Por equipo editorial
El CNE madurista acaba de convocar a unas elecciones para el 27 de abril, para «elegir» gobernadores y diputados, mientras Nicolás Maduro en una cadena anuncia que «distribuirá» para todas las gobernaciones 167 millones de dólares para las 23 entidades federales, que serían 24 si sumamos la utopía de la Guayana Esequiba, lo que equivaldría, aproximadamente a unos 7 millones de dólares por cada «estado», es decir, un monto irrisorio, que si lo dividimos entre 24 millones de habitantes -restando los 8 millones de migrantes- serían precisamente, unos 7 dólares para cada ciudadano, que es lo mismo, unos 0,55 dólares mensuales de asignación por cada habitante.
Ante esta destrucción económica, no hay posibilidades que Venezuela, pueda avanzar en lo económico y menos en lo social, porque estamos hablando de un gobierno que no encuentra, ni tendrá posibilidades de recuperación, máxime cuando Nicolás Maduro y la cúpula del poder realizaron un enorme fraude sobre la voluntad popular en las pasadas elecciones presidenciales.
Una situación que ha hundido a Venezuela con el más bajo nivel per capita del continente, al punto que el salario mínimo promedia 2 dólares al mes, es porque estamos en un contexto de absoluta quiebra económica, ante una neodictadura que no tiene herramientas para poder reflotar a un país, que se encuentra entre la pobreza, la miseria y la emigración.
Semejante realidad termina por liquidar una nación, especialmente al sector educativo, tanto en su infraestructura como en los denigrantes salarios que perciben los educadores en toda su estructura magisterial, en virtud que destruida la escala profesional, y peor, sin existir contratos colectivos, todos vulnerados ante un régimen neototalitario que ha desconocido las organizaciones sindicales, y que ha desmembrado las instituciones, nada se puede hacer en una realidad de colapso económico.
Decir que un país en cada región tendrá estados atizados por «presupuestos» que resultan una quillotranza social, donde las palabras del neodictador se asemejan a una dicacidad permanente, nada es posible hacer para resolver el dolor de una sociedad que agoniza en todo su contexto humano.
El madurismo solo ha vertido capas deletéreas sobre la educación. Cual serpiente en cada mordida fue asesinando todo el sistema pedagógico y del conocimiento, al punto que cada una de sus acciones son propias de un erostratismo, donde sus principales víctimas son los estudiantes y los educadores.
Los docentes han sido condenados a la miseria y la emigración, y entre la primera desgracia, la mayoría optará por la segunda como medio de sobrevivencia. Mientras el madurismo siga en el poder, la muerte social comenzando con la educación no tendrá posibilidades de una resurrección. El país vive sus más oscuros tiempos de la historia contemporánea.
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