¡Loco de atar! La manera como viene actuando Maduro lo ubica en esta llamativa expresión. Pero si apelamos a la caracterización hecha, en fecha reciente, por el expresidente de Uruguay don Pepe Mujica, agregaríamos que está ¡loco de remate!
Lo cierto es que la conducta de Maduro, tomando en cuenta que para actuar como lo viene haciendo se vale de las estructuras del Estado venezolano, representa un serio peligro que trasciende las fronteras de Venezuela y en consecuencia se lo ve como una alarmante amenaza para el hemisferio occidental.
Hay que acusar trastornos mentales para que alguien, en este caso tal como lo hizo Nicolás Maduro, de manera rocambolesca, el pasado día 18 de julio, amenace a los venezolanos de propiciar un “baño de sangre” si perdía las elecciones. Todo ese hostigamiento se realizaría, y efectivamente se está consumando, en el marco de la operación que él mismo Maduro definió como “la furia bolivariana”. Ese macabro ultimátum se está cumpliendo. Desde la misma noche en que se cerró el acto de escrutinio, que revelaba la contundente victoria de Edmundo González Urrutia y la aplastante derrota de Maduro, se ha desatado una cacería humana que el mismo Maduro admite, al confesar públicamente, en tono de alguien que se vanagloria por tan crueles hechos, que “van más de 2.000 detenidos que irán a parar a las cárceles de Tocorón y Tocuyito” (cárceles para presos comunes en Venezuela). No menos delicado es la oferta de Nicolás Maduro de construir con carácter de urgencia “dos nuevas cárceles para la reeducación de los detenidos”
En esta coyuntura la embestida dictatorial se centra en los más de 90.000 testigos de centros de votación. Se trata del voluntariado integrado por miles de mujeres y de hombres que cumplieron gallarda y valientemente la tarea de cuidar las mesas a las que acudieron a votar más de 12 millones de electores. Esos héroes fueron los que recabaron las actas que mostró al mundo María Corina Machado, probando el categórico triunfo de Edmundo González Urrutia. Pues bien, las residencias de esos honestos ciudadanos están siendo avasalladas por los grupos de choque que emplea el régimen para reprimir brutalmente. Entre las víctimas de tal masacre están más de 100 menores de edad, o sea, niños que son “cazados” por los esbirros de Maduro y ahora están recluidos en esos centros penitenciarios de alta peligrosidad. Por esas actuaciones ya hay quienes lo tildamos de ser el Herodes de este tiempo.
Tampoco están libres de semejante ataque los líderes que comandaban la campaña victoriosa de Edmundo González y de María Corina Machado, así tenemos que continúan asilados en la sede de la Embajada de la República de Argentina, ahora custodiada por la hermana República de Brasil, Magaly Meda de Olavarría, jefa de campaña nacional; Pedro Urruchurtu, coordinador de asuntos internacionales; Omar González, coordinador de asuntos regionales; la periodista Claudia Macedo, jefa de prensa; Humberto Villalobos, coordinador de asuntos electorales y Fernando Martínez Mottola, asesor de la Plataforma Unitaria. Esa misma acechanza se ha extendido simultáneamente hacia las regiones y municipios de todo el país, con la descarada medida del régimen de apresar a líderes de tales circunscripciones.
Estamos en capacidad de demostrar que todo este feroz procedimiento responde a una razia de inmensas proporciones que no se detiene a la hora de agredir a niños, a mujeres en estado de gravidez, ni a ancianos. Las pruebas para allanar las viviendas de las personas sospechosas de “traición a la patria” son las capturas de pantallas de teléfonos celulares portados por los policías al servicio de Maduro, en las que las víctimas aparecen participando en actos pacíficos reclamando la proclamación del verdadero ganador en esas elecciones. La malignidad de Nicolás Maduro ha llegado al extremo de crear una app en la cual sus “patriotas cooperantes” (activistas identificados con la revolución del socialismo del siglo XXI) denuncian a sus propios vecinos, calificando como “traidores a la patria” a todos aquellos que se expresan a favor de la opción opositora y cuyas viviendas son marcadas con una X para que sean blancos de ataques.
Líderes de la oposición han sido prácticamente secuestrados, sin que medie una orden de detención o de allanamientos de sus hogares u oficinas, así tenemos que hasta la fecha se sabe del secuestro de los diputados Freddy Superlano, William Dávila Barrios, Américo de Grazia, Biagio Pilieri y de 13 periodistas, entre ellos Roland Carreño; en definitiva, la andanada criminal del régimen madurista acosa sin piedad a millones de venezolanos que se sienten prisioneros en su propio territorio nacional.
Por todo ese cataclismo que ha ocasionado Maduro, ha dicho públicamente el escritor mexicano Enrique Krauze que, “desde ya puede decirse, es uno de los más sanguinarios, brutales y primitivos dictadores que ha tenido América Latina. Debe tener más muertos que Videla y Pinochet”. Ahora bien, Venezuela no puede terminar siendo la gigantesca cárcel, ni el campo de concentración de este nuevo siglo, ni el escondite de esos mafiosos, ni menos un manicomio donde Maduro persista en sus operaciones demenciales. Hay que atarlo con una camisa de fuerza como de las que disponen los organismos internacionales llamados a controlar, someter y castigar a tales perpetradores de crímenes de lesa humanidad.
Nicolás Maduro y otros socios de su corporación delincuencial son notorios responsables de crímenes de lesa humanidad. Los han venido ejecutando de forma sistemática y generalizada. Reprimen mediante detenciones arbitrarias, torturan física y psicológicamente a sus víctimas, hasta matar a los apresados, previamente intimidados aplicándoles tratos crueles, inhumanos y degradantes. ¡Maduro está desquiciado! No parará hasta liquidar el último ciudadano venezolano. ¿Qué espera el fiscal Karim Khan para dictar las órdenes de captura contra los miembros de esa banda criminal? La Corte Penal Internacional tiene los expedientes probatorios y también esa camisa para someter a semejante déspota.
@AlcaldeLedezma