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Lo que más nos duele

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Hemos tenido el coraje y la capacidad moral de participar contra todas las expectativas en los últimos eventos electorales manifestando una clara postura ética y política. Un reflejo de la aplastante mayoría que sufre desesperadamente ante la necesidad de recuperar el Estado de derecho, la orfandad de los derechos humanos y unas condiciones de vida que en lugar de envilecerse mejoren cada día. Podríamos afanarnos en buscar el impulso que nos vincule definitivamente, que nos una, haciendo carne viva lo que más nos duele en estos tiempos, afincados en las heridas que llevamos con nosotros al despertar cada día, en nuestras rutinas, al intentar entretenernos con alguna banalidad cotidiana. Por lo pronto hagamos una lista de aquello que sabemos no nos permite cerrar los ojos, ni ser indiferentes:

  1. La infancia hambrienta, más de 300.000 menores de 6 o 10 años que no tienen posibilidad de acceder a los alimentos necesarios para desarrollar todas sus potencialidades físicas y neurológicas, aprender lo que aspiren vocacionalmente, insertarse en el mundo del trabajo y participar en la creación de riqueza como una de las mejores oportunidades que tiene todo ser humano. Según reporta Caritas, 41% de nuestros niños pasan el día sin comer nada; otros buscan comida en la calle en lugares inapropiados y casi todos comen menos. Susana Raffali declara que el daño causado por la malnutrición crónica será irreversible para los ciento de miles de niños que la están sufriendo. Esto no es más ni menos que el robo del futuro de una generación que verá mermadas todas sus posibilidades de lograr sus sueños, si es que llegan a albergar alguno.
  2. Los 7 millones de migrantes que han partido en busca de alguna solución para la miseria de sus hogares, muchos jefes de familia, caminando, sin ninguna seguridad acerca de las oportunidades que podrán encontrar, seres desesperados, hambrientos, dispuestos a soportar todas las tormentas, la violencia, el desprecio de quienes son incapaces de acogerlos y comprender la dimensión de la tragedia de aquel que tiene que abandonar su familia y su país obligados por la miseria y la ausencia de oportunidades de encontrar una respuesta a sus necesidades básicas.
  3. Los miles de migrantes que tienen que regresar arrojados por las crisis que azotan sus países de acogida, derrotados, sin respuestas. Recibidos con desconfianza, calificados muchos de ellos como traidores a una patria cuyas condiciones los obligaron a tomar la decisión de huir a cualquier sitio que les permitiera sobrevivir. Forzados a cruzar la frontera de regreso en las peores condiciones sin ninguna consideración humana sobre la situación traumática que han enfrentado en esta dolorosa etapa de migración.
  4. La población anciana que depende de una jubilación que no cubre sus necesidades alimentarias ni los cuidados necesarios para su salud. Con pensiones que no representan más de 3 dólares al mes. Maltratados sin piedad por los cuerpos represivos del Estado cuando levantan la voz reclamando la protección que se han ganado en esta etapa de sus vidas.
  5. Los venezolanos calificados como presos políticos encerrados en calabozos, sin abogados ni contacto con familiares y sin ningún tipo de atención sanitaria. Seres cuyos derechos humanos han sido violados sin contemplación por unas autoridades que reprimen cualquier intento de lucha por recuperar la libertad y la democracia. El Foro Penal Venezolano informa que existen 1.408 presos políticos, entre ellos 163 militares, 138 mujeres y 4 adolescentes.
  6. Los hogares dirigidos por mujeres solas en situación de pobreza (74% de los hogares dirigidos por mujeres son pobres), carentes de capacidad protectora de su población infantil, estudiantil y de los incapacitados para trabajar por situaciones de salud. Hogares que dependen de una bolsa de alimentos CLAP totalmente insuficiente para responder a los requerimientos nutricionales del hogar.
  7.  La población de los barrios más populosos de nuestras ciudades, que albergan alrededor de 16 millones de personas, sometidos a las autoridades represivas militares y colectivos paramilitares que ejercen un control desprovisto de respeto a la condición humana, atracados, violados en la miseria, sin agua potable ni electricidad.
  8. Los trabajadores agrícolas, industria y comercio que ven cerrar sus empresas o perder sus puestos de trabajo por la inexistencia de condiciones mínimas para colocar sus productos o por la carencia de insumos para producir que lleva las empresas al fracaso y al cierre definitivo. Los emprendedores que sufren los rigores de instituciones que en lugar de promover su crecimiento y permanencia someten al emprendedor sin importar el tamaño:: miniempresas, mediana y gran empresa, a todo tipo de multas y sanciones aplicadas con una voracidad tal que fatalmente conduce a la desaparición de los emprendimientos. “Venezuela perdió en las pasadas 2 décadas casi 60% de sus empresas, una caída que se acentuó en el último lustro por la severa crisis económica que atraviesa el país”. Las iniciativas de ONG hoy seriamente amenazadas por leyes que refuerzan un control total sobre sus operaciones. “La aprobación de esta ley pone en riesgo la existencia y funcionamiento de las organizaciones comunitarias, humanitarias y de derechos humanos con artículos ambiguos que servirían de base para sancionarlas de forma desproporcionada y hasta arbitrariamente ilegalizarlas de forma masiva». Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional.
  9. Los trabajadores del sistema público de salud que atienden las contingencias sanitarias sin protección por la miseria del sistema de salud. Situación que cada día ha arrojado cifras de muerte de médicos como en ningún otro lugar del mundo.
  10. Una sociedad sin maestros, o donde los maestros arrastran su vida en la miseria, en escuelas abandonadas, con infantes débiles, mal alimentados, con familias en diáspora y pocas esperanzas. Maestros que sólo son defendidos por sindicatos y no por las familias que constituyen su mundo natural. Un docente venezolano en la categoría de 40 horas percibe desde 264,69 bolívares. Hasta 307,61 en el nivel de mayor especialización docente, al comparar con el costo de una canasta básica de alimentos ubicada en 455 dólares, podemos entender porque se abandona la profesión docente y miles de maestros forman parte de la diáspora venezolana enfrentada a infinitas dificultades, alejados de su profesión y vocación. Una sociedad puede ser fuerte militarmente, guerrera, sin rivales, pero si sus maestros están relegados u oprimidos, no tienen voz o son maltratados, nunca llegara a ser parte del maravilloso mundo de creatividad, cultura, ciencia y paz. Nuestros maestros están entre los peores pagados del mundo, sus salarios son de hambre, su posibilidad de superación es casi nula, no se premia la iniciativa y el esfuerzo sino la obediencia y la resignación
  11. Los ciudadanos amenazados y maltratados por denunciar la crisis que azota al país en todos sus ámbitos. Los periodistas sin medios de comunicación. Los comerciantes e industriales con sus negocios en quiebra, ante la amenazante perspectiva de bajar la Santa María; los jefes de hogar sin ingresos para alimentar sus familias.

Si la situación de estos 11 grupos de venezolanos (con el perdón de los que no alcancé a incluir) enfrentados a una de las crisis más penosas de Latinoamérica y el mundo no nos duele, situándonos por debajo de Nigeria, el Congo y Haití, separados  de la imagen latinoamericana por la semejanza con los países africanos más pobres del mundo, no es suficiente para promover la unidad en torno a coincidencias que demuestren la potencia de la oposición democrática, entonces estamos perdido por indolencia, soberbia y ceguera. 

Al liderazgo no le queda más remedio que decidir porque todo nos duele y “lo que más nos duele cada día empeora más”.

 

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