OPINIÓN

Los compadres del dictador

por Christian Hopkins Christian Hopkins

Tras el fracaso que supuso el golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo el miércoles de esta semana, son pocas las opciones que le quedan al criminal —y brevemente dictador— chotano para evitar acabar unas cuantas décadas en prisión.

Poco después de anunciar la disolución del Congreso, la intervención del Poder Judicial y la convocatoria de elecciones para una Asamblea Constituyente; se supo que Castillo estaba dirigiéndose a la embajada de México en Perú para buscar refugio diplomático y asilo político tras el completo fracaso del golpe de Estado que intentó perpetrar. Esto último fue confirmado en declaraciones públicas por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México.

Afortunadamente, Castillo fue vacado y capturado antes de siquiera salir del Centro de Lima. Sin embargo, desde la sede de Diroes donde se encuentra detenido, ha solicitado formalmente el asilo político a AMLO aludiendo a una supuesta persecución política.

La defensa legal de Pedro Castillo considera que el golpe de Estado perpetrado el pasado miércoles fue solo una manifestación de intenciones que no configura ilícito penal, y que la actuación inmediata y eficaz de nuestras instituciones republicanas frente a dicho golpe son parte de una persecución política que instrumentaliza la justicia.

Así, Castillo continúa con el victimismo y con la mitomanía, ya no como Presidente de la República, sino como delincuente detenido en flagrancia. Lamentablemente, tiene grandes amigos que, desde sus posiciones de poder en el exterior, difunden y apañan su versión de los hechos.

La reacción de los compadres

Cuando a finales de 2020 Evo Morales cayó en desgracia tras las acusaciones de fraude electoral y las manifestaciones masivas que lo forzaron a renunciar, huyó hacia México, donde AMLO le concedió el asilo político, arguyendo que la vida del ex presidente boliviano se encontraba en riesgo.

En su momento, la cancillería de México calificó lo ocurrido en Bolivia como un golpe de Estado y llamó al respeto del orden constitucional y la democracia en Bolivia. Hoy, AMLO minimiza la gravedad del golpe de Estado perpetrado por Castillo y culpa a las élites económicas y políticas de forzarlo a patear el tablero.

Por su parte, Gustavo Petro, el ex guerrillero que hoy es Presidente de Colombia, consideró que Pedro Castillo fue arrinconado por ser un profesor de la sierra y que, si en algo se equivocó, fue en tratar de disolver constitucionalmente el Congreso. No mencionó ni condenó el golpe perpetrado por Castillo, tampoco habló de las innumerables acusaciones de corrupción que este último coleccionó durante su mandato.

Finalmente, Evo Morales, amigo cercano del ex presidente peruano, solicitó que la CIDH actúe para preservar la vida de Castillo, quien habría sido víctima de “una conspiración antidemocrática, política y mediática destinada a perseguir, hostigar y atentar contra un gobierno popular”.

Desde esta columna, condenamos que presidentes y políticos extranjeros justifiquen el golpe de Estado del 7 de diciembre y continúen difundiendo el mito victimista del pobre maestro rural al que no le dejaron ser Presidente, ¿Cómo pueden llamarse demócratas?

En nuestro caso, tuvimos suerte de tener una ágil actuación de nuestras instituciones republicanas y de la ciudadanía y pudimos librarnos del dictadorzuelo en poco más de dos horas, pero no todos tienen la misma suerte.

En Latinoamérica, países como Cuba, Venezuela y Nicaragua son gobernados por dictaduras que, además de mantener a su población en la más miserable pobreza, vulneran sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos ante el silencio cómplice de los mismos mandatarios que hoy defienden a Pedro Castillo.

¿Qué hubiera pasado si el golpe de Castillo hubiera sido exitoso?, ¿contaría con el apoyo incondicional de los compadres de la izquierda latinoamericana?

Nos inclinamos a pensar que sí, y eso es sumamente preocupante pues el fantasma de las dictaduras sigue acechando a nuestra región del mundo. Por ello, como ciudadanos, no debemos nunca bajar la guardia ni desaprovechar la oportunidad de condenar un golpe de estado o una dictadura allí donde la veamos.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú