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Una de las variables más importantes del modelo socialista es la resultante masiva y sin precedentes del éxodo de casi más de la tercera parte de la población venezolana, la cual ha emigrado con la esperanza de conseguir mejores oportunidades de vida y, que ahora continúa acrecentándose e incluye a un proletariado hambriento y necesitado que con esa fórmula caminante cree que logrará superar las pésimas condiciones de vida local; obviamente, sin dejar de lado la exportación de los “marielitos o pranes” por hacer una analogía cubana que son enviados con recursos oficiales desviados por el régimen para desestabilizar a otros países y ciudades, como los estamos viendo en diferentes locaciones norteamericanas; esos “migrantes”, buena parte de ellos delincuentes, actúan como un virus con el propósito de desestabilizar a los gobiernos locales con objetivos planeados de eso que llaman “progresismo global”.

El movimiento global continúa dictando directrices para el apoderamiento de países democráticos con el propósito de cambiar la sociedad e intentar ajustarla a nuevos modelos de poder dictatorial basados en una estrategia que contribuya a la formación de gobiernos socialistas en franca marcha hacia el modelo chino-comunista y, lograr concretar los intereses de los países del este que han desplegado la línea de conducta de imponer el poder omnímodo, destruir la separación democrática de los poderes y sustentarse en las autocracias por medio de la fuerza de las armas y de las finanzas obtenidas como producto de la corrupción, para finalmente, gobernar el mundo con la ayuda de satélites latinoamericanos encabezados por una doctrina gestionada desde Brasil, operada por cubanos y gobernar esta región bajo la tutela  de países socialistas y de fanáticos religiosos ubicados del otro lado del mundo.

Su efecto ha favorecido la consolidación del poder mediante un modelo basado en la destrucción de la clase media, sublimar a la población, provocar la ausencia del trabajo digno y hacerlos depender de las plantillas del estado. Igualmente, estimula como política de estado dicho éxodo despoblando al país como meta y estrategia de dominación, su resultado es un país cada vez menos poblado, controlado, dejando en el mismo un estrato etario de jubilados, de jóvenes que nacieron bajo su sistema emulando la ideología del hombre nuevo y de una franja intermedia que no encuentra acomodo y busca desesperadamente cómo sobrevivir bajo las peores condiciones de pobreza, sometido a humillaciones, persecuciones y amenazas.

Este último segmento de la población en ocasiones y dependiendo de las circunstancias, es representado por escasos lideres que no han caído en la tentación de arrimarse al poder y ante su potencial influencia política son hostigados, inhabilitados y, se intenta al mejor estilo sacarlos del juego incluida la inhabilitación judicial, desaparición forzosa o encarcelándolos apoyado en una falsa interpretación funcionalista de los estamentos legales.

Esa estrategia autoritaria, por lo demás global, no ha funcionado muy bien en otros países del área los cuales comienzan a revolverse frente a los gobiernos socialistas, con la ventaja de que los gobiernos autoritarios no pudieron reventar a tiempo la separación de los poderes públicos los cuales han permitido apoyarse en un sistema electoral poco mediatizado y en consecuencia se comienza a revertir paulatinamente el regreso a la democracia.

La realidad de la crisis es percibida y sentida abiertamente, caracterizada por el hambre evidente y de necesidades insatisfechas, de ingresos limitados e ínfimos, obligatoriamente complementados por el mal llamado emprendimiento especulativo. El esquema de vida de la población venezolana ya coincide con la del cubano: caracterizada por la destrucción de los servicios públicos, limitaciones vitales en la salud, vías e infraestructuras destruidas, alimentación deficiente, limitación educativa, emprendimiento laboral y comercial de carácter marginal.

Solo la protesta pragmática, masiva y categórica marca las prioridades, probablemente la más importante es resolver el tema del ingreso familiar; tema va adquiriendo dimensiones importantes y ante este hecho o disyuntiva, existe la motivación, fuerza y disposición para defender el derecho de percibir ingresos justos lo cual solo va a conseguir con la masiva y fuerte y extrema fuerza de la protesta organizada apoyadas en las exigencias de cambio; es ahí donde los gremios o agrupaciones civiles en general, dirigentes sociales y dolientes deben focalizar su sentimiento y derechos ciudadanos.

Frente a la realidad familiar y laboral se está mediatizado la protesta la cual se ha centrado en los reclamos salariales soslayando otros factores que el sistema ha inducido en la calidad de vida del venezolano y, muy especialmente en la pérdida de la libertad. En ese sentido, habrá que cambiar de táctica, es decir, ampliar el nivel de protesta hasta ahora limitada al requerimiento de un incremento de un salario pírrico, que seguramente no será jamás atendido. La protesta debe ampliarse en beneficio de otros elementos, los centenares de presos políticos, el rescate de una política económica adecuada, del derecho a la educación, la exigencia de resolver el insuficiente y pésimo servicio público.

Esa táctica no puede ser solo declarativa ni de la protesta de cientos de pequeños focos; existe una motivación fundamental que afecta obviamente a la familia que es el ingreso familiar, pero también lo es la ausencia de libertad, la violación de la democracia, el desprecio de haber elegido democráticamente a los líderes de la oposición y participar en unas elecciones limpias mediante un proceso electoral transparente.

Cada profesor o docente de los cientos de miles que integran el sistema educativo representa una poderosa fuerza ciudadana, está subvencionando al régimen con su trabajo; paga a sus expensas los gastos de transporte, material docente y otros gastos que ni siguiera puede pagar. Tiene que hacer diariamente largas caminatas, no se alimenta adecuadamente, y todo lo intenta pagar a costa de un salario que no cubre dichos costos y que por cierto ni siguiera complementándolo con los fulanos bonos de la obligante inscripción al sistema Patria (que en realidad es un carnet de partido) no cubren los gastos. Realmente el educador está siendo chuleado por el régimen lo cual es totalmente injusto y, conduce al hecho que no se puede tolerar más esta situación, o mejor llamarla, esclavitud violatoria de su dignidad profesional.

Sobran argumentos para dejar de prestar un servicio donde no se perciben los ingresos necesarios, por eso y por dignidad  debe dejar de  trabajar, es decir, cambiar a una acción paralizante, de brazos caídos, sacudirnos de la situación y del régimen el cual nos tiene maniatados con su modelo político comunista que obedece a mecanismos de la delincuencia y de otros intereses alineados en el progresismo fanático que desea gobernar el mundo y cercenar la cultura occidental y la educación. Los educadores tienen la palabra.


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