OPINIÓN

Los indescifrables caminos del amor

por Eduardo Viloria y Díaz Eduardo Viloria y Díaz

Son distintos los caminos que nos conducen al amor, todos posibles y todos ciertos | El Kilimanjaro, fotografía de Lisa Peters Esvelt

 

El amor es la alegría que me da la sola existencia de la persona amada”.

Joseph Zinker

Después de las necesidades propias de la sobrevivencia, el espejismo del amor es con toda seguridad el propulsor de la más grande motivación entre los humanos. Durante siglos la acumulación de evidencias es inconmensurable. No existe ámbito sociocultural en la que el querer no allanase esos espacios y marcara indeleblemente a nuestra especie. Por sus sentimientos el hombre ha cruzado la Tierra desafiando lo natural y lo enigmático por igual; el frenesí despierta en la humanidad capacidades inusitadas y de ellas nace la luz pero también la oscuridad, el arrebato pasional nos ilumina con la misma propiedad que puede calcinarnos. La vehemencia y el afecto son como pesados elefantes que, soñando, emprenden un imposible camino a las nieves eternas del Kilimanjaro.

Durante años se ha producido una interesante discusión en torno al amor y a la pasión como pilares que rigen las emociones. Para unos, la pasión lo es todo, siendo aquello que desboca fogosamente los sentimientos y nos une a la otra parte que la representa una mujer u hombre; para otros el amor es precisamente lo que mantiene la unión una vez que se desvanece el fulgor pasional.

Partiendo de algunos estudios científicos como lo indican Gareth Leng de la Universidad de Edimburgo o Georgina Montemayor de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre otros especialistas consultados, se ha determinado que el amor es solo un proceso químico que ocurre en nuestros cerebros. Según lo expuesto, cuando tenemos la sensación de estar enamorados nos encontramos en presencia de la reacción que la Dopamina, Serotonina y Oxitocina generan en el cuerpo. De acuerdo con múltiples trabajos realizados por investigadores, la Dopamina nos lleva a estados de euforia y aumenta la energía, esta sustancia es la recompensa que se recibe al amar a otra persona. La Oxitocina está identificada con el cariño y contacto físico, a mayor segregación mayor es el apego que desarrollamos por la pareja, al tocarnos o abrazarnos esta se libera, alcanzando un incremento de nivel de hasta en 400 % en el momento del orgasmo. La Serotonina rige las emociones y las respuestas anímicas, ella es la responsable de fortalecer la conexión en la mente entre el placer y el objeto del deseo; es conocida como la responsable de la felicidad, de ahí que en farmacología se le use para elevar su presencia en cuadros de depresión.

¿Es posible que todo aquello que nos impulsa y conocemos como el amor sea una condición establecida exclusivamente por la química del organismo? Los irrefutables argumentos que expone la ciencia no deberían permitir cuestionamiento, pero en ese largo, quebradizo e ilusorio terreno del sentir, pareciera que el resultado del amor no es otro que el encuentro de unas almas que se identifican en la bonita necesidad de acompañarse.

La decepción es quizá de los mayores obstáculos para que el rumbo del amor tenga un positivo desarrollo. En los estados idílicos las personas tendemos a no ver a la persona que está a nuestro lado, sino que vemos a lo que se espera que el otro sea. Cuando emergen pensamientos en que las diferencias con las parejas no son tolerables y estas obstruyen el sentimiento, se desencadena invariablemente una profunda crisis;  en cambio, si lo que nos diferencia de la persona amada lo asumimos como una afortunada oportunidad de aprender,  estaremos en presencia de un crecimiento emocional que nos conducirá a una mejor relación en pareja. Todo lo que la pasión tiene de intensidad el amor lo tiene de profundidad, si bien es cierto que no todos los amores son para toda la vida, sí hay amores que superan las barreras del tiempo y se adecuan a las pruebas que la existencia en unión conlleva.

Una de las cualidades más llamativas del amor es que siendo algo exclusivamente único de cada quien, pasa por una identificación universal y no conecta en su forma real o abstracta. Como un relieve podemos apreciar en todas las culturas un conjunto de manifestaciones emocionales que, con menor o mayor diferencia, coinciden globalmente con eso que llamamos amar.

Para alcanzar nuestra máxima capacidad como individuos y funcionar satisfactoriamente con las demás personas, nuestro conjunto de emociones deben estar alineadas con un pensamiento y acción que nos vincule a los demás. La socialización de nuestros afectos nos lleva a mejorar la relación con el mundo.  La bondad, el sentimiento y la comprensión son ingredientes necesarios en todo vínculo afectivo, desde el que se crea en el plano amistoso, filial o romántico. La búsqueda del amor en un complejo proceso de estímulos y respuestas que nos guían por una intrincada cartografía en la que encuentros y desencuentros nos van construyendo una emocionalidad y una conexión con el ser amado. En todo caso, nos podemos ubicar en dos terrenos: entre quienes desean ser elegidos cada día y entre aquellos que desean ser elegidos una vez y para el resto de la vida.

El verdadero amor pareciera existir en ese plano de consciencia en el que aprendemos a relacionarnos  con las personas, comprendiendo que estos tienen defectos y virtudes, su construcción es un compromiso que, sin duda, es un arduo pero gratificante camino que nos identifica como seres en constante evolución y que como todo lo que está vivo, nace y muere a cada instante.