A medida que los resultados provisionales de las diversas elecciones en los Estados Unidos Mexicanos se iban convirtiendo en casi definitivos, un exultante alto dirigente de Morena, el oficialista partido de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), exclamó rotundo: “carro completo”. De esa forma daba a entender que su partido, en realidad el de AMLO, en el sentido estricto de la palabra, había conquistado prácticamente la mayoría de los cargos, ejecutivos o representativos, disputados en los distintos niveles de la federación.
De alguna manera, estas manifestaciones recordaban a las pronunciadas en febrero por Nayib Bukele, cuando fue reelecto, y su partido Nuevas Ideas, aquí también en sentido estricto, había arrasado en las presidenciales y en las parlamentarias. Se podría argumentar que López Obrador y Bukele están en las antípodas del espectro político e ideológico latinoamericano, pero lo cierto es que la vieja idea peronista del contacto directo entre el líder y las masas, prescindiendo de la intermediación de los partidos políticos, es el pan de cada día de ambos dirigentes populistas y un punto nodal de mutua convergencia.
En el caso de México, la idea del carro completo también alude a la gran debilidad, e incluso desprestigio de los partidos tradicionales (PRI, PAN y PRD). Este desprestigio, junto con la voluntad de juntar el agua con el aceite, explican, en buena medida, la derrota de Xóchitl Gálvez, y los más que mediocres resultados de la coalición opositora. También permiten explicar el 10% de los votos conquistados, una cantidad nada despreciable, por Jorge Álvarez Máynez, candidato del Movimiento Ciudadano, partido que también aumentó su representación en el Parlamento.
Estos comicios se pueden ver como una “elección de Estado”, una elección en la cual el gobierno federal, comenzando por el presidente, utilizó buena parte de los recursos y los bienes públicos en la campaña. La acción presidencial terminó inclinando la cancha en un sentido determinado. Por eso, las constantes alusiones en las “mañaneras” a las virtudes de los nuestros y los defectos de los otros, las inauguraciones de obras públicas o la instrumentalización de los subsidios merecieron en repetidas ocasiones las críticas de las autoridades electorales.
Pese a casi 40% de abstenciones, lo cierto es que Claudia Sheinbaum llegará al Palacio Nacional con una innegable legitimidad de origen. Habrá que ver, a la vista de la herencia recibida y de los grandes desafíos que tiene México, si es capaz de convertir estos apoyos en legitimidad de ejercicio. Esto dependerá, en buena medida, de la naturaleza de sus respuestas y aciertos, así como de las iniciativas que impulse en su gobierno. La permisividad y la tolerancia popular que recibió AMLO durante su mandato, y que tanto favoreció a su proyecto de la 4T (Cuarta Transformación) no son en absoluto endosables.
La criminalidad, el narcotráfico y la violencia desatada son unos de los grandes problemas que arrastrará la nueva gestión. Habrá otros de complejidad similar como el equilibrio de las cuentas fiscales, las cuestiones migratorias o la siempre compleja relación con el vecino del norte. La mayoría de ellas se verán afectadas en el supuesto caso de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca tras las elecciones del próximo noviembre. Y, por si todo esto fuera poco, habrá que ver cómo se proyecta la larga sombra del presidente sobre su pupila. ¿Permanecerá AMLO al margen de la política desde su retiro en Tabasco o su sed de protagonismo lo llevará a marcar de cerca a la nueva presidenta?
¿Qué tipo de mayoría tendrá Morena en el Senado?
Hay todavía una cuestión pendiente de la jornada electoral. Se trata de qué tipo de mayoría, simple o cualificada (dos tercios), tendrá Morena en el Senado. Materializada la mayoría cualificada en la Cámara de Diputados aún resta saber el resultado definitivo en el Senado para ver si AMLO puede llevar adelante su Plan C. De producirse, este plan le permitiría reformar la Constitución en septiembre, de modo de poder impulsar aquellos proyectos estrella aún pendientes.
Con tal mayoría parlamentaria, el gobierno estaría en condiciones de consumar diferentes avances autoritarios sobre determinadas instituciones democráticas o de control del Ejecutivo, como la Corte Suprema de Justicia o el Instituto Nacional Electoral, que en estos últimos años han funcionado como contrapesos al gobierno, y por eso están en la mira de AMLO. De ahí también las prisas para consumar las reformas antes del traspaso de gobierno.
Tras la victoria electoral, Sheinbaum hizo un discurso claramente conciliador, llamando al entendimiento y a la concordia entre los diversos actores políticos, económicos y sociales. En principio, una excelente noticia para el futuro de México. Si a esto le sumamos la condición de mujer de la nueva presidenta es posible que la política mexicana adquiera una deriva bastante inédita. Sin embargo, habrá que ver en qué medida Sheinbaum querrá, sabrá y podrá tomar las distancias oportunas respecto de la vieja política.
No se olvide que pudo ganar de la forma en que lo hizo porque una parte considerable de la población mexicana sigue rechazando frontalmente a la politiquería. Pero, más allá de ciertas percepciones, su mentor, López Obrador, comenzando por sus orígenes priístas, tiene muchos más vínculos con la política tradicional de los que le gustaría reconocer y que tanto daño pueden hacerle a México.
Artículo publicado en el Periódico de España
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