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López Obrador y el sucio legado de «abrazos y no balazos» a narcos

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Andrés Manuel López Obrador

Foto EFE

Era de esperarse el triunfo de la candidata del partido Morena en las recién concluidas elecciones mexicanas, Claudia Sheinbaum, izquierdista correligionaria del presidente Andres Manuel López Obrador, aliado del castrocomunismo y heredero de un funesto mensaje tanto para la nueva mandataria como para todo el pueblo mexicano: “Abrazos no balazos” para los narcos, si es que se puede llamar elecciones libres en un país donde crece a diario la impunidad y en donde 37 candidatos fueron asesinados. Y por si esto fuese poco, ya hay severas quejas de haberse cometido fraude electoral, de parte del partido perdedor, demandando además procesos legales por injerencias del mandatario y uso de recursos públicos, lo típico del socialismo del siglo XXI.

En realidad vienen retos muy difíciles para Sheimbaun, siendo el primero de ellos lograr apartarse de López Obrador una vez  en su cargo.  Latinoamérica entera está plagada de estos desapegos en los que nadie de los salientes quieren soltar los hilos del Poder en quienes ellos apoyaron. La izquierda siempre juega con cartas radicales, y, en medio de una sociedad machista y asediada por la violencia social, estará por verse la independencia con que ella gobierne.

Perdió Xóchitl Gálvez de la centroderecha, empresaria y de origen indígena. Una buena candidata pero era de esperarse que se impusieran muchos sentimientos populistas, sobre todo de ese pais, con una revolución  ancestral agraria que si bien es cierto no alcanza los estándares doctrinarios de la rusa o la cubana y sin bandas expansivas en el lavado de cerebro hasta hoy dia a millones de incautos, anida muy dentro de su idiosincrasia y su fermento social y cultural, estamentos de una izquierda folklórica y un resabio antiestadounidense insuperable aun en muchos mexicanos que por generaciones, han hecho sus propias vidas en ese país.

Gálvez es también mujer de armas tomar. Dijo poco después de aceptar su derrota, que continuará trabajando en aquellos territorios donde el partido Morena pretende imponer sus vicios de autoritarismo y prepotencia.

Ella, que formó parte de una alianza entre viejos partidos tradicionales como el PRI, el PAN y el PRD —lo que décadas atras habría sido impensable pues eran las derechas e izquierdas antagonicas—, quizás debió interpretar con más pragmatismo la nueva visión de la política en la que los partidos caudillistas y viejos no representan mucha atracción cívica electoral para los  electores del presente siglo.  Aun con todo queda posicionada como una buena representante de la oposición y enfrentar, las tentativas descaradas que López Obrador ha impuesto en su sexenio ya por finalizar y que, de ser continuadas en la nueva administración, tendrán en ella a una férrea opositora.

El tercer candidato en la intención de votos, Jorge Álvarez, centrista, obtuvo 10% del electorado, lo que demuestra que la batalla sigue siendo entre la izquierda y la derecha.  Entre el estatismo llamado «justicia social» aunque empobrecedor de pueblos y los gobiernos limitados, sin concesiones al excesivo burocratismo y al populismo regalón que cuando se ajustan a sus ideales vuelven prósperas a las naciones.

No está lejos del consciente colectivo internacional, la benevolencia demostrada en condecoraciones y viajes de Estado mutuos, apoyo económico favorable mediante convenios abiertamente protectores a la tiranía castrista de Díaz-Canel, por parte de este gobierno mexicano.

López Obrador ha sido capaz de desplazar a sus propios médicos, desempleados, para exportar y engrandecer el inhumano esclavismo laboral de la isla, así como otros respaldos para la continuidad de la despiadada administración comunista del Caribe.

México, esa  potencia mesoamericana y continental dueña de tanto pasado histórico tangible e intangible, de tanta convivencia migratoria universal y de una vasta cultura y antropología, no merece haber caído en el pantano de la actualidad.

Su  acervo cultural y su patrimonial herencia indigena y mestiza, ahora soterrada por culebrones de narcotraficantes en las pantallas televisivas y en vivo en las macabras secuelas de violencia y enfrentamientos entre el crimen organizado y las fuerzas del orden público. Será difícil limpiar la casa de tantas benevolencias al narcotráfico, ese al que Lopez Obrador pide cundir de abrazos y no de balazos.

Pero también, es fácil prever un estancamiento económico si las políticas sociales de la actualidad se postergan en el futuro, como desde antes de las elecciones las dos candidatas lo dijeron, que le darían continuidad a las ayudas sociales. Esto no es nada alentador, si tomamos en cuenta que el déficit fiscal subió al 5.9 % y el crecimiento promedio en los últimos seis años es de apenas un 0.8 por ciento. Entonces, ¿de qué excelente gestión de Lopez Obrador estamos hablando?

Y por si esto fuera poco, está de por medio la condenada relación con Estados Unidos, en la que el tema migratorio siempre es recurrente para gobernantes de ambas naciones y país al que México destina 80% de sus exportaciones. Retos nada fáciles para Claudia Sheinbaum, para esta mujer primera presidente, científica y exalcaldesa de Ciudad de México.

Agustín Laje, el joven e influyente pensador de derecha argentino, señaló antes de estos comicios que era difícil llamarle “democracia” a lo que hoy vive México. Cierto. Lo que igual ocurre en la mayoría de las naciones latinoamericanas. La maldición de la Malinche pervive, esa que folletinescamente Eduardo Galeano denuncia erróneamente como la explotación estadounidense de los pueblos indígenas latinoamericanos, sigue latente, ahora desde otros escenarios. El saqueo ahora no viene de Estados Unidos  (lo que tan así no fue), sino de ellos mismos.


El autor es periodista y escritor nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional

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