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Los enfants terribles

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Pixabay

Los sátiros de ocasión

He decidido publicar una conversación –sí, conversación, no gritería, no empujón ni insulto– que sostuve por Twitter con Jovel Álvarez porque la considero idónea frente al oscuro diciembre que se avecina en Venezuela con las fraudulentas elecciones parlamentarias propuestas por el chavismo y la “consulta popular” ideada por la oposición como respuesta.

Coincido con los argumentos de Jovel casi enteramente, por lo tanto, no creo que haya existido debate, fue una conversación entre dos cuyo ideario y visión del mundo coinciden, uno con hartas canas, otro sin una de ellas.

Ambos venezolanos, ambos críticos, en ocasiones sátiros.

Autenticidad, ímpetu y descaro

Considero que Álvarez junto con Orlando Avendaño y Emmanuel Rincón, entre otros, representan un caso extraño de libre pensadores y críticos venezolanos que defienden con autenticidad, ímpetu y hasta descaro ideas que hasta hace poco eran defendidas con circunspección, moderación y mojigatería. Me refiero a las ideas de la libertad (liberalismo). Celebro su aparición en el diálogo intelectual venezolano, pese a mi –en ocasiones– radical diferencia de criterio con ellos.

Venezuela, enferma de socialismo y, en el mejor de los casos, de socialdemocracia, ha visto con sorna y desdén las ideas individualistas, la creatividad, el emprendimiento, el libre mercado y la propiedad privada (valores que han hecho progresar a la civilización) y a quienes las promueven.

Aparece una generación que defiende con vehemencia esas ideas, no solo es inusual, es esperanzador.

Los enfants terribles de nuestro tiempo

Están jóvenes, más bien, muy jóvenes y en ocasiones sus excesos los llevan no solo a responder con desfachatez las posiciones ultraconservadoras de la socialdemocracia, sino imprudentemente a escupirles en la cara. No creo que sea lo adecuado, pero es su estilo. La emoción y a veces –otra forma de ceguera– el fanatismo los ha llevado a cometer escandalosos desaciertos o injusticias (en especial con Juan Guaidó o Leopoldo López), pero, en general, su visión, su altanería y su provocación han sido y son necesarias para el debate político. Son los enfant terribles de nuestro tiempo. Yo lo celebro, pese a las molestias y rabietas que generan, lo celebro.

Venezuela, frente al chavismo, ha caído en una deriva de relajamiento moral, de imprecisión estratégica y de erráticos resultados políticos que nos han costado miles de vidas, millones de desterrados y un futuro muy incierto.

La crítica, pese a su ferocidad, se justifica y es necesaria: nos alerta y despierta.

Críticos, pero no infames

Sin embargo, el momento es sumamente delicado y amerita reflexionar una, dos y hasta cinco veces un argumento. No se puede equiparar a Hugo Chávez o Nicolás Maduro con líderes políticos de la oposición (con ninguno) que siguen desafiándolos y luchando contra ellos, no solo es injusto, es desproporcionado e infame. Pese a sus desaciertos y a veces garrafales errores (como el diálogo de Noruega o el “tiempo perfecto” de Dios y este apocalipsis), no es lo mismo un criminal de lesa humanidad a una errática víctima de esos crímenes.

Ser socialdemócrata o socialista no te hace criminal, acaso necio o mentecato, pero no criminal. Para ser un criminal de lesa humanidad como Chávez, Maduro, Cabello o Rodríguez, se debieron haber cometido abominables crímenes.

Si no logramos diferenciar entre unos y otros estamos negando cualquier posible destino de conciencia y libertad para el país.

Convicción e ideal: actuar diferente

Al final de este suelto coloco los enlaces de la conversación con Jovel para quienes quieran enterarse mejor del objeto de esta entrega. Como saben, tiendo a ser cáustico en mis diferencias y debates, pero en este caso no lo soy ni seré. La conversación fue idónea y muy pertinente. Jovel me hace una pregunta comprensible y lógica: ¿Está dispuesto Gustavo Tovar, como algunos líderes políticos que apoya, a cohabitar con el chavismo criminal de lesa humanidad?

Mi respuesta es un tajante: ¡No, jamás!, pese a que amigos o líderes políticos lo hagan, yo no. Yo honro mis heridas, pero ante todo las tristes lápidas de amigos que he postrado en los cementerios. Uno de los grandes problemas de Venezuela ha sido su relajamiento moral, yo he decidido intentar marcar una diferencia. Es a un tiempo convicción e ideal.

Considero que a los criminales de lesa humanidad se les perdona con la cárcel.

Posdata como empujón (y abrazo) generacional

Para combatir el peor daño ideológico que ha conocido la civilización: el comunismo, hace falta autenticidad, ímpetu y descaro, pero sobre todo lucidez y virtuosismo. El “enemigo” (sí: el enemigo con énfasis) de la civilización: el comunismo, obra de manera artera y encubierta, subrepticia y macabra, esconden sus verdaderas intenciones de esclavitud y sometimiento de la humanidad con grandes vestimentas y ficciones. Para vencerlos no solo debemos ser creativos y lúcidos, tenemos que intentar ser –difícil tarea– virtuosos, lo cual, en nuestra era es un verdadero desafío, un auténtico acto de rebeldía, una genuina excentricidad. Si no somos capaces de cambiar nosotros mismos, ¿cómo carajos habremos de cambiar a Venezuela o al mundo?  

Aquí la conversación que refiero antes:

Mi respuesta:

@tovarr

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