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Los antagonistas de Superbigote

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La existencia de Batman, carece de todo sentido sin la maldad de “El Pingüino”, “El Acertijo”, “El Guasón” o “Gatúbela”, sin sus antagonistas, a quien combatiría, contra quien utilizaría sus ingeniosas armas, sin enemigos, Batman es un insulso hombre de negocios con una vida corriente como la de cualquier mortal. Muchos creadores se han esmerado tanto en dar forma a los villanos, que en ocasiones estos acaparan la preferencia del público, aún por encima del mismo superhéroe.

Dentro de cualquier trama literaria que gira en torno a un héroe o sujeto con rol protagónico, debe existir necesariamente un antagonista, sin antagonista no hay conflicto que resolver, no hay cómo mantener al público expectante.  Alejandro Marcos, en su blog de “Consejos de escritura”, escribió que el buen antagonista encarna la fuerza opositora que debe enfrentar el protagonista para conseguir su deseo. El antagonista, dice, debe desear algo también, con la misma intensidad con la que el protagonista lo hace, ambos se enfrentan tratando de superar los obstáculos que el otro le pone.  Lucía Jiménez, por su parte, sostiene que el antagonista es imprescindible para que se produzca el conflicto, de no ser así, el protagonista pudiese alcanzar su meta desde el principio, y nos quedaríamos sin historia. Se trata entonces de un recurso literario muy manoseado, que en ocasiones pasa de la ficción a la realidad, sobre todo en el ámbito político, en el que los autócratas necesitan contar con enemigos que alimenten su falsa épica. Advierten algunos autores que no siempre el protagonista es un héroe con valores o principios dignos de imitar, como tampoco el antagonista es siempre un sujeto que encarna la maldad, incluso ambos roles pueden intercambiarse dependiendo del narrador, pues el protagonista puede ser fácilmente quien encarne el comportamiento repugnante.

Fidel Castro, por ejemplo, alimentó por décadas la existencia de supuestos antagonistas. Como en Estados Unidos el liderazgo se alterna y modifica con el periodo presidencial, optó por inventar un paraguas que los identificara a todos por igual sin importar el signo político. Este antagonista era el Tío Sam o el Imperialismo, a partir de esa racionalidad, no hubo matices, ni grises ni puntos de vista. Toda la política y el poder de Estados Unidos era el enemigo a vencer, incluso cuando éstos por momentos, no tuvieran postura particular sobre la isla y su gobierno. Todos los días anunciaban convenientemente una invasión yanqui por venir, que nunca ocurría, pero que era muy útil para distraer a la población.

El enemigo es fundamental para mantener la épica del pequeño enfrentando al gigante; la gloriosa “revolución” mata de hambre a la población y le trunca cualquier opción de progreso, pero está en eterna lucha contra un enemigo enorme al que ha logrado doblegar, porque eso sí, doblegarlo implica que los mismos revolucionarios de siempre se mantengan en el poder hasta su muerte, la alternabilidad o la democracia, es el triunfo del imperio. Lo increíble es que esta idea tan absurda, sigue teniendo adeptos a pesar de los resultados nefastos para la población.

Pero Maduro no la tiene fácil, los barbudos bajaron de la Sierra Maestra y tomaron el poder con las armas, eso según ellos les autoriza a mantenerse viviendo privilegiadamente y mandando, de forma eterna. Chávez, inventó su propia épica del 4 de febrero, una disparatada operación que contó con la vista gorda de buena parte de la Fuerza Armada según ha revelado Carratú en varias entrevistas. Insólitamente, un sector intelectual del país hizo elogios a semejante aventura criminal contra las instituciones, libros y artículos de opinión justificaron el golpe, y junto al “por ahora” prácticamente en cadena nacional, catapultaron al irracional y primitivo soldado hacia el poder, sin que pagara la deuda que tenía con la justicia.

Nicolás ni siquiera una operación fracasada tiene para exhibir, carece de logros académicos o intelectuales, tampoco tiene algún acto valeroso al servicio de la comunidad, no fue destacado en el deporte, el arte o la creación, mucho menos en la política, en la que sus disparatadas peroratas, forman parte de la comedia universal. A eso hay que añadirle una historia familiar inexistente, no se sabe donde nació, ha ocultado deliberadamente a su familia, por lo que tampoco puede decirse que es el hijo de. Nadie conoce sus aportes en el sector sindical, por el contrario, trabajadores de su tiempo en el Metro de Caracas, lo describen como un trabajador poco responsable y para nada destacado, eso explicaría su particular ensañamiento con este sistema de transporte al que ha dejado en ruinas.

Sin embargo, nada de esto le ha impedido proyectarse como un protagonista que enfrenta enemigos internos y externos a los que desea derrotar, éstos, según su narrativa, son el obstáculo que impide arribar a un porvenir glorioso y revolucionario, que nunca llega y que nunca llegará, por cierto. Es por eso que Maduro se inventa enemigos recurrentes.

El cambio de gobiernos en Colombia y Brasil, le obligó a replantear a los sospechosos de siempre. Cuantos apagones, falta de combustible o supuestos actos terroristas le atribuyó al gobierno del presidente Duque, o de cuantos sabotajes y tretas diplomáticas responsabilizó a Bolsonaro. Ahora sin esos “enemigos”, se inventa un nuevo antagonista externo, inexistente por demás, a los que ha llamado los “TANCOL”, que es el acrónimo de terroristas, armados, narcotraficantes de Colombia. Esos grupos según él, creados por la oligarquía colombiana (no podía faltar), tienen como objetivo sabotear los servicios públicos (lo que no hace falta pues el chavismo ya los saboteó todos), generar violencia y desestabilizar la paz revolucionaria.

Mas de 150 operativos policiales y militares se han implementado para combatir a los TANCOL, sin que se conozcan los resultados. No se ha informado sobre incautaciones de drogas, armas o explosivos, pero si de una estela de violaciones de derechos humanos, como allanamientos de viviendas sin orden judicial, detenciones arbitrarias, intervenciones en la privacidad, robos, y en fin un estado de terror generalizado, mayoritariamente en la población fronteriza. Este enemigo fantasma como lo ha llamado la organización Isight Crime, es conveniente desde la narrativa, y desde la capacidad de desarticular cualquier movimiento civil que intente reclamar derechos básicos como el acceso al gas o al agua. Maduro pretende erigirse como el adalid de la protección de la población, a quien defiende de los imaginarios TANCOL, los antagonistas de su falsa épica.

Pero mientras intenta distraer con su enemigo ficticio, les declara la guerra a las organizaciones de la sociedad civil. El movimiento sindical, estudiantil y gremial, es objeto de persecución a través de su brazo de represión predilecta como es el sistema de justicia (así en minúsculas). El fiscal fabrica expedientes y supuestas pruebas para procesar penalmente a todo aquel que ejerza el peligroso oficio de exigir derechos constitucionales. Se condena, apresa, allana, tortura e incrimina a diestra y siniestra. Todos los perseguidos y encarcelados tienen en común haber dado visibilidad a la necesidad de mejores condiciones de vida. En épocas pre electorales, el régimen apunta a un enemigo y actúa despiadadamente contra él. En 2015 antes de las elecciones parlamentarias, acusó de terroristas y paramilitares a humildes familias colombianas que habitaban en la frontera de Táchira, más de 25 mil fueron expulsados, dejando territorio libre a grupos irregulares que actúan como sus aliados.

A falta de enemigos reales, la dictadura los inventa, y a falta de logros, bueno es un muñeco plástico que llene con fantasías la caótica realidad.

@MundarayZair 

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