OPINIÓN

Los desinteresados

por Ángel Oropeza Ángel Oropeza

      

Las creencias de las personas suelen seguir un mecanismo psicológico de ahorro cognitivo, según el cual la información coherente con la creencia se procesa más rápido y es recordada mejor que la información no consistente con ella. De hecho, las creencias hacen que las personas presten atención a un cierto tipo de información, por lo general, aquella que es consistente con los creencias que tienen. Y cuando se recibe una información inconsistente con determinada creencia, suele rechazarse o modificarse de forma sutil, con tal de hacerla consistente con aquella, sobre todo cuando hablamos de creencias estereotipadas. Como resultado de estos efectos, con frecuencia las creencias se convierten en la base de una especie de circuito cognitivo cerrado que tiende a aumentar su fuerza con el paso del tiempo.

Sobre el comportamiento político y social de los venezolanos de hoy existe por supuesto un set amplio de creencias. Sin embargo, no todas son igualmente ciertas o basadas en realidades demostrables. Una de estas creencias, que por frecuente y repetida tiende a reforzarse y aceptarse como verdadera, es la que tiene que ver con el supuesto desinterés de la población por los asuntos políticos.

El reciente estudio de la Universidad Católica Andrés Bello sobre características psicológicas de los venezolanos (PsicoData-UCAB 2023) arroja sobre lo anterior resultados interesantes. Menos del 8% de la población menciona los problemas políticos como generadores de inquietud o preocupación. De hecho, el principal problema que provoca stress y atención es, por mucho, el económico (65%). Sin embargo, cuando se le pregunta sobre su deseo o intención de participar en asuntos políticos y sociales, el porcentaje de quienes responden afirmativamente sube a 60%, y cuando se trata del segmento de los más pobres, la cifra asciende a 77%. Se trata de los mismos venezolanos que interrogados sobre su relación afectiva con el país, y a diferencia del cliché que habla del desinterés y apatía sobre lo que ocurre en su entorno, muestran preocupación ante la situación que vive Venezuela (90%), rabia por el estado al que hemos llegado como nación (79%) y tristeza al pensar en el futuro de su país (73%).

Los datos no son para nada contradictorios. Ante el abandono por parte del Estado, los venezolanos saben que los únicos que pueden cuidarse y protegerse son ellos mismos. Desde asegurar la alimentación diaria de sus familias hasta los requerimientos mínimos de supervivencia, todo depende exclusivamente de ellos. Dejados a su propia suerte por parte de quienes deberían ayudarle, toda la atención se vuelca sobre lo económico. Además, la “política” que observan principalmente en las prácticas del gobierno, pero lamentablemente también en muchos actores de la oposición, no sólo no les dice nada sino que la perciben divorciada de sus intereses y necesidades más urgentes.

En otras palabras, no es la gente la que se apartó de la política. En todo caso, lo que muestra la mayoría de la población es desinterés por las formas de hacer política que observa a diario. Por eso, si alguien se apartó fue este tipo de “política” que se alejó de gente. Pero la preocupación por lo que ocurre en su país es abrumadoramente alta. Allí no hay desinterés posible. Y, aún más importante, el deseo de participar para incidir y cambiar las cosas en su entorno es mayoritario, quizá sólo esperando que la política que perciba se acerque a ella y empiece a hablar y a preocuparse no sólo del poder (sea para mantenerlo o para intentar alcanzarlo) sino de cómo aliviar el dolor y penuria de la mayoría.

Del gobierno es ingenuo esperar otra cosa que lo que ha hecho y hace siempre, todo centrado en el propio interés económico de la oligarquía de turno y en la preservación a toda costa del dominio político que le permita seguir garantizando que ese interés económico no se vea afectado. Pero todavía es posible esperar algo distinto de los factores de la oposición democrática. Y la coyuntura del proceso conducente a la elección primaria puede ser una excelente oportunidad para demostrarle a la gente que otra forma de hacer política es posible.

El proceso de primaria (el proceso que ya arrancó, no sólo el día de la elección) es un evento que permitirá a lo largo de su desarrollo presagiar tanto la forma de hacer política como el tipo de liderazgo y de líderes que la oposición puede ofrecer al país.  La población pide unidad, generosidad, grandeza anímica, sentido de lo histórico, solidaridad con las batallas cotidianas de la gente, habilidad y tolerancia para coordinar con otros, y que las naturales agendas particulares cedan su primacía al objetivo superior de la liberación democrática de Venezuela.

Si los venezolanos que aspiran a un cambio en la conducción del país llegasen a creer que sus dirigentes no son radicalmente distintos a como son los cabecillas del gobierno, centrados sólo en el tema del poder, sin nada que decirles sobre cómo resolver sus múltiples e ingentes problemas, alejados de la agenda real de la mayoría y sin solidaridad y acompañamiento real en sus luchas, se perderá mucho de la ya menguada confianza en la oposición, y el espaldarazo moral que requiere asumir la lucha contra un modelo opresor sufrirá un lamentable tropiezo. No se diga después que los venezolanos están desinteresados de la política, cuando en realidad los que se desinteresaron por los venezolanos son otros. Hagamos lo posible para que esto no pase.

@angeloropeza182