2023 y 2024 serán decisivos para resolver los graves conflictos en Nicaragua y Venezuela.
Los conflictos se resuelven a través de la violencia armada seguida de negociación o de negociación solamente. La oposición nicaragüense ha descartado la lucha armada, por lo que queda la negociación únicamente.
El régimen acaparó todo el poder territorial a través de las asignaciones de las 153 alcaldías al FSLN, lo que les facilita proceder con la sucesión presidencial, salvo por el obstáculo de las sanciones impuestas a la sucesora, que le impediría ejercer el poder con plenitud.
El ciclo económico favorable llega a su fin después de la recuperación del covid en 2021, al igual que todas las economías del mundo y de la inyección de cientos de millones de dólares de ayuda humanitaria del covid y los dos huracanes, que impulsaron el 2022. A partir de este año la economía crecerá muy poco.
La solución al grave conflicto nacional requiere no solo del esfuerzo de los nicaragüenses sino de la comunidad internacional, porque el levantamiento de las sanciones no está en manos nacionales. Ya vimos el fracaso del diálogo del INCAE en 2019, por esas razones.
En el plano internacional, influye la debilidad creciente de Putin, desgastado por la invasión de Ucrania y el calendario electoral norteamericano. El presidente Biden y su asesor especial para las Américas, Christopher Dodd, disponen del 2023 y la mitad del 2024, antes que las convenciones de los partidos y la campaña electoral presidencial dificulten la toma de decisiones importantes.
La posible negociación está paralizada por los términos en que está planteada: Liberar a los presos políticos a cambio de levantar las sanciones. Eso es irreal, porque la comunidad internacional (Estados Unidos, Canadá, Unión Europea, Reino Unido y otros) no está dispuesta a levantar las sanciones, mientras no se liberen a los presos políticos, se restablezcan las libertades ciudadanas y se efectúen elecciones libres y justas, certificadas por organismos internacionales. Por consiguiente, para poder avanzar, habrá que modificar los términos planteados.
La otra alternativa es esperar el resultado de la invasión de Ucrania y cómo queda Putin y de la elección presidencial norteamericana. Todo indica que Putin estará más débil y que un líder republicano asumirá la Presidencia de Estados Unidos, endureciendo las condiciones de una posible negociación.
Si no hay bases realistas, la negociación fracasa. Sapoá fue exitoso porque se basó en realidades para ambas partes.
Los nicaragüenses debemos restablecer la libertad y la democracia, para poder ofrecerle a nuestro pueblo progresar en paz y evitar la masiva migración de jóvenes.
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El autor es Presidente de Honor del Partido Conservador (PC) y firmante del Acuerdo de Paz de Sapoá en marzo de 1988.
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