Llega gasolina de Irán, cuyo régimen totalitario no es ni siquiera apreciado en el ámbito del mundo islámico —en su mayoría suní y cada vez menos dado a los extremismos religiosos y menos dispuesto aún a apoyar a dementes teócratas—, y un jolgorio que el Generalísimo no habría dudado en censurar con un enérgico «¡Bochinche!» es la respuesta de quienes no hacen otro tanto, y más, ante el hecho de que esa importación —que nada tiene que ver con el humanitarismo— es la mejor evidencia del resultado de la sistemática destrucción de la industria petrolera venezolana llevada a cabo por el chavismo desde los tiempos de su «mesías», Hugo Chávez, quien con claros propósitos en mente, pero no escondidos allí, inició hace casi dos décadas, y precisamente en PDVSA, el reemplazo de la praxis «meritocrática» nacional y el proceso de su disolución dentro de la propia mentalidad del «nuevo» hombre venezolano (!).
Claro que —y no es ya ningún secreto— tras los virtuales «jolgorios» socialistas que a diario crean «tendencias» en el país no subyace una realidad física de comunión de miles o millones, en feliz contemplación del mal, sino la prosaica labor remunerada —como no lo han sido en estos años oscuros y de oscurantismo los trabajos, por ejemplo, de educadores o de científicos— de un puñado de veloces digitadores a las órdenes de los serviles que dirigen los también virtuales laboratorios de propaganda totalitaria del siglo XXI; un hecho que no debería perderse de vista a la hora de realizar cualquier análisis psicosociológico contextualizado en la Venezuela de hoy. Sin embargo, no muy lejos de aquellas nada espontáneas «tendencias» sí se siguen desarrollando viscerales y, por tanto, irracionales respuestas de rechazo a lo que supuestamente es contrario a unas inexistentes «soberanía» y «autodeterminación», generándose así automáticas y, por ello, irreflexivas solidaridades con lo que sí las empeñó a favor de los intereses de maleantes locales y, sobre todo, de los de grupos de poder especializados en socavarlas, como las cúpulas delincuenciales de los dictatoriales regímenes que en este instante son fuentes de penurias en naciones como Cuba, Rusia o Irán.
Así las cosas, el espectáculo general en esta Venezuela de escasez material, de pobreza intelectual, de pusilanimidad y de muchas formas de miseria humana es, sencillamente, deplorable; tanto que al imperfecto y tan vehementemente criticado Bolívar hombre el rubor por él producido y la vergüenza de saberse hijo de esa irreconocible patria le harían esconder el rostro, por no hablar de lo que despertaría en las entrañas de aquellos eminentes civiles que en distintas épocas lideraron las luchas contra la opresión intestina y, principalmente, contra la (auto)opresora incivilidad que siempre le allana el camino a la primera.
Reflexionar ahora sobre la reconstrucción ya no es asunto de tratar de resolver la parte económica de la ecuación del desarrollo nacional sostenible, que en realidad no es la difícil, sino de prever que se hará con la otra, esto es, con los no tan minoritarios segmentos de la sociedad venezolana que no solo actúan de inadvertido modo como marionetas de los tiranos de turno sino que, aun cuando puedan reconocer en la ausencia de libertades la raíz de sus problemas, no ven en la educación, en la actividad científica, en el trabajo auténticamente productivo, en el esfuerzo, en la «meritocracia», en la responsabilidad individual, en el pragmatismo relacional dentro del mundo democrático, en la ayuda externa —en la de ese mismo mundo, claro está— como oportunidad de desarrollo de múltiples competencias y no como el efímero consumo de la tajada de un ajeno pastel, e incluso en el consciente sacrificio presente como fuerza creadora de posibilidades de futuro para las nuevas generaciones, elementos en verdad necesarios para la procura del propio bienestar.
Por supuesto, primero lo primero: la demolición de la tiranía.
Sin el logro de ello, hasta esa reflexión pierde sentido. Pero, ¿y cuándo se logre destruir ese tinglado opresor?
… ¿Y la COVID-19 en Venezuela?
Continúa al margen de los manipuladores discursos del usurpador oficialismo que, en todo caso, ya no manipulan, como lo ha hecho patente un reciente informe de las Naciones Unidas en el que se desmonta la pantomima del despistaje masivo en el país al confirmar que de los cientos y cientos de miles de pruebas de detección del nuevo coronavirus que supuestamente se han realizado en Venezuela, solo 16 577, para el momento de la elaboración de aquel documento —publicado el 22 de mayo—, correspondían a la prueba de reacción en cadena de la polimerasa o PCR, por sus siglas en inglés.
@MiguelCardozoM