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Los jóvenes se derechizan, ¿y?

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El fenómeno de Javier Milei en Argentina no es una casualidad. Como tampoco es el triunfo de Noboa en Ecuador, la popularidad de  Bukele en El Salvador, el desplome de Gustavo Petro en las encuestas o el resultado electoral de las regionales en Colombia donde la izquierda perdió las principales ciudades y sufrió una estruendosa derrota.

Una encuesta elaborada en Colombia por El Tiempo, la Universidad del Rosario y la Fundación Hanns Seidel en el 2021 daba como resultado que el 65% de los jóvenes entre los 18 y los 32 años era de centro, 28% de izquierda y 7% de derecha. Dos años después  la misma encuesta mostraba unos resultados muy distintos. El centro perdía 21 puntos, sólo el 44% se declaraba de ese sector ideológico; la izquierda perdía 9 puntos, quedó en 19%; y la derecha ganaba 30 puntos, un 37% de los jóvenes se declararon afines a esa postura.

Un cambio tan dramático en tan solo dos años habla de lo voluble que es la opinión pública en especial la de los jóvenes, y su poco arraigo con partidos y movimientos que los acogen. Son mucho más independientes, menos ideológicos y el discurso de Petro no se lo comen, y por lo tanto los espanta. Nada distinto explicaría ese salto tan grande en esta encuesta.

Lo que sí sienten los jóvenes de hoy es la inseguridad que ha crecido a lo largo y ancho del continente. Países tranquilos como ChileEcuador o Argentina hoy no lo son y la criminalidad crece sin freno producto del negocio del narcotráfico, del lavado y sobre todo del microtráfico que se toma las ciudades de un continente que, además de ser productor y exportador, ahora es consumidor.

En el caso de Colombia el desastre en materia de seguridad que dejó el pasado gobierno y que se ha acrecentado de manera brutal en este –con apoyo además del gobierno a muchas de las organizaciones criminales– explica en parte el resultado de esta encuesta.

Igualmente los jóvenes que no tragan entero enfrentan la inquietud del mercado laboral, pero con una mirada distinta a la de hace 20 o 30 años que es la que Petro y sus amigos con esa nostalgia del ‘mamertismo’ sesentero quieren imponer. No en vano Petro no entendió cuando los jóvenes de Rappi rodearon el Congreso y la casa de Nariño cuando presentaron la reforma laboral el año pasado que acababa con su trabajo. “Víctimas del esclavismo”, les dijo Petro lo que muestra su desconexión con el joven de hoy.

El joven hoy no se apega a nada. Es mucho más emprendedor, quiere manejar sus horas de trabajo y su lugar de trabajo. Quiere tener libertad para moverse. El trabajo de 8 a 5 no le interesa pero ese el modelo que la izquierda le quiere imponer pues su visión es la misma a la de hace 50 años. Su mirada económica no ha evolucionado.

Esa mezcla de ortodoxia estatista económica que sumada a la corrupción flagrante llevó a Argentina y a Venezuela a la quiebra económica. Por el mismo camino van Colombia, Nicaragua y si no fuera por el tratado de libre comercio de México con Estados Unidos este país estaría incluido en la lista.

Es la gran oportunidad de la derecha. Que la verdad también ha dejado mucho que desear. Con excepción de Alvaro Uribe que transformó a Colombia, la evitó irse al abismo y tuvo como prioridad la seguridad y el empleo, poco se puede decir de gobernantes como Piñera, Macri o Bolsonaro para solo mencionar algunos. No en vano la izquierda ha buscado destruir a Uribe pues es el único símbolo de la derecha que es aceptado por todos como ejemplo a seguir.

Lo de Milei en Argentina –si gana– va a ser un experimento muy complicado, pues la izquierda ‘mamerta’ dejó a Argentina quebrada y para que se comience a enderezar el rumbo mucho dolor económico van a sentir los argentinos. Ahí veremos que tan firme es esa derechización de la juventud y de la sociedad en general. ¿Aguantarán el sacrificio de hoy para el beneficio de mañana? Veremos.

Argentina es un caso extremo pues la crisis es brutal. En los otros países la consolidación de esta derecha requiere una política de seguridad firme y con resultados. De alguna manera lo de Bukele muestra un camino. El ciudadano quiere seguridad a toda costa y eso sí está dispuesto a hacer sacrificios en libertades y en impuestos para financiar la seguridad si esta tiene resultados. Que la izquierda siga poniendo impuestos a los alimentos mientras la derecha al quitarlos puede buscar otras fuentes para financiar la seguridad.

La derecha tiene que ser coherente además. Si algo aterra a ese joven que se mueve en ese sentido ideológico es el discurso del aborto y de la religión. La derecha no debe imponer sus valores pues ahí hace lo mismo que esa izquierda ‘woke’ que nos quiere imponer su visión de la historia, de género y de tantos otros temas. Debe ser coherente frente al poder de la decisión del individuo. No darle esa libertad en unos casos y no en otros.

El discurso de seguridad, empleo moderno e incentivos para el emprendimiento no es suficiente. Hay que tender puentes con el centro y el centro izquierda si se quiere consolidar una gobernabilidad de largo plazo. De nuevo, repito en esta columna, la concertación de Chile con énfasis en unos valores innegociables es un ejemplo a seguir para evitar esa división con la que cuenta la izquierda para gobernar. Petro en Bogotá fue un ejemplo y Pedro Sánchez en España es otro. Venden hasta la mamá para gobernar, como lo hace Sánchez con los independentistas catalanes y vascos, y luego de elegidos todos contentos.

Llegó la hora de #enderecharelcamino. Sin temor pero sin triunfalismo. Con sensatez y sin excluir. Es la gran oportunidad de la derecha.

Artículo publicado en La Silla Rota

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