Usted, amigo lector, seguramente ha oído hablar del Siglo de Oro español; sabe más o menos que se trata de una etapa histórica, durante la cual hubo un extraordinario florecimiento del arte y las letras castellanas; además, todo este período de auge artístico coincide con el apogeo político y militar del Imperio donde «nunca se ponía el sol», época de la dinastía española de la Casa de Austria.
La datación de este período puede situarse entre 1492 y 1681; aunque se habla del Siglo de Oro, esta etapa es de 189 años. Hay autores que sitúan el año de 1659 para indicar que es el final de este momento histórico.
Dentro del Siglo de Oro español ocurren dos de las grandes corrientes de la cultura occidental, el Renacimiento y el Barroco; precisamente, esta coexistencia de estilos tan divergentes dota a esta etapa de un gran atractivo, sobre todo, para quien aspire a comprender la relevancia y la riqueza de la producción artística de esos años, así como la huella que dejó en la cultura occidental.
Destaca el desarrollo del teatro, de la literatura, de la pintura; nombres como Miguel De Cervantes, Lope de Vega, Santa Teresa de Jesús, entre otros, hacen de este siglo una fuente de inspiración artística. Igualmente podemos pensar en la arquitectura de ese momento histórico. Es conocido que dicha etapa se caracteriza por la construcción de numerosos conventos, monasterios, iglesias, hospitales, etc. Se oye hablar con frecuencia de las denominadas “ciudades conventuales españolas”. La Casa Austria es creadora de un innovador concepto de la arquitectura de la ciudad al propiciar la conformación de sus conjuntos reales.
En esta ocasión, voy a examinar, con el detalle que me permítanlos caracteres acostumbrados (escribiré al menos dos artículos), a uno de los más influyentes autores del teatro español del Siglo de Oro, el gran Félix Lope de Vega y Carpio, nacido en Madrid, 1562 y fallecido en la misma ciudad en el año de 1635, conocido como el Fénix de los ingenios.
Su biografía es sumamente interesante, llena de aventuras amorosas, muchos tropiezos, incluso, llega a sufrir destierro de la Corte, así como también se vio envuelto en distintos procesos, justamente, por episodios amorosos.
En las distintas biografías que pueden encontrarse, se dice que fue un niño precoz; era capaz de leer tanto en latín, como en romance y, además, llegó a componer versos con apenas siete años. En Vida de Lope de Vega, Américo Castro cita al también escritor y dramaturgo, Pérez de Montalbán, quien decía de Lope lo siguiente: «Iba a la escuela, excediendo conocidamente a los demás en la cólera de estudiar las primeras letras; y como no podía, por la edad, formar las palabras, repetía la lición más con el ademán que con la lengua. De cinco años leía en romance y en latín; y era tanta su inclinación a los versos, que mientras no supo escribir repartía su almuerzo con los otros mayores porque le escribiesen lo que él dictaba. Pasó después a los estudios de la Compañía, donde en dos años se hizo dueño de la Gramática y la Retórica, y antes de cumplir doce tenía todas las gracias que permite la juventud curiosa de los mozos, como es danzar, cantar y traer bien la espada, etc.».
Realizó estudios, como dice Pérez de Montalbán, en la Casa de los Estudios de los jesuitas, que tenía las conocidas y célebres cátedras de Latinidad y Retórica.
Lope estuvo casado dos veces: con Isabel de Urbina (conocida en sus versos como Belisa), con quien contrajo nupcias por poder tras raptarla antes de ser desterrado de Madrid; Isabel fallece después de haber dado a luz a su segunda hija, Teodora, en 1594; unos años más tarde, 1598, se casa con Juana de Guardo.
Además de estos dos matrimonios, su vida amorosa fue muy intensa, ya que tuvo relaciones con innumerables mujeres, incluso después de haber sido ordenado sacerdote. Trasel fallecimiento de su segunda esposa, sufre una fuerte crisis por las muertes de varios de sus familiares, entre ellos, además de su esposa Juana, muere su hijo Carlos Félix. Decide, entonces, entrar a la vida sacerdotal y, en 1614, es ordenado sacerdote. Es una etapa durante la cual escribe Rimas sacras, donde deja ver claramente un profundo dualismo:«Si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra / el alma quiere ser cielo en el cielo».
Este poemario es un compendio de su prodigiosa inspiración. Ha sido considerado dentro de la categoría que se ha llamado «cancionero lopesco», donde sus primeros cien sonetos corresponden al estilo petrarquista. Posee una exquisita variedad tanto de metros, como diversos géneros. Combina octavas, glosas, romances, poemas escritos en tercetos, liras, canciones. Sobresale el soneto XVIII: monólogo del Alma que se dirige a Jesús. Ciertamente, estas Rimas sacras se deben leer; cualquier descripción, análisis que se realice, le resta belleza, al reducirlo a un examen que nunca podrá rendir homenaje a Lope.
Tuvo una vida azarosa, pero de una fecundidad proverbial, no solo física (se dice que tuvo quince hijos, entre legítimos y no legítimos), sino que escribió sonetos, novelas, poemas, comedias, en un número tal que, en sus biografías, siempre se cita a Cervantes quien lo llamaba “Monstruo de la naturaleza”, precisamente por esa productividad literaria.
En el próximo artículo me detendré en su obra teatral. Hablar del teatro del Siglo de Oro español es hablar de su creador; instauró una nueva manera de concebirlo: realizó una mixtura de tragedia y comedia, rompió con las célebres tres unidades: acción, tiempo y lugar; usó metros y estrofa. Privilegió el amor, la fe y el honor como temas de sus obras.
Una larga lista de obras importantes han sido objeto de representaciones, alabanzas, críticas; pero ¿recuerdan a «Fuente Ovejuna»?
«Fuente Ovejuna» representa la rebeldía de una población en contra del Comendador, un gobernante opresor. A los cuatrocientos ochos años de su publicación, es pertinente verla con la mirada y entendimiento de nuestro siglo XXI. Ante el abuso, una ciudadanía humillada, vejada, siempre podrá gritar de manera unánime: ¡Fuente Ovejuna, señor!
@yorisvillasana
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