Muchas personas (que ya no están en esta realidad y tiempo que llamamos mundo) declararon ser las más famosas, importantes y poderosas del planeta: incluso, superiores a deidades del imaginario popular. Todos padecemos problemas psíquicos, pero esos -no mencionados- extremaron el ridículo fundamental que emerge en algunos de escaso coeficiente y entendimiento.
Si ellos no reflexionaban, íntimamente, en redor de su imbecilidad, fue porque los pueblos los veneraron o adularon tanto que se creyeron semidioses. Es un tema fascinante que entretiene a sociólogos, pero, también atrae estudiosos o analistas de fenomenologías relacionadas con la cíclica equivocación de las masas al instante de elegir principales de repúblicas. No reformularé mi tesis según la cual tales sujetos deben desaparecer y sustituirse por administradores de tesoros nacionales.
¿Quiénes, por ejemplo, convirtieron en magnates a los traficantes de sustancias sicotrópicas? Los habitantes de Norteamérica y la Unión Europea son los principales consumidores y, por ello, financistas indirectos de las cosechas de drogas heroicas procedentes de países subdesarrollados. Miles de millones de dólares y euros en manos de capos, vendedores de armas, paramilitares y guerrilla intimida poblaciones: provoca zozobra, inestabilidad política, económica, vendettas, ejecuciones extrajudiciales. Legalizarlas frenaría la criminalidad. Es evidente que combatirlas es más un negocio internacional, discurso de hipócritas, que sinceras intenciones de mantener sobrio al mundo (lo cual es imposible) Colombia es la nave nodriza de los hijos del caos sudamericano.
Los hombres más importantes de la Tierra no son sino tránsito, entretenimiento para la todavía novísima farándula de la Red de Disociados («Internet»). Una boga comunicacional que no dudo se apagará cuando quienes están por nacer miren la irrupción de nuevas formas de interactuar divertidamente. Quizá nuestros relevos generacionales revaloricen y retomen hábitos mediante los cuales hubo un acercamiento más auténtico entre individuos.
Caminas por calles, ingresas a establecimientos comerciales, aulas de clases, distintos terminales aéreos o terrestres y observas que los ciudadanos tienen sus miradas fijas en celulares. Interrumpen sus diálogos cuando suenan o vibran esos aparatitos que ponen punto final al discurso.
Ya ningún hombre podría ser el más importante de terraco, porque millones de criaturas pujan por convertirse en «influencer»: algo que no es difícil aun sin inteligencia o talento. Basta diseñar avatares relacionados con el sexo, riqueza, chisme, goce y disfrute del poder (político-militar-financiero-religioso).
Destaco la conducta criminal placentera de quienes emprenden conflagraciones con motivaciones no exactamente supremacistas o étnicas, que todas son aborrecibles y tienen historial. Tal vez sea el aburrimiento y no sicopatía lo que impulsa cometer genocidio al prototipo de malnacido que arroga ser imprescindible y estar predestinado matar a quien se le antoje. Tiene poder sobre regimientos, decisión para disparar misiles, reprimir, invadir, etc., pero ello no lo satisface. Necesita ser recordado por sus atrocidades, inmortal no puede ser y ello lo enfada. No se sabe de alguien para quien la vida no haya sido breve, sólo un suspiro. No hubo, hay ni habrá seres perpetuos o invulnerables fuera de la filmografía o ficción.
@jurescritor