En el ocaso de la cuarta república y tiempos de la antipolítica, Hugo Chávez supo en un momento histórico apoyarse en discursos redentores y como resultado ganó la presidencia en el año 1998, una victoria también llamada por sus seguidores victoria popular. Desde un primer momento el comandante conectaba con un pueblo que buscaba desesperadamente un líder para construir los cambios necesarios en lo político, económico y social, los estratos D y E creían que habían encontrado una esperanza, un aliado, un mesías, una luz en su invisible vida. Hoy en día en Venezuela se puede afirmar que los votantes experimentan una parálisis por el cambio de paradigma socio-político y una desmotivación en muchos votantes que desde su expresión se vienen negando a participar y otros a votar por los candidatos de Maduro. Sin embargo, la actual narrativa de Venezuela se desliza en alegorías de permanentes contradicciones. Los críticos a la gestión de Maduro, quien es el sucesor del comandante, lo acusan directamente de muy mala praxis administrativa y de cometer excesos con significativos recursos estrategicos para el equilibrio y desarrollo de la economía nacional.
Ya no hay eventos y decisiones articuladas a las temáticas económicas y políticas que no sorprenden a la mayoría de los venezolanos y más si viene del gobierno Maduro. En la lucha diaria, emergen nuevos y viejos actores, realidad que conecta al análisis en la dinámica sociohistórica de Venezuela. Si enfocamos la aguda crisis que transita el país, observamos y percibimos que nuevamente se está fraguando una reconfigurada sociedad civil asociada a la crisis de credibilidad de las instituciones públicas por sus diversos nudos críticos, y al crecimiento de una reflexión que se mueve en el complejo existencialismo humano, derivándose una clara interpelación hacia la actual clase política en general, terreno fértil para la antipolítica.
Diversos eventos se alinean a diario en todos los contextos regionales y locales, surgen nuevos rostros, realidad que tiene correspondencia con la energía positiva de estos nuevos actores sociales que vienen desafiando al gobierno de manera frontal y discreción. Los diversos estratos sociales se sienten molestos por el discurso y las siniestras prácticas hambreadoras de los revolucionarios para someter a un pueblo noble y fiel a los ideales democráticos. Debemos valorar a la Iglesia, los jóvenes estudiantes, algunos sindicatos y líderes políticos nacionales, regionales y hasta municipales, nuevos actores de la sociedad civil… quienes elevan su voz apuntalados en su valor. Se debe dejar muy claro que las propuestas alternativas a una salida democrática no pueden apuntar en la pretensión de pactar el todo con Maduro e hipotecar posiciones y acabando los sueños que se crean en la ofensiva diaria por rescate de la democracia y la libertad; como tampoco seguir justificando la ilusión de un golpe de Estado como la salida más inmediata a la crisis venezolana.
La dinámica se inscribe en el entrelazamiento entre los nuevos actores y viejos actores será la reacción defensiva frente al avance del perverso proyecto neomarxista totalitario de Nicolás Maduro. Venezuela vive una ola de aisladas protestas por falta de gasolina, gas, agua, luz, comida, hambre… además, la mayoría de los opositores exigen elecciones presidenciales. La gente está reflexiva, angustiada, agotada, sonámbula y sabe que el problema es el gobierno de Maduro.
Es innegable que Nicolás Maduro está débil, sin apoyo popular, más violento que nunca, embriagado de la sinrazón, llevándose por el medio de manera muy ruda a todos los principios de valores democráticos y de justicia, lo grave es que no piensa en el mañana que sí existe y en su momento lógico el gobierno va a caer. Es un axioma, los cambios en la política siempre serán inevitables, es decir, que todavía hay espacio suficiente para la fe y la esperanza en el cambio político este 2021 y 2022.
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