Todos sabemos lo poco que quiere el régimen del terror a las universidades: las aborrece. Son parte sustancial de sus enemigos naturales. Se crea conocimiento; se produce pensamiento. Pensamiento no unidireccional, como al régimen le interesa.
Quien lea el proyecto de ley podrá percatarse a simple vista de sus intenciones: terminar de desarticular a las universidades. Tomar el control absoluto, sin cortapisas. De hecho, lo fundamentan en el retrógrada concepto de Estado docente, en el que totalitariamente al Estado no se le escaparía ningún aspecto de la educación. En el decir de Prieto Figueroa: si el régimen es fascista la educación ha de ser fascista. Su palabra alcance el entendimiento del propósito. Y más: se tiende con el proyecto de ley al pensamiento único, a vincular las universidades al Estado comunal. A perderlas en el vacío. A entregarlas a los vecinos. Los planes incluyen direccionalidad colegiada de un grupo que sustituiría al Consejo Nacional de Universidades donde habría más trabajadores que profesores, por ejemplo. Las elecciones rectorales las impondría el régimen según su criterio tan plural y magnánimo. Las carreras, los ingresos y las cátedras se verían severamente afectados. Los cursos estarían dirigidos a sustentar económicamente al Estado y no a crear e impartir conocimientos. Apunta al deslave institucional y a la apropiación por parte del régimen de todo el quehacer universitario. Todo se decidiría, centralizadamente, en el «ministerio». Para rematar: este proyecto, con algunos borrones y tachaduras menores, es el mismo de 2010 que vetó Hugo Chávez. Sobraban las razones.
Pero, sospechan, por algún motivo, que llegó el momento de avanzar sobre las universidades, sobre el país. Debemos extender a toda la sociedad y, sí, a los partidos políticos interesados en el rescate de la libertad como miembros de ella, a los destacados religiosos, a los trabajadores y obreros de otras especialidades a defender la institucionalidad universitaria. Todo el país con aspiraciones democráticas debe sumarse, debemos convencerlo en procura de solidificar las universidades.
¿Por qué el régimen cree que llegó el momento de avanzar contra la universidad y contra la sociedad? Desprestigiado y resquebrajado el mundo político, aminorada por miedo o por necesidad de servicios elementales como la alimentación la mayoría de la población, invadidos por la enfermedad global o por las particulares sin atención alguna; la sociedad política y organizacionalmente se ha venido a menos. La han despedazado a propósito y la universidad no escapa de ese macabro plan. Es más, forma parte fundamental del plan descarnado. Está entre los últimos bastiones de resistencia; por eso resulta tan importante para ellos y para nosotros. Para ellos arrollarla y para nosotros defenderla.
Tenemos que cerrar filas en defensa de la universidad contraviniendo ese proyecto de ley que atropella hasta el concepto mismo de universidad y el de educación. El Estado docente de principios del siglo XX no calza ya. La universidad debe tender a una mayor libertad, a una mayor pluralidad, a una apertura general al entendimiento de todas las corrientes del pensamiento universal. No debe ser un parcelamiento político comunista, como la quieren pintar y la pintan los feroces gestores del proyecto con las armas detrás. La universidad debe luchar por su libertad y por su independencia como garantiza la Constitución con la autonomía que no es solo una mención en tinta. La libertad del país; la democracia del país están asociadas a su universidad.
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