Cuando la Unión Soviética puso el Sputnik en órbita en 1957, los responsables de las políticas occidentales, en Estados Unidos y otras partes, entraron en shock al darse cuenta de que habían quedado muy rezagados respecto de su archirrival. Al haber quedado fuera de guardia, rápidamente movilizaron un esfuerzo arrollador destinado a recuperar terreno y, en el proceso, sentaron las bases para el GPS, los servicios de banda ancha de Starlink, las comunicaciones militares y muchas otras tecnologías que mantienen zumbando al mundo moderno de hoy.
Actualmente, las cadenas de bloques y los activos digitales tienen el mismo potencial transformacional que tuvieron las comunicaciones satelitales para la generación anterior. Sin embargo, a pesar de los reclamos de un mayor liderazgo norteamericano en esta área -inclusive en la propia “orden ejecutiva sobre criptomonedas” del presidente norteamericano, Joe Biden, el año pasado-, Estados Unidos corre el riesgo de quedar rezagado a nivel global.
En la carrera espacial original, el gobierno federal de Estados Unidos lideró una campaña a nivel nacional para invertir en educación STEM (sigla en inglés que corresponde a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), creó la NASA y, finalmente, llevó astronautas a la luna. En definitiva, ganar la carrera también le permitió a Estados Unidos alcanzar una posición dominante en muchos sectores tecnológicos clave. Estados Unidos se impuso porque el gobierno le dio a la libre empresa y a la ingeniosidad humana un destino común y una misión compartida.
Hoy, quienes compiten por una ventaja en el universo de las monedas digitales incluyen bancos y, también, actores privados, algunos de los cuales son abiertamente hostiles a Estados Unidos y sus aliados. Actualmente, 114 países (que representan el 95% del PIB global) están considerando lanzar una moneda digital de banco central y, en los últimos años, el ecosistema de criptomonedas y activos digitales ha explotado en tamaño (y, a veces, simplemente ha explotado).
Por empezar, la administración Biden se ha comprometido plenamente a mantener a Estados Unidos a la vanguardia de las tecnologías que sustentan la seguridad nacional y la competitividad económica futura.
La Ley de Ciencia y CHIPS de 2022, una legislación bipartidista, ofrece inversiones gubernamentales gigantescas para fomentar la fabricación doméstica de semiconductores y la investigación y desarrollo en informática cuántica, inteligencia artificial y otros campos. Y, por razones estratégicas similares, la administración también ha reforzado los controles de las exportaciones para impedir que China acceda a las ventajas militares y económicas de la tecnología norteamericana. Como explicó el año pasado el asesor de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, Estados Unidos piensa “mantener el mayor liderazgo posible” sobre sus rivales.
El dinero es tan importante desde un punto de vista estratégico como los semiconductores. Es un secreto a voces que el papel del dólar estadounidense como moneda de reserva dominante del mundo ha sido, desde hace mucho tiempo, una fuente importante de poder global para Estados Unidos. El dólar importa no sólo porque se lo utiliza normalmente en las transacciones internacionales, sino también porque sustenta un sistema de pagos, finanzas y ahorros basado en reglas mucho más amplio.
La Casa Blanca ha señalado que entiende lo que está en juego.
La orden ejecutiva del año pasado acentuaba que “Estados Unidos tiene un interés en la innovación financiera responsable, en ampliar el acceso a servicios financieros seguros y asequibles y en reducir el costo de las transferencias de fondos y pagos domésticos y transfronterizos, inclusive a través de una modernización constante de los sistemas de pago públicos”. El objetivo, continuaba, es “fortalecer el liderazgo de Estados Unidos en el sistema financiero global y en materia de competitividad tecnológica y económica, inclusive a través del desarrollo responsable de innovaciones de pago y activos digitales”.
Sin embargo, en lo que concierne a los activos digitales, las acciones recientes de la administración Biden van en contra de los objetivos manifestados. En los últimos meses, las medidas de ejecución agresivas de la SEC, las advertencias de la Casa Blanca y un capítulo entero dedicado a condenar los activos digitales en el Informe Económico del Presidente amenazan con transformar el “cripto invierno” (en gran medida autoinfligido) en una era de hielo.
La historia sugiere que estas acciones podrían ser contraproducentes. Una ejecución tan contundente tiende a empujar a los participantes del mercado a plataformas sin ninguna supervisión, a exposiciones a riesgos opacos y a historias de controles laxos del riesgo financiero. Si esto se convierte en una tendencia más amplia, el resultado podría ser sistemas de pago globales paralelos que no respondan a las normas de cumplimiento actuales.
Si Estados Unidos echa por tierra la regulación de los activos digitales, podría quedar rezagado en un sector con un enorme potencial comercial e implicancias importantes para la seguridad nacional. En una economía cada vez más digital, la infraestructura financiera mayoritariamente análoga de Estados Unidos se está volviendo obsoleta -plagada de costos elevados, demoras frustrantes, espacios protegidos que balcanizan a los usuarios y vulnerabilidades agudas como los puntos únicos de fallo.
Afortunadamente, hay tecnologías basadas en cadenas de bloques administradas de manera responsable que ya están solucionando muchos de estos problemas, permitiéndoles a millones de personas en la base de la escalera económica enviar, gastar y ahorrar dinero bien ganado con la misma seguridad, bajo costo y velocidad que un mensaje de texto.
En diciembre, la Agencia de la ONU para los Refugiados lanzó un programa piloto para ofrecer asistencia en dinero digital de acceso universal a los refugiados de guerra ucranianos. Fue solo una muestra de cómo la asistencia humanitaria puede escalar mediante sistemas de pago casi instantáneos, móviles, rastreables y resistentes a la corrupción.
Mientras tanto, en países donde la inflación es galopante, la gente recurre a dólares digitales fiables como una reserva de valor. Millones de trabajadores migrantes envían remesas de dinero a sus hogares sin tener que pagar honorarios exorbitantes por hacer transferencias, y las empresas reconocen, cada vez más, los beneficios de la tecnología de la cadena de bloques para mejorar las cadenas de suministro.
Estados Unidos tendría que estar dispuesto a escalar estos esfuerzos para garantizar que el futuro del dinero, de los pagos, de la filantropía y del comercio siga anclado en dólares. El Congreso debería intervenir para ofrecer un marco legal y regulatorio constructivo para la industria de los activos digitales, empezando por sancionar leyes sobre las monedas de precio estable para realizar pagos. La buena noticia es que el Comité de Servicios Financieros de la Cámara Baja acaba de presentar un borrador de legislación que codificaría normas importantes para las reservas, la transparencia y la interoperabilidad. Estas son protecciones vitales para los consumidores. Las monedas de precio estable deberían ser la respuesta de Estados Unidos a los marcos de dinero electrónico y activos digitales que están surgiendo en todo el mundo.
Estados Unidos, tradicionalmente, ha enfrentado los desafíos estratégicos explotando las fortalezas únicas del sector público y privado. Los esfuerzos en curso en materia de desdolarización, el desarrollo de sistemas de pago paralelos y la creciente demanda global de dinero accesible de manera universal son rasgos de uno de los desafíos económicos clave que enfrentamos. La manera en que se gane la carrera de las monedas digitales será tan importante como quién la gane. Si crea condiciones que mantengan bajo control las industrias nacientes de la cadena de bloques y de los activos digitales, Estados Unidos puede quedar muy por delante de la manada.
Dante Alighieri Disparte es director general de estrategia y responsable de Políticas Globales en Circle.
Copyright: Project Syndicate, 2023.
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