A medida que pasan los días el panorama del país se convierte en un verdadero festival de escenarios, todos verdaderamente impredecibles. Ninguno se preveía meses atrás. La sobreoferta electoral está compuesta de elementos que distorsionan la configuración real de una contienda seria, como se llevaría y realizaría en cualquier país del mundo donde exista división de poderes y una democracia plena.
El oficialismo se estaba sintiendo cómodo por los resultados de su trabajo divisionista, que fue ejecutado en los últimos años utilizando las herramientas judiciales y los recursos del Estado para cautivar y complacer las debilidades de cientos de dirigentes que profanaron las esperanzas del pueblo opositor. Así dio vida al régimen decadente que hoy vive su peor momento desde que se implantó la revolución bolicorrupta que llevó a la nación a convertirse en uno de los países más pobres del mundo, pero con los gobernantes y sus familiares más ricos y famosos del planeta.
La mayoría de las principales figuras de esta revolución tienen grandes propiedades en el exterior, en paraísos fiscales, en países complacientes en recibir dineros mal habidos, en empresas fantasmas, variadas formas de ocultar el desfalco a la nación. Otros están presos por demostrárseles delitos de diferente índole: lavado de dinero, narcotráfico, terrorismo, corrupción… Esos son los grandes referentes que los venezolanos tenemos como gobernantes en las últimas décadas. Los niveles de corrupción son de tal magnitud que les tocó desmantelar una gran mafia en su propio territorio, donde el daño patrimonial ha sido descomunal e incalculable, lo que sumado al daño ético y moral desvanece la maldición de la quinta república que llevó al sufrimiento extremo a la familia venezolana.
Ante esta realidad que ha hecho naufragar el socialismo del siglo XXI y deja en evidencia el manejo doloso del Estado, lo que se cataloga como oposición al régimen en medio de la diversidad vive momentos de descontrol emocional. Esa que llamo sobreoferta electoral es espasmódica y esquizofrénica en su planteamiento. Pareciera que ningún sector ha logrado evaluar las condiciones actuales, los escenarios políticos planteados, dejando espacio para otros que se gestan y están por venir. El pueblo venezolano está en condiciones de rectificar su posición asumida por inducción de muchos de los abstencionistas del pasado. A lo largo y ancho del país y del mundo los ciudadanos esperan y demandan una conducción seria del momento, un compromiso de unidad nacional que todos los días es torpedeado por quienes pretenden conducir el país y prometen la reconstrucción de Venezuela.
Quizás hay quien no se ha dado cuenta, pero la Conferencia Episcopal, que siempre emitía opinión política y daba signos de mostrar un camino, hoy guarda silencio ante la indefinición de los sectores políticos que no compiten, se confrontan. La mayoría de ellos cargan en sus hombros un alto índice de rechazo y otros de descrédito, y generan desencanto y desconfianza en la gente.
Los sectores empresariales siempre presentes en estos eventos trascendentales actúan divididos, cuando antes mantenían una línea dura para brindar eficazmente un respaldo a alguna propuesta estudiada y definida por ellos. Algunos sectores se unifican y hacen alianzas estratégicas expectantes ante lo que pudiera sobrevenir en un país caotizado, mutilado y en bancarrota. Otros más débiles y oportunistas compran como franquicias a algunos candidatos o comandos de los mismos y negocian con el régimen la constitución y legalización de partidos políticos para buscar cuotas de poder y desde ya, para asombro de muchos, se reparten cargos de ministros, embajadores, empresas del Estado, candidaturas a diputados a la asamblea, gobernadores, diputados regionales, alcaldes y concejales. Es desquiciante y aberrante que estos sectores asuman esta actitud frente a un país empobrecido con una población diezmada por las necesidades.
Los sectores políticos que dominaban el espectro nacional han enmudecido ante la arremetida del régimen contra la masa laboral del país y ante los casos de corrupción que se ventilan a diario. El país en todas sus regiones, todos los días, sufre un retroceso institucional. La unidad ciudadana es necesaria para impulsar con urgencia la renuncia del señor Maduro que muchos hemos pedido y promovido desde hace tiempo. Hablarle claro al país de la necesidad de un adelanto de las elecciones presidenciales que, ante el desmadre de la revolución, provean al país de una posibilidad cierta de gobernabilidad a corto plazo.
Los políticos negados al ascenso de la dirigencia emergente responsable, capaz y experimentada juegan con la que pueden manipular, la bobalicona, inexperta e improvisada. Venezuela requiere de los mejores para diseñar el presente y el futuro. Un equipo que atienda la difícil tarea de recuperar el país no puede ser integrado por incondicionales, falsarios, mercaderes de la política, empresarios politiqueros carroñeros que buscan su botín en medio de los escombros que deja la revolución. Un país nunca saldrá adelante con el ejercicio de la política tradicional, los esquemas de acuerdos necesarios deben operar en función de los intereses de la nación y no de grupúsculos viciados o ignorantes.
La mayoría de la oposición, cegada por la inercia y la comodidad de sus dirigentes que manejan un par de escenarios de manera ilusa, busca la solución a la crisis del país, construye alternativas entendiendo la realidad político electoral, la situación financiera del Estado, las tendencias y preferencias de los venezolanos y las respuestas que dará el régimen al acoso internacional y la presión interna de los empobrecidos y humillados venezolanos que fueron devueltos al siglo XIX y se encuentran en modo supervivencia con una situación cada día más aguda y comprometedora.
Los injodibles definirán y ordenarán la transición, porque actualmente trabajan dentro y fuera del país con claridad meridiana para incidir y ejecutar políticas que cambien el rumbo al atolladero y callejón oscuro al que la clase política, en teoría dominante, la complaciente y la ignorante, ha llevado al país. Vienen nuevos escenarios, con nuevos actores de diferentes bandos y latitudes, nuevos acuerdos para dar marcha sostenida y firme a la depuración del sistema y al desmontaje del modelo de Estado, a dar respuesta sobre el camino que se debe seguir para lograr el bienestar de los venezolanos. Los injodibles le hablarán claro al país sin restricciones ni condicionamientos y denunciarán todo esquema perverso de manipulación que se pretenda ejercer contra el pueblo venezolano. Serán garantes, vigilantes y promotores de la transparencia en la oferta electoral que se le haga al electorado.