Las luchas de los pueblos contra las tiranías no son convencionales, lineales y ordenadas, porque justamente en este tipo de regímenes no existen reglas, derechos ni garantías. Al contrario, estas luchas se caracterizan por la presencia de ciclos, de altas y bajas, y no entender esto provoca en algunos frustración, desmotivación y falsas conclusiones.
Priva en estos días una opinión generalizada de estancamiento y parálisis colectiva. Se parte de la premisa de que los venezolanos perdieron el interés por lo político y que se sumaron a la desesperanza y la resignación. La difusión de esta opinión en algunos sectores termina contribuyendo a generar un problema psicosocial de peligrosas consecuencias. Y es que esa sensación generalizada de estancamiento contribuye a percibir con pesimismo el futuro. No ver una solución tangible a corto plazo, y además no saber qué hacer para que ello ocurra, termina por generar la creencia de que no hay solución posible. Se origina así un ciclo pernicioso de reforzamiento cognitivo que finaliza provocando una actitud de indefensión y desamparo, que conduce en algunas personas a conductas de desmovilización y resignada pasividad.
Lo cierto es que una cosa es el alejamiento de la población con respecto a gran parte de la dirigencia opositora, y otra muy distinta es que las características salientes hoy de los venezolanos sean la pasividad y la sumisión. De hecho, hace menos de un mes, muy pocos podían imaginar un escenario como el que estamos presenciando -apenas iniciar el año- de los venezolanos volcados a las calles, en todos los estados del país, reclamando sus derechos y exigiendo condiciones sociales y políticas distintas a las que hoy sufrimos.
2023 inicia ciertamente con unos escenarios políticos distintos a los acostumbrados en años anteriores. Muchas cosas han cambiado, especialmente a lo interno de la alternativa democrática. Lo que se impone entonces, frente a nuevas realidades, son nuevas formas de lucha, algunas de las cuales, aunque eficaces, no siempre son visibles. Se hace hoy más necesario que nunca una estrategia de tipo situacional y sistémica, que privilegie la construcción progresiva de condiciones que hagan inevitable a la larga el cambio político. Pero todo ello requiere para su éxito, además de la indispensable organización popular, de una condición esencial de tipo actitudinal o psicológica, y que tiene que ver con nuestra postura política personal.
El conocido pensador checo Václav Havel era un admirador de la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett. A su juicio, ella simbolizaba la espera de la gente sin esperanza. Y en su conocido discurso ante la Academia francesa de Ciencias Políticas en 1992, hablando de la lucha contra el comunismo checoslovaco, se refiere a ello en palabras que hoy tienen mucho que decir a los venezolanos.
Para Havel, se puede esperar de distintas maneras. Una de ellas es la descrita en Esperando a Godot. “Cercados y casi colonizados por el sistema totalitario, los ciudadanos perdían la idea de salida, la voluntad de hacer cualquier cosa e incluso carecían del conocimiento que se pudiera hacer algo. Perdían la esperanza y con ello la posibilidad de vivir con sentido. Por eso esperaban a Godot. Perdida la esperanza interna, aguardaban la llegada de una salvación incierta desde afuera.Sin embargo, Godot no viene, pues simplemente no existe. No es una esperanza sino una ilusión”.
Por el contrario, continúa Havel, existe un tipo de espera basada en la conciencia que resistir tiene sentido por sí mismo, y que se nutre del convencimiento de la justicia moral de lo que se hace. “Este tipo de espera sí tiene sentido. No es una dulce mentira sino una vida difícil junto a la verdad. No es una pérdida de tiempo; al contrario: esperar la germinación de una siembra buena es distinto a pasar el tiempo esperando a Godot”.
Una parte importante del país está movilizado y en pie de lucha. Lo demuestran las multitudinarias manifestaciones que se registran estos días, aunque no aparezcan reseñadas en los medios de comunicación. Desafortunadamente, otra parte del país percibe que lo que priva es el desánimo y la parálisis.
El mensaje para los primeros es de solidaridad y acompañamiento en una lucha que al final es de todos. Y el mensaje para los segundos es recordarles que en las tiranías cualquier actividad privada, ocupación económica o iniciativa personal es condicionalmente permitida hasta que el régimen decida que no. Por tanto, nunca es un derecho suyo, lo que garantizaría su sostenibilidad en el tiempo, sino un permiso que le otorgan desde el poder hasta que alguien de arriba se le ocurra lo contrario.
Por tanto, no hay alternativa a luchar y resistir. No faltará quien pregunte para qué sirve eso, dado que nadie sabe en detalle y con fechas cuándo y cómo será superada esta tragedia. Pero, volviendo a Havel, la esperanza no es la creencia que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido y que vale la pena luchar por él. Por eso la esperanza no es un aguardar pasivo, sino una actitud de construcción, de labrar lo que se busca conseguir. Esa es la actitud que si logramos convertir en colectiva, y esa es la principal tarea, hará de esta difícil coyuntura un tiempo del cual nos sentiremos orgullosos de vivir.
@angeloropeza182