El escritor Tomas Eloy Martínez escribió en 1995 la novela Santa Evita, para los entendidos una mixtura de realidad y ficción. Pero para “la verdad” una evidencia del “peronismo”, fenómeno político que para el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Texas, Jean-Claude García-Zamor, puso fin a “una bien educada pero cerrada y exclusiva élite que dominaba al gobierno argentino hasta antes de los años cuarenta”. La meta, “un complejo de medidas con miras a hacer de la estructura social y política del país de ‘los pibes’ más equitativa”. El nombre de la fórmula “justicialismo”. El autor, Juan Domingo Perón, quien deja, en lo que a la nomenclatura respecta, una mezcla del apellido (“Perón”) y el sufijo “ismo”, esto es, “Peronismo”, el cual ha venido acompañando a la política argentina, cuanto menos, hasta estos días, pues enfrenta, como advierte Federico Rivas Molina (El País, Agosto 14, 2023), “un terremoto que nadie vio venir”, esto es, el triunfo en las elecciones primarias de hace horas, por parte de Javier Milei, con las consignas “acabaremos con el kirchnerismo y la casta política parasitaria y chorra (ladronismo) que hunde al país”. Para Rivas Molina, Milei se arrogó el papel de único opositor tanto del gobierno peronista como de “la derecha tradicional” abroquelada tras la figura de Mauricio Macri”. Argentina, pudiéramos expresar que ha dado un paso al frente, pero el problema es que pareciera no saberse en qué consiste. No deja de ser “un veremos”.
Los analistas de la problemática suramericana han dedicado ya un largo tiempo en la identificación de las causas de “la desesperanza de la democracia”, identificando a 1. El desprestigio y la poca credibilidad de la dirigencia política, 2. Una política social ineficaz, 3. El abismo entre ricos y pobres, 4. La corrupción y 5. El narcotráfico, con un énfasis particular en los denominados narcoestados. Para las fuentes en aquellas regiones donde la mezcolanza sea más compacta, la imaginación induce a una especie de coctelera full de hábitos perversos (la chorra, ladronismo, delincuencia para Milei), la cual tiene ya cierto tiempo enchufada en “On”, salpicando a un gentío. El mundo de las propuestas, sin importar, su viabilidad es “el pan de cada día”. Javier Milei dolarizará la economía, reducirá al mínimo el Estado, derogaría la ley de aborto y promovería la venta de órganos. Y terminó siendo el candidato a presidente más votado en 16 de las 24 provincias, incluidas Córdoba, Santa Fe y Mendoza, tres de los principales distritos. Si le entendemos bien, para el economista, profesor y diputado por Buenos Aires desde el 2021, da la impresión de “que nada gusta, nada sirve y nada es bueno”, por lo que en alusión a su apellido (“Mi” “Lei”) ha propuesto su propia “Ley”. Se escuchan ya, ante los temores, conversaciones entre otros candidatos en procura de acuerdos para impedir que “La Libertad Avanza” de “don Javier Gerardo” siga “avanzando”. Probablemente “la poca credibilidad en los políticos”, evidenciada por la poca concurrencia a las elecciones argentinas (“ausentismo récord”, para The Media), constituya un obstáculo para detener a Milei.
Han de tenerse presente, en el contexto de un analisis objetivo de las américas, las manifestaciones esperanzadoras en algunos países del continente, las cuales admitió Francis Fukuyama como “la expansión de la democracia durante el siglo XX”, apreciación que encontró en el profesor de Harvard, Samuel Huntington, la sabia advertencia de que “la democracia avanza por olas, sustituidas por otras antidemocráticas”. Las divergencias acentuadas en las páginas del libro El pueblo contra la democracia (Yascha Mounk), en cuyas páginas se rinde cuenta de que la humanidad evoluciona hacia regímenes autoritarios (Nuestro mundo parece haber entrado en ebullición. Varios populismos autoritarios han accedido al poder en países como la India, Polonia o Estados Unidos… Es muy posible que, de resultas de ello, la democracia misma esté corriendo un grave peligro… Tenemos muy poco tiempo que perder: esta podría ser nuestra última oportunidad de salvar a la democracia). Luis Fleishman, PhD en sociología, acota que “en América Latina los partidos políticos y sus líderes pasaron a ser partidos de notables y concentrados en su poder personal. Y con raras excepciones, el sistema constitucional murió muy temprano con golpes de Estado o continuas guerras civiles”. Y adiciona: “Ningún sistema constitucional sobrevive solamente por el hecho de escribir una Constitución. Se requiere principalmente una práctica constitucional y una cultura que lo apoye” (INFOAE, junio 2023). Y los analistas Pablo Besmedrisniky y Slomit Milchiker, en lo referente a Argentina concluyen en que hoy tenemos un compromiso vital con la posibilidad de acceder a un futuro diferente, de elegir, de cambiar, de descubrir las posibilidades que efectivamente existen. El compromiso es clave para alcanzar lo que desea lograr, y es la base para cualquier cambio intencional en dirección al futuro deseado. Esto, siempre y cuando nos comprometamos con esa posibilidad y tomemos las medidas que lo harán posible. El compromiso es lo que transforma una promesa en realidad, es hacer que las cosas pasen. Y termina remarcando “son las acciones que superan a las palabras” (INFOAE, julio 2023).
La Argentina gloriosa de antaño (la economía y el granero más grande del mundo, un nivel educativo de avanzada, la cultura, en la casi totalidad de sus manifestaciones, la educación incuestionable, el romance vivido en el tango y decenas de otras buenas realidades), no ha escapado de las dictaduras, esa odiosa fórmula para gobernar, inspirada en “el gendarme necesario” y estos nombres resuenan: 1. Dictadura de José Félix Uriburu (1930-1932), Revolución del 43 (1943-1946), Revolución Libertadora (1955-1958), Revolución Argentina (1966-1973) y Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). De esta última se comenta que “fue la más cruenta sufrida por el país”.
El reto para Javier Milei de resultar electo presidente no deja de ser enorme. Y de la misma magnitud para aquel que logre derrotarle en las elecciones presidenciales.
Tal vez, volvamos a preguntarnos entonces ¿por qué y por quiénes sufragaron nuestros admirados pibes?
Y que alguien como Tomás Eloy Martínez no tenga que escribir “San Javier”.
Comentarios, bienvenidos.
@LuisBGuerra
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