Nadie sabrá jamás quiénes fueron los primeros https://es.khanacademy.org/science/biologia-pe-pre-u/x512768f0ece18a57:evolucion/x512768f0ece18a57:evolucion-humana-el-origen-del-hombre/a/evolucin-humana-el-origen-del-homo-sapiens que iniciaron una forma de comunicación para desenvolverse en condiciones de supervivencia extrema [glaciaciones, descongelamientos, inundaciones, sequías]
Nuestros predecesores prehistóricos eran nómadas. Tenían, inevitablemente, que desplazarse de un territorio en el cual hallaban condiciones climáticas óptimas para asentarse hacia otros desconocidos. La ferocidad de la naturaleza logró que su cerebro evolucionara mediante la observación, experimentación y conocimientos apriorísticos producto de la temeraria imaginación de pocos individuos. Los movidos por la tragedia e inmediatismo existencialista siempre buscaron entre sus iguales alguien intelectualmente superior que los guiara o persuadiera qué hacer frente a las vicisitudes que le deparaba la existencia.
Era menester comunicarse y lo hicieron con señas. Empero, les urgía crear un lenguaje que gradualmente pudieran enseñar y registrar. La consumación del cientifismo fue irrecusable con la irrupción de ideografías. Los arrogantes debutaron en el mundo posterior a la estabilización de fenomenologías climáticas que permitieron ocupaciones duraderas demarcadas con el recurso de la violencia y fijaron fronteras. Las localidades eran enclaves que proyectarían tribalmente el concepto de nación. Y no lo hicieron hablándonos de «protolenguaje» [tumulto lexical] porque, según ellos, está viciado de nulidad epistemológica por su carencia de «estructuralismo».
Ha sido imposible legitimar la tesis de la «monogénesis». En cambio, la «filogénesis» impera todavía por su estirpe evolutiva. Qué importancia tiene tanta «discordiatoxis» académica cuando los espejos los espejos nos traicionan bajo los efectos de la vanidad.
El hombre anunciaba al prójimo que lo golpearía con fines humanitarios, viéndolo enloquecer de ambición e insolencia. Nos congregaríamos con fines destructivos más que fraternos. Uno entre los primeros dioses que el trascendentalismo inmortalizó fue Quetzalcóatl (quetzal – ave emplumada color esmeralda y coatl o serpiente, 1.200 d. C. Pronunciación: pron. Quet-zal-co-at o keh-tzal-coh-atl,)
Los ahora autocalificados «seres humanos» se amontonan pero intimidándose unos a otros. En la postmodernidad, al jefe de pandillas lo llaman «pran» y los intelectuales somos el enemigo u objetivo principal de una guerra sinsentido emprendida por lo inmemorial bélico (desde el pleistoceno, 315 mil a. a., bajo sospecha histórica)
Deploro que nos hubiéramos estancado en los aciagos tiempos de primate y no por el aspecto que exhibieron, lo advierto. No soy racista ni redentor de imbéciles querellándose por ridiculeces de origen genético, el ADN excrementado con tesis absurdas respecto a pureza. La fetidez de la superioridad por la apariencia física se olfatea en la inmensidad y redondez de Terraco [así aparece mencionado nuestro planeta en una de mis novelas: https://archive.org/details/desahuciados-novela-de-j.-ure-revisio-n-2021]
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