Mientras la desolación cunde por todas partes de un país devastado, Maduro se la juega por rescatar a su operador financiero estrella, Alex Saab.
Para Maduro esas cifras que indican que la mortalidad infantil se ha duplicado, esos números que dan cuenta del incremento de la tasa de asesinatos que hacen de Venezuela uno de los lugares más inseguros del mundo, no lo angustian para nada. Su mortificación es por los números y datos que maneja Alex Saab, por eso las bailantas en homenaje solidario y los despliegues publicitarios clamando por su libertad, mientras las huestes maduristas embadurnan los muros de la ciudad de Caracas con consignas alusivas “al mártir de la revolución”.
Por eso cuando a Maduro le tratan de decir que los comerciantes del mercado de Conejeros en Margarita se han visto forzados a cerrar sus locales por la inclemencia de la crisis que azota la isla, rezonga y grita: “Déjenme pensar, que estoy tratando de rescatar a Alex”. Y es que para él y los capos de la «revolución» no hay cabeza sino para maquinar la instalación de cuentas falsas por las redes para vapulear a los jueces caboverdianos. Por eso se gastan millones de dólares en Twitter y en cuanta plataforma tecnológica se pueda utilizar para semejantes argucias . “Para eso hay real a montones”, exclama un iracundo Maduro, mientras va sumando los 170 millones de dólares que cobran los abogados que se encargan de dilatar la extradición de su operador, del hombre clave para la importación de los alimentos con sobreprecio, aunque estén descompuestos, pero que pagan a precio de oro, el que se las arregla para transar los intercambios de oro por dinero, el que cumple las labores de puentear las relaciones entre los contactos en Rusia, Irán, Turquía, México, Cuba y Colombia.
Esa es la razón de los dolores de cabeza de Maduro: que están por llevarse al hombre que a su vez se llevará consigo tantos secretos de ese mundo tan sórdido que habitan, eso lo trasnocha. A él no le quitan el sueño que sigan muriéndose los niños por desnutrición dentro de Venezuela o que otros miles salgan con sus progenitores a correr la mala suerte cruzando un río crecido en cualquiera de los países fronterizos con el nuestro. Tampoco lo desvelan las noticias que dan cuenta de los brotes de xenófobos que atormentan a los peregrinos de la diáspora.
Para Maduro no ocupa un lugar en su agenda el hecho cierto de que cada día el territorio nacional se lo reparten los grupos delincuenciales que se apoderan de zonas en donde instalan alcabalas para matraquear a los ciudadanos de a pie, a los que les quitan cualquier cosa, lo que sea: la cartera, el teléfono celular, los zarcillos, la cadena, el reloj y si anda en moto o carro le hacen descargar un poco de gasolina, y por gesto de misericordia les dejan los billetes nuevos porque no valen nada.
Otro dolor de cabeza que se suma es la Ley Bolívar que se tramita en el parlamento estadounidense. Esa es otra señal de que la presión contra los malandros va en serio.