México, ni yendo a bailar al Tropicana. Lo del petróleo afortunadamente no viene al caso; ni tenemos, y además, no vale la pena subsidiar hoy un producto cuyo precio está por los suelos. Lo de los médicos, en cambio, sí importa, tanto por las simpatías evidentes de una parte de la 4T por el régimen cubano, en aprietos mucho mayores que México hoy, como por la aparente oferta insuficiente de médicos mexicanos para enfrentar la pandemia.
Ha pasado la época en que el verdadero jefe del empresariado mexicano era el embajador de Estados Unidos. John Gavin tal vez fue el último de los mohicanos. Pero dada la importancia que Washington le otorga a dicho tema, a diferencia de otros de esta naturaleza, no descarto que el amigo Landau lleve a cabo algunas llamadas telefónicas con los integrantes del Consejo Mexicano de Negocios o del CCE para explicarles en qué consiste una línea roja en los tiempos de Trump. Con todo y coronavirus.