El fin de semana pasado los venezolanos que anhelan un país normal (democrático y próspero) sufrieron un nuevo golpe en contra de su ánimo. La noticia del sometimiento de unos diputados de oposición a la tutela de la oligarquía gobernante. Por ello no fue casualidad que todos los canales de TV que tienen programas “informativos” (dominados por la censura y la autocensura) le dedicaran tanta cobertura a dicha noticia. La intención es muy clara: seguir con la siembra de la antipolítica que facilite el control social de las mayorías. Hacer que no seamos ciudadanos sino simples habitantes o súbditos. Volver un mantra aquello de “todos los políticos son iguales, todos son unos corruptos.”
Pero la realidad es que los partidos democráticos valoraron la prensa libre y de investigación, y expulsaron a los que traicionaron la confianza que les dio el pueblo al elegirlos. Esto es lo que deberíamos resaltar y tomar en cuenta, y no seguirle el juego a los que nos quieren vencidos. Es inevitable que en uno de los países más corruptos del mundo sucedan estas cosas, lo terrible es ocultarlo y no actuar en consecuencia. Y precisamente esto es lo que no han hecho los demócratas y la dictadura vive haciéndolo. Es por ello que los que creen en las libertades siempre son mejores, a pesar de sus errores o ingenuidades, que los autoritarios.
¿Qué hacer ante la destrucción sistemática de los valores en Venezuela? Seguir sembrándolos cueste lo que cueste. Jamás ceder ante las campañas de los enchufados, ni mucho menos ante las tentaciones de asumir la doble moral. Nuestra cosecha, más temprano que tarde, se va a dar. Pero para ello debemos levantarnos todos los días y seguir haciendo nuestro trabajo lo mejor posible, dando ejemplo de honestidad y cultivo de virtudes ¡aunque parezca que somos pocos o incluso a veces uno entre miles!, ¡aunque nos digan que somos unos tontos al no aprovechar la oportunidad de robar en medio la oscuridad!
Mi esperanza está en los buenos venezolanos que siguen acá en medio de esta gran tragedia, en los que se han ido pero no han olvidado a sus compatriotas; y muy especialmente en las instituciones educativas, fundaciones y empresas; pero también en todas las iniciativas de la sociedad civil para sobrellevar el dolor y la muerte que ha sido la verdadera cosecha del proyecto chavista. La Iglesia es un baluarte que brinda ayuda y que sigue su acción pastoral de generar fe, esperanza y caridad. Y por último está nuestra larga tradición democrática, liberal y de solidaridad. Pensemos en esto cada vez que una mala noticia nos haga flaquear. Sé que ya se ha dicho muchas veces, pero no podemos dejar de repetirlo en estos tiempos de horror. No lo dudemos: Venezuela cambiará y muy pronto.
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