OPINIÓN

Los 2 Papas no es lo que se piensa

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

Al ver el tráiler del filme nominado a tres Oscar (entre ellos el de Mejor Película) Los 2 Papas (Fernando Meirelles, 2019) quedé fascinado por su tema y la “química” que transmitían estos dos grandes actores que son Jonathan Pryce como el cardenal Jorge Bergoglio y Anthony Hopkins como el papa Benedicto XVI-Joseph Ratzinger. Pero poco a poco fui leyendo críticas que señalaban su maniqueísmo y desapego con la realidad histórica, y se puede decir que llegué a ella con prejuicios.

A pesar de ello descubrí en el largometraje el desarrollo de una vieja afirmación de G. K. Chesterton: la eterna juventud de la Iglesia Católica que se expresa en una constante renovación cuando muchos creyeron que estaba muerta. Si hoy los escándalos de pederastia en un grupo de curas entre otros y la pérdida de seguidores parecen hablar de un declive, la película termina mostrando que con la elección del papa Francisco se ha dado un renacer lleno de vitalidad.

La trama se debe ver como lo que es: una ficción sobre las causas de un hecho histórico. Y con la siguiente afirmación no realizo un spoiler, pero nada señala ni existen pruebas que la renuncia de Benedicto XVI haya sido debatida con el entonces cardenal Bergoglio. Esta versión de la realidad tiene como objetivo mostrar la personalidad y posición ante la Iglesia del cardenal. Lo lamentable es que para ello se caiga en dos medias verdades: el papa Francisco no es un liberal extremo que busque aprobar todo la agenda de los críticos del catolicismo, ni Benedicto XVI concentra en su personalidad y actitudes el inmovilismo y tradicionalismo extremo de algunas minorías dentro de la Iglesia. Al menos a medida que se desarrolla el filme esto parece cambiar.

Se disfrutan por su veracidad cada una de las escenas dedicadas a relatar el desarrollo como sacerdote, provincial jesuita y arzobispo de Buenos Aires del papa Francisco. Lo criticable es que para mostrar las virtudes del cardenal Bergoglio se ofrezca como contraparte unos supuestos defectos del papa Benedicto XVI. Hay injusticia y exageración en algunos rasgos de su personalidad. Se cae en los lugares comunes de cierta prensa superficial y amarillista. Porque la verdad sea dicha: Joseph Ratzinger es un ser humano excepcional y considero que merece incluso un buen biopic, y no ser reducido a un frío y tímido intelectual. Y mucho menos señalar que tuvo alguna ambición de poder en su elección en 2005, y que su renuncia fue porque era incapaz de gobernar la Iglesia.

Al llegar hasta acá alguno podría preguntarme: ¿Qué tiene entonces de valiosa la película? Ya lo dije al principio: en medio del debate y las diferencias entre estas dos personalidades, a pesar de las exageraciones en que sea cae, se muestra la gigantesca capacidad de la Iglesia para renovarse y conservar la unidad en medio de la diversidad. Nadie puede dudar que Jorge Bergoglio y Joseph Ratzinger son distintos, pero tal como los representan Pryce y Hopkins nos permiten descubrir cómo a ambos los une el anhelo de proteger y superar la crisis de la catolicidad. Pero también la formación de una amistad fraterna por lo cual son auténticos cristianos, y en ambos “brilla” la vocación de los apóstoles, y el peso de la responsabilidad de ser como Pedro: “la piedra” sobre la que Cristo edificó su Iglesia. Es algo que a todo cristiano-católico emociona hasta los huesos, y nos hacer llorar por la esperanza de que en medio de tanto horror y dificultades formemos parte de ella.

Si esta historia ha logrado transmitirme estos sentimientos creo que sus defectos, después de sus respectivas aclaratorias, pueden ser dejados de lado. Disfrutamos del filme y nos hace pensar, en especial a los venezolanos, que el papa Francisco es un grande que está sembrando el bien.