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Lo que se negocia en México a espaldas de los venezolanos

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Desde ya el régimen chavista y la falsa oposición (MUD, interinato, Asamblea Nacional 2015) se preparan para desplegar costosas campañas mediáticas que justifiquen las negociaciones en México y la estafa electoral que se llevará a cabo en 2023. En realidad se trata de un acuerdo resuelto que se viene cocinando desde 2021 entre chavistas y falsos opositores que cuenta con el apoyo del gobierno de Joe Biden. El objetivo del acuerdo es formalizar la cohabitación que desde hace tiempo viene operando entre el régimen chavista y la falsa oposición. La agenda de las negociaciones no es más que un artificio retórico para ocultar una costosa operación mediática que haga potable y presentable el papel de la falsa oposición venezolana como la única oposición oficialmente reconocida por el Estado chavista.

Hace dos años la falsa oposición justificaba la maniobra argumentando la necesidad de negociar con el chavismo condiciones para unas elecciones justas y libres. La excusa parecía tener sentido y sonaba razonable. Pero no era más que eso, una excusa sin la voluntad de llevarla adelante como una condición esencial a esas negociaciones. De hecho no solo las condiciones para unas elecciones transparentes jamás se discutieron sino que además el régimen chavista escogió a su Consejo Nacional Electoral y la falsa oposición se lanzó de inmediato a una frenética campaña electoral relegando a un segundo plano el tema de las garantías.

El desgano y el entreguismo de la falsa oposición son evidentes para millones de venezolanos convencidos de que no vale la pena ir a votar en unas elecciones cuyo resultado ya está cantado. La apatía, la desesperanza y la abstención son las respuestas de los venezolanos que se sienten atrapados en el dilema de escoger entre el chavismo y la falsa oposición con la certeza de que no importa lo que decida, nada, absolutamente nada va a cambiar.

El rechazo a unas negociaciones de caricatura y a unas elecciones fraudulentas se ha convertido en el motor que mueve la abstención y la emigración de venezolanos en busca de un futuro mejor. Pero esto también se ha convertido en un dolor de cabeza para chavistas y falsos opositores que desesperadamente necesitan las negociaciones de México y las elecciones de 2023 para legitimarse mutuamente como los únicos actores válidos en las últimas escenas de la destrucción de un país.

La dificultad fundamental de esos acuerdos de México no está en su operatividad sino más bien en su credibilidad. Lo operativo para que el acuerdo funcione está en el reparto de los otros cargos que serán llevados a esa elección general, además del de presidente de la República. Como lo ha hecho en el pasado, el Consejo Electoral chavista le adjudicará una cuota de cargos a los partidos de la falsa oposición para cumplir con las expectativas de participación y amplitud que pueda tener la llamada comunidad internacional. Y ese es un incentivo clave para que tanto el chavismo como la falsa oposición estén de acuerdo ambos en adelantar las elecciones para 2023.

Pero el reparto burocrático no resuelve el esencial aspecto de credibilidad que debería tener ese acuerdo para hacerlo potable ante millones de venezolanos. Desde ya anticipamos que la comunidad internacional con Estados Unidos a la cabeza le darán su bendición a un acuerdo que formaliza la cohabitación y traiciona las esperanzas de cambio de los venezolanos. Para tratar de hacerle tragar esa rueda de molino a los venezolanos los operadores mediáticos del régimen chavista, la falsa oposición y el gobierno de Joe Biden harán causa común en costosas campañas para exagerar las inexistentes bondades de los acuerdos de México. Uno de los ángulos de esas campañas será justificar el levantamiento de las también inexistentes sanciones de Estados Unidos contra el régimen chavista para que este pueda acceder nuevamente al manejo de los activos de Venezuela en el exterior y desbloquear más de 3.000 millones dólares para supuestamente atender la emergencia social. Habría que ser hipócrita o ingenuo para suponer que el régimen chavista usaría esos recursos en beneficio de los venezolanos y no para seguir financiando su modelo de partido único.

En suma lo que se intenta negociar en México a espaldas de los venezolanos no es más que la carátula de un acuerdo ya resuelto y funcionando desde hace dos años entre el régimen chavista y la falsa oposición que busca formalizar la cohabitación entre ambos en la nueva etapa. Ese acuerdo requiere pasar por la ceremonia de unas elecciones fraudulentas que sean reconocidas por cualquiera que sea el candidato presidencial de la falsa oposición. Se trata de la imagen de normalidad que el chavismo quiere forzar a juro para disimular sus propias luchas intestinas y el desmantelamiento de Venezuela que sí podrían provocar eventos inesperados que amenacen la aparente estabilidad de un régimen que se apoya en frágiles y explosivos palitos de fósforo.

@humbertotweets

 

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