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Los delirios de los generales sin tropa

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La mujer del César no solo debe serlo sino parecerlo

Julio César

A Juan Pablo Guanipa muchos le aconsejaron no enfrentar a los Rosales en las primarias de 2017, ya se había medido contra ellos anteriormente y su palmarés no vaticinaba nada positivo. En las semanas previas a las primarias Manuel había sido liberado de la cárcel y el recibimiento que le dieron fue apoteósico. Por su parte, Evelyng de Rosales participaba en la justa electoral como flamante alcaldesa de Maracaibo. El colosal desafío que Guanipa enfrentaba lo llevó a realizar una apuesta arriesgada: se lanzó a la calle con quienes protestaban en ese 2017 y radicalizó el discurso en contra de Maduro y Francisco Arias Cárdenas de manera casi suicida. Al mismo tiempo, en la otra esquina, su contraparte presentó una propuesta moderada donde se ofrecía darle continuidad a una exitosa gestión de gobierno. No arremetieron con demasiado fervor contra el chavismo, y bueno… pasó lo inverosímil: Guanipa derrotó a la aplanadora de Un Nuevo Tiempo en el Zulia. Habiéndose alzado en la primarias, profundizó la vehemencia del discurso y venció al gobernador en ejercicio semanas después. Los hechos posteriores constituyeron, a mi juicio, un grave error político, pero el foco de este texto se centra en lo electoral.

Con las versiones de Henrique Capriles de 2012 y de 2013 ocurrió algo similar. El Henrique que se enfrentó a Hugo Chávez respetó demasiado a su contrincante, elaboró un discurso de reconciliación y reconoció algunos logros de la gestión chavista.

La campaña levantó a buena parte del país, pero no le alcanzó… el galáctico le ganó sin derecho a pataleos. En 2013 se presentó a la contienda electoral un Henrique Capriles muy distinto, un representante legítimo de la rabia e indignación de una gran porción del país. En esa campaña Capriles se atrevió a bajarle los pantalones a Nicolás Maduro hasta convertirlo en objeto de burlas. La campaña de “Henrique el pendenciero” desequilibró tanto a Maduro que terminó despilfarrando en un mes la ventaja de 20 puntos heredada del nuevo huésped del Cuartel de la Montaña. Nadie ha maltratado tanto a un inquilino de Miraflores como esa versión de Capriles. Los resultados quedan para la historia, unos creemos que ganó y otros que no, pero lo cierto es que el que puso más carne en el asador fue electoralmente más exitoso.

En pleno 2023, con el país arruinado, con una corrupción galopante, con atropellos a derechos humanos y con inhabilitaciones arbitrarias. Hay quienes sustentan sus posibilidades en la experiencia chilena que vio a Patricio Aylwin llegar al Palacio de La Moneda sin figurar entre los favoritos. Pero dicha analogía es inconexa, pues esa oposición chilena era una fuerza monolítica consustanciada con las causas populares. Esa coalición jamás negoció a destajo, ni defendió cuotas individuales o proyectos económicos; en tanto que la candidatura de Aylwin no fue sacada de una chistera sino que fue el producto de acuerdos muy serios de una oposición que entendió el momento histórico que atravesaba.

En nuestra selva política vemos como algunos son bastante licenciosos al aludir a Maduro, pero muy severos al referir las deficiencias de la oposición, tal conducta les ha ocasionado la desconfianza del ciudadano común provocando estancamiento, como resultado natural del exiguo interés de parte del elector no partidista. Pareciera que les corre un frío por el espinazo a la hora de confrontar al gobierno, les tiemblan las piernas cuando son emplazados a asumir posiciones y se esconden cuando se les pide su juicio en temas cruciales. En las horas aciagas los veremos, como El Führer, dándole órdenes a ejércitos imaginarios y esperando que resistan por ellos gente que no los quiere. Nunca llegarán aquellos que se han constituido como mercaderes, cuyo móvil es más económico que político. Por eso es que el tufo a ambigüedad es tan nauseabundo.

Lo que aviva la participación en las primarias es la vocación a desafiar de forma clara y contundente a la pandilla de cleptómanos que gobierna, lo demás es intrascendente. Todo indica que el tema ideológico ha quedado diferido, también las ofertas de campaña e inclusive el perfil de sus colaboradores más directos; hoy parece que lo crucial se centra en la convicción que se romperá con un modelo político que solo ha causado atraso y miseria.

Con franqueza: las conversaciones efectuadas luego del primer debate son un buen síntoma en la dirección a construir una unidad real, entendiendo que la misma no es la uniformidad del pensamiento sino la suma de esfuerzos en dirección a un propósito común y eso no se logrará con fotos engañosas, equipos decadentes, ni discursos desgastados.

Ojalá aquellos que albergan esperanzas en ser entronizados gracias a la indulgencia del régimen o quienes piensan que “El método Nicaragua” será condescendiente con ellos suspendan esa cavilación y centren su energía en edificar, dentro de nuestra heterogeneidad, una alternativa tan fuerte como la que arrebató el mando al general Augusto Pinochet.

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