Si algunas palabras retratan el grado crítico en el que se encuentra el sector opositor, perteneciente al oficialismo interino, son las que recojo en un tweet de Andrés Caleca. Cito: “Esta aparición fulgurante de precandidatos sin unidad opositora, sin organización ni mensaje común, con inhabilitados, presos, exiliados, partidos confiscados, precarias condiciones electorales, etc., etc., es una fantasía. Pastorear nubes no conduce absolutamente a nada”. Sin desperdicio, sobre todo cuando en un acto que entiendo ajeno a la autoría de Andrés a alguien se le ocurrió sugerirlo como candidato opositor.
Viene a cuento aquello de la botella vacía. Y no es un decir: en los etcéteras del tweet, cabría el señalamiento de muchos otros aspectos que harían nugatoria la unidad de pensamiento y acción de la oposición venezolana y, en consecuencia, causarían la inviabilidad de propósitos y objetivos. Para que la ansiada unidad sea efectiva tiene que ser afectiva. La unidad del gentilicio, familiar, gremial, religiosa y en los círculos de amistad, son algunas de las formas en las que se muestran cánones y reglas en las que el sustrato personal es el elemento fundamental de cohesión para el logro de los fines comunes que se proponen. No en balde, el particular interés del régimen en implosionar los naturales valores y nexos en este tipo de instituciones y en desarticular en sus derechos políticos al ciudadano.
La rebelión civil de la que nos habla Caleca, en su buen artículo “Entre la Nación y sus verdugos”, no podrá darse en la medida que nuestra clase política no asuma sus “errores” con propósitos reales de enmienda. Como lo señala: “El régimen se mantiene por la inercia que genera la inexistencia de una fuerza política capaz de disputarle el poder”. Dejaron arrebatarse la agenda política por una errónea lectura de los acontecimientos que en algún momento la catapultó a su protagonismo. El zigzagueo parecía un culipandeo en su “a veces sí, a veces no” del compromiso electoral de turno. Desde 2015, han pasado siete años de errores y complicidades que son muestra inequívoca de su fracaso.
Esto ha llevado a esa misma clase política a ver mermado su capital político no solo dentro del país sino también en el exterior. El no haber sido consecuentes en su lucha también contribuyó a que las expectativas puestas en ese liderazgo desaparecieran y por ende empujara a muchos venezolanos decepcionados a formar parte de lo que es hoy una de las mayores diásporas cuantitativas y cualitativas del mundo. Tienen nuestros connacionales todo el derecho de sufragar y deben ejercerlo, pero no sería del todo cierto que la actual dirigencia opositora, que está dentro y fuera del país, tenga amarrados los votos que cree tener. Tenemos que darle a esos venezolanos la opción de hacerlo por un verdadero liderazgo.
Por si lo dicho fuese poco, la trascendencia que la dirigencia opositora atribuye al diálogo no se corresponde con lo que se deduce de los hechos. Manifestar: “El proceso de negociación es una herramienta para llegar a los acuerdos, la final intención de tener una negociación integral, un acuerdo integral. Un pacto o acuerdo de convivencia democrática”, ha causado la natural indignación de los venezolanos; saben que los hechos indican que el régimen no se siente compelido (y por tanto es refractario) a un diálogo que asumen inoficioso e inofensivo a sus intereses fijados para el cada día más cercano 2024.
Los encontrados intereses de los asistentes al diálogo en México atentan contra la viabilidad de los objetivos y propósitos de quienes dicen representar a la oposición venezolana. A esto habría que añadir el lógico fuego cruzado de aquellos quienes se consideran inexplicablemente marginados y de aquellos quienes no comulgan con su pertinencia. Resumiendo, es todo un asunto espinoso.
Importante a estos efectos, es lo que acontece con los dos factores más importantes en el devenir internacional: Estados Unidos y la Unión Europea. Con algunas diferencias, tienen ambas la común decisión de respaldar el diálogo. Mientras lo esencial de la posición de la UE es el planteamiento de un acompañamiento externo, Estados Unidos lo enfoca en el ámbito de las sanciones.
Con el transcurrir del tiempo, ambos factores, de una u otra forma, han venido cejando en sus posiciones. El endurecimiento en el mantenimiento de las medidas sancionatorias de los estadounidenses, ha sido permeado mediante acercamientos y una oblicua negociación con Chevron en el ámbito petrolero. No descartamos un good will compartido.
Por su lado, el representante de la UE, Dochao Moreno, reivindica la presencia de la Misión de Observación Electoral en las elecciones de gobernadores, y lanza una perla cuando indica que la Unión Europea “entendió la necesidad de potenciar las relaciones diplomáticas con Caracas porque de esta forma se ayuda a potenciar que hayan elecciones más libres e iguales”.
Pareciera que por esa ambigüedad en los planteamientos de esos dos factores determinantes, decaerá el discurso opositor con el transcurrir del tiempo ante el seguro evento electoral de 2024.
Lo que sí queda claro es que esa cartelizada dirigencia opositora, mariscales del fracaso, ensimismados en la autodenominada Plataforma Unitaria, en vez de estar lanzando a diestra y siniestra sus endógenas candidaturas, debería dar un paso al lado y permitir que un real liderazgo, capaz, con brío y coraje, pueda provocar esa rebelión civil contra la autocracia y por la conquista de la democracia y la libertad de la que nos habla Caleca.
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