Hay que dejar ya de jugar a las bravuconerías, tan usuales en el régimen. Eso de que en enero se juramenta «sí porque sí» y dar garantías con una prepotencia que hace dudar de que sea un vencedor, solo conviene al régimen que se voltea a los militares y les dice: “Miren lo que les espera”. Así hablan y no se han juramentado.
Esto no es un problema ni legal ni electoral, porque es claro que el gobierno no actúa ni amparado en la Constitución ni en la voluntad popular, porque perdió y de una manera que ellos no esperaban. Esto es un problema político, de factores de poder.
Todos sabemos que quien unió a la oposición fue Edmundo por una sola razón: porque no era sectario, porque atendía a todo el mundo, hablaba sosegadamente y predicaba el perdón como norma para garantizar una transición.
Todo el mundo sabe que si Corina Yoris hubiera sido la candidata, por ejemplo, la oposición no se hubiera unido. La gente, tanto en la oposición como en el chavismo militante, está harta de la estridencia, del odio, de esa política siempre dispuesta a dar un puñetazo, a devolver una bala a un voto, un insulto a un argumento.
El Diablo no puede prometer el cielo porque no tiene la autoridad para hacerlo, así que quienes siempre han amenazado al chavismo con cárcel y tumbas en el cementerio no pueden seguir siendo los voceros de garantías, incentivos y una transición ordenada que no solo no pueden garantizar, sino que nadie les puede creer.
No es que diga que no pueden hablar y liderar, porque eso están obligados a hacer y el país se los pide. Pueden hablar de todo, de una economía libre, que es la única solución al desastre creado por el socialismo, pero no de perdón. No de olvido. No son ellos quienes pueden hacer el llamado a los militares a que se insubordinen, porque este ya es un gobierno militar. Sin Padrino López, el 28 de julio no se hubiera convertido en lo que se convirtió.
Debemos decidir si nos quedamos en el campeonato moral, en las consignas, o nos sumergimos en el mundo de la realidad y buscamos una salida desde esta.
Y la realidad es que Edmundo ganó, pero el gobierno no está dispuesto a transar, bajo el argumento de que él es un títere —que no lo es, me consta— de otra persona, y que las garantías no las ofrece ni puede cumplir él.
Ahora, si usted va a abandonar lo que tiene, debe sentir que donde se va es algo mejor. Los militares sostienen a Maduro porque sostiene su gobierno militar, no a Maduro. ¿Qué les proponemos de manera realista en la oposición?
La mayoría del generalato, muchos de ellos activos y otros que ya no están, tienen sanciones que se traducen en que no pueden tener cuentas en el exterior, no pueden viajar sino a sitios inhóspitos como Cuba y Camerún. Sus familias no pueden abrir cuentas, inscribirse en universidades en el extranjero, ni ir a ninguna parte, ni en Europa ni en América.
Los casos peores tienen ya órdenes de captura y algunos son acusados de narcotráfico, de un supuesto o verdadero —no lo sé— Cartel de los Soles. Es decir, los ponen como a Joaquín «el Chapo» Guzmán.
Pero con todo y eso, viven aquí como reyes, manejan Pdvsa, la minería, el oro, el cambio, el Banco Central, los puertos y aeropuertos. En fin, son unos reyes, amos y señores de Venezuela. Son como obreros con plata en una mina. Joden y putean en el pueblo, y cuando no pueden ir a los clubes de la ciudad, se quejan.
Entonces, a esta gente, que por cierto no tiene el nivel de Baduel, Vásquez Velasco, Lameda, que eran tipos que conocían la Constitución y no solo el billete como ahora, se les prometen en un comunicado en X “garantías”.
¿Garantías de qué? ¿De que reconocerán que Maduro perdió frente a Edmundo y no los van a extraditar? Señores, hay que ser un poco pragmáticos. ¿Qué pasará con sus billetes, sus minas, Pdvsa, sus familias, sus órdenes de captura? Esa es la discusión, pero eso no se discute en X.
Eso no se discute en entrevistas ni en CNN ni en Caracol. Para eso hay que designar a personas en el otro lado que les crean, que conversen y que vayan preparando cómo entregarán unos inquilinos la casa de la que no quieren salir, con una negociación sobre cómo dejarán todo. Los daños que pagará el inquilino y los que asumirá el dueño, con el incentivo de que le desalojen la casa en paz y que no se la tumben por venganza. Ni para él ni para mí, como dice la gente cabreada.
Edmundo González es el presidente electo y debe actuar como tal, porque los 7 millones de votos fueron por él, por nadie más. Así que, no siendo un hombre de violencia sino de puentes, es hora de usar la diplomacia para que se pueda cobrar el mandato de los venezolanos el 28 de julio.
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