«La democracia es adrede fermentada para no ser brandy sino licor de arrabal o callejón, al cual algunos saben cómo reducir su grado alcohólico para convertirlo en vinagre de uso industrial exportable sin sello de calidad»
Entusiastas, los jóvenes ingresan a las universidades autónomas sin comprender nada sobre su frágil extraterritorialidad. Pero quienes ya han recorrido un trecho más o menos largo [apareándose con mafiosos togabirreteanos] son entendidos: están ahí, donde todo sucede pesado como fardo clerical. Sus representantes experimentan las mismas tentaciones de novicios que aprenden ocultar erecciones bajo sotanas, en templos para desatar lujurias, tocándose con disimulo sus recrecidos glandes. Les apura la consecución de ventajas, dinero y sexo, fundamentalmente, pero también reputación docente-científica-intelectual y alguna notoriedad de monástico engreído que pudiera blindar sus fechorías.
De eclesiastas [tés] darse un gobierno en recintos donde la ocultación de lo oculto heideggeriano no es principio de ninguna verdad, como el pensador alemán, enrevesado, sostuvo por máxima filosófica ante amenazas de severos castigos a proclives insubordinarse durante los días cuando acrecentó la discordia universal. En las universidades autónomas, lo oculto fomentado desde los tiempos episcopales reverencia para conspirar y cometer en conciertos de aulas magnas.
Los enemigos de la extraterritorialidad universitaria son autonomistas de discurso, rechazan la moción de permitir que personas sin instrucción académica formal participen entre electores de autoridades. Eso vulnera la inviolabilidad de la justicia natural. Las certificaciones de estudios no son equiparables a balanzas de bodega. No sirven para fijar tu peso específico, para que luego un jurado decida cuánto vales más que otros. No pueden pretextarse para obstruir la inclusión, que es un derecho humano.
Una ley de universidades no debe redactarse de tal forma que parezca una exposición de motivos o impedimento para prohibir se pondere la vanidad. En las universidades autónomas, las remuneraciones y primas-beneficios adicionales se norman a partir de la desigual, discriminación y desprecio de origen académico doctrinal. El personal sin escalafón-estatus papá de helados recibe trato inicuo, que trasciende el claustro y afecta a sus familiares. Solo al docente se le asignan recursos financieros para que compre libros, por ejemplo, como si el resto de la comunidad universitaria no mereciera ser culto.
Nadie puede calificarme sospechoso de ser comunista encubierto por expresar lo que vi, escuché, experimenté y tuve que tolerar en ambientes universitarios. En la Universidad de los Andes y demás autónomas de Venezuela, los principales enemigos de la extraterritorialidad académica-institucional son los profesores y autoridades en concierto para discriminar mediante esos comités o burós que llaman consejos: presididos por rectores o decanos, representantes profesorales y algunos invitados ocasiones del gobierno nacional u organizaciones laborales cuyas opiniones no serán decisivas.
@jurescritor