La vida simplemente en sí misma, es una obra de arte, con todos sus dramas, compases, contratiempos, bemoles, claroscuros, luz y sombras, matices; hacer de ella una obra maestra, que se traduce en la Obra de Dios, es la tarea para cada ser que habita en todo.
Conforme a ello, la luz y la oscuridad se complementan, como el bien y el mal se mimetizan; el yin, yang como simples caras de la misma moneda; así pues, las vueltas de la vida, vienen enseñando que no existen tales cosas de positivo y negativo como contrarios, sino como adjuntos.
Dice el libro de los libros, en el Génesis, en forma de metáfora, que ángeles y demonios paseaban por el Edén con amplia libertad, mientras los hombres en su libre albedrío elegían el consejo de ambas melodías, supeditadas por el creador, ya que no hay una hoja que se caiga sin su permiso, ni un átomo que se mueva sin su voluntad.
¿Y si los hombres, en todo su andar, su búsqueda, razonamiento, han estado girando en círculos en el desierto, sin encontrar la salida del laberinto de la vida? Acaso toda lo existencia no ha sido creada para sostener el equilibrio perfecto de la creación, que importa que exista blanco y negro, cuando todo ha sido creado bajo el orden y la voluntad absoluta del creador, no es inteligente, ni mucho menos sabio, el fanatismo, ni ningún istmo de ningún lado, cuando lo que debe reinar es el amor y la compasión entre los pueblos como habitantes de esta misma tierra.
¿Qué pasa si todos los avances, descubrimientos, adelantos tecnológicos y científicos, junto con sus disertaciones acertadas de la posmodernidad, son una mirada a la mística que quedó detrás, a lo esotérico, lo hermético, a lo divino?, ¿se estará en presencia del retorno al origen de la humanidad?
La argumentación sale a colación por el hecho que hay muchas interrogantes aún por resolver, por ejemplo la construcción de las pirámides, el mismo coliseo en Roma, aún no se sabe con exactitud cómo se llevó a cabo una mega construcción de ingeniería como ésta, en todas las civilizaciones, pero se puede poner más simple, y retrotraernos al dogma de la inmaculada concepción, o el drama sobre la expulsión del jardín del Edén, la ascensión del mesías, descritas en todas las civilizaciones al cielo u otras dimensiones físicas del átomo, la resurrección de la carne, los registros akáshicos, entre otros misterios de Occidente, Oriente, Norte y Sur.
Para ponernos más en lo factible por todos, hace menos de 50 años, nadie podría imaginar que un terabyte podría caber en el dedo de una persona, cuando una computadora de 10k abarcaba todo un salón.
Hoy gracias a las revoluciones tecnológicas de la posmodernidad, ya va tomando menos importancia el hardware, para ser el software lo esencial de las máquinas y del todo, al punto de haber similitudes entre la mente humana y la Inteligencia Artificial, sin poder aún esta inteligencia artificial superar a la humana, que ha sido capaz de crear las civilizaciones más desarrolladas, jamás vistas en su riqueza.
¿Acaso con todo lo mencionado no es la posmodernidad una mirada de asombro al pasado y a lo desconocido, aún sobre las potencias de la materia, del átomo en sí? Me temo que sí.
Así pues, a estas alturas de desarrollo civilizador, es seguro la existencia de Dios, lo que sí es improbable es la realidad de las ideologías.