En los últimos días el nombre de Sri Lanka -antiguamente Ceylan- ha ocupado algún lugar en la prensa con motivo de los serios disturbios políticos que allí han tenido lugar y que han culminado con la huida del presidente Rajapaksa luego de que una turba incontenible de miles de disgustados ciudadanos decidieran ingresar en masa al palacio presidencial en la capital, Colombo, y meter candela en la residencia particular del jefe del Estado. La situación se presentaba confusa a la hora de escribir estas líneas.
La noticia apuntada precedentemente no ha despertado mayor interés en el mundo y mucho menos en Venezuela donde pocos han de ser quienes hayan oído nombrar aquel lejano país y mucho menos quienes puedan tener alguna información sobre el mismo aun cuando su población de más de veinte millones casi igual o supera la de toda América Central. Quien esto escribe tampoco presume de conocer sino apenas lo que el omnisapiente Google puede ofrecer pero lo suficiente como para trazar algunos paralelismos y diferencias que pudieran ser relevantes de cara a nuestra propia realidad.
Los eventos acaecidos en Colombo replican la lección en el sentido de que un tsunami popular ejercido con la contundencia de los números y en forma pacífica es la receta adecuada para -tarde o temprano- forzar cambios. Así mismo, lo descubrimos en aquella histórica jornada del 11 de abril de 2002 que, desafortunadamente, fue frustrada por la miopía y egoísmo de varios de los factores que entonces conducían las piezas de la revuelta popular.
Justamente en estos días se conmemora el primer aniversario del 11 de julio de 2021, fecha en la cual la rebelión pacífica del pueblo cubano fue repelida con violencia desmedida por quienes estaban resueltos a mantener el status quo al precio que fuere. Mismo caso es de Nicaragua donde la presión popular se reprime sangrientamente y en la Venezuela de 2016 y 2017. Sin embargo, en el mundo ultracomunicado de hoy ya no es posible que estas presiones no se contagien y produzcan réplicas que a la postre permitan el triunfo del bien sobre el mal. Sin embargo, la solidaridad que se precisa y se proclama no pasa de ser un propósito genuino pero vacío de contenido.
No estamos en conocimiento de quiénes sean los conductores del proceso de Sri Lanka ni el nivel de liderazgo de los actores políticos que allí actúan, pero como venezolanos contemporáneos solo podemos desear que en aquellas latitudes un triunfo que está a la vuelta de la esquina no se frustre como consecuencia de la carencia de líderes capaces de aglutinar convergencias como ocurrió y sigue ocurriendo en nuestra patria.
@apsalgueiro1