OPINIÓN

Lo que hay que hacer en Venezuela

por Leocenis García Leocenis García

En 2.000 años de historia, no hay un solo ejemplo en que los controles de precios y salarios hayan tenido eficacia para controlar la inflación. Lo que hacen es impedir que el sistema de precios funcione. Y entonces, crean colas, mercados negros, distorsiones. No tengo necesidad de contarles sobre esto a los venezolanos, conocen muy bien la historia.

Entonces, de lo que se trata es de una necesidad real de reducir el tamaño, ámbito y función del gobierno y aumentar, mejorar y fortalecer el mercado libre, la empresa privada y la economía fundada en ellos. Venezuela tomó el camino contrario a dar un énfasis mayor a la libre empresa, a la iniciativa privada y a la cooperación voluntaria, y tomó el atajo de dar preferencia al criterio de que si aparece algún problema, el gobierno lo resolverá, que el gobierno dará subsidios y hay que confiar en el gobierno como el pueblo de Israel en Yaveth de los ejércitos.

Esa filosofía consiste en confiar que el gobierno hará el bien con el dinero ajeno. ¿Quién es tan prudente gastando el dinero ajeno? ¿Acaso no es más prudente cuando el dinero es suyo? La única forma de fortalecer el mercado libre y la empresa privada es reduciendo al gobierno, transfiriendo actividad al sector privado, reconociendo obstáculos y eliminando subsidios. Venezuela es una mujer enferma. Y una mujer enferma no puede recuperarse sin costo. Si una mujer está grave, y ese es el caso de Venezuela, al ser operada caerá en una desaceleración, para luego volver a caminar. Ahora, si sigue en sus abusos, morirá. El fin de la crisis, el cambio de modelo, no será logrado sin costos.

Es muy poco lo que se puede hacer con un modelo estatista interventor para atraer inversiones extranjeras. Debe haber un periodo de transición complejo, lo otro es engañarse. Es creer que uno a un vecino puede invitarlo a tomarse un café en casa mientras le enseña un bate de beisbol y amenaza con golpearlo. Una vez que el país dé las señales correctas, que indiquen que Venezuela es un lugar seguro para invertir, los inversionistas aparecerán.

Los proteccionismos no ayudarán a resolver los males, los empeorarán. Yo pienso que es difícil hacerles entender a las personas que convertir una cosa en una obligación gubernamental no mejora necesariamente a esa cosa. Por ejemplo, el tema de la seguridad social, pensiones y jubilaciones en Venezuela lleva casi 60 años siendo un desastre, pero nadie parece entender que como otras áreas, si esto se dejara en manos privadas, para que empleados y empleadores, convengan los beneficios de salud, en la forma que lo desea, mejorará.

Los venezolanos somos hoy muy conscientes de la seriedad de los problemas que como país enfrentamos. Todos tenemos claro que el futuro inmediato va a ser muy difícil, debemos decidir si aliviaremos la fiebre con un tratamiento intenso o si lo haremos con paños calientes. Tenemos un problema político y un problema económico. El político lo he explicado de manera bastante insistente, el estatismo, y el económico, como dije, es el inflacionario que está estrechamente ligado a la promoción de un mercado libre. Cuanto más se fortalezca un mercado libre, menores serán los costos de acabar con la inflación.

Hace poco, en Telesur, un canal de propaganda de la izquierda latinoamericana, transmitió una entrevista de Jorge Gestoso a la expresidenta Dilma Rousseff depuesta de su cargo al frente de Brasil en 2016, por un juicio político. Dilma, una izquierdista del llamado Partido  de los Trabajadores, decía que gobiernos de izquierda en todo el continente habían aumentado los salarios y distribuido el ingreso, mientras que países en las economías de libre mercado, invariablemente tenían sueldos parecidos desde hacía 10 años. Aunque el análisis de Dilma estaba repleto de embustes, era increíble que comparara las economías estatistas donde la inflación llegaba hasta 50% con economías en las cuales la inflación no llegaba a 3%, por tanto, por más aumentos que hicieran los populistas en América Latina era preferible vivir en países donde el salario fuera real y no estuviese sometido a los vaivenes de la inflación.

Hay que estar claros que en el caso venezolano el fortalecimiento del libre mercado no terminará con la inflación per se, como tampoco terminar con la inflación derivará automáticamente en un vigoroso sistema de libre mercado. La causa de la inflación en Venezuela es evidente: el enorme gasto público. Este impuesto encubierto de la inflación genera un enorme daño al inducir a las personas a dedicar un esfuerzo a limitar su posesión de dinero en efectivo. Existe solo una manera de terminar drásticamente con la inflación, consiste en reducir de un día para otro, violentamente, el incremento en la tasa de dinero. Apagar la máquina de impresión. Y el otro paso para lograr la disminución de la tasa de incremento en la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal. Por regla económica, el déficit fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los impulsos o endeudarse.

Yo escogería  la vía de disminuir el gasto público. Esto afectará inicialmente a los empleados públicos. La disminución del déficit fiscal es un requisito indispensable para terminar con la inflación. Venezuela durante décadas mantiene una inflación entre 20% y 50%, la cual ameritaba una política gradual de eliminación de gasto, que jamás se hizo. Pero después del chavismo, con el que la inflación llegó a 700%, una eliminación gradual no tiene ningún sentido. Las cosas hay que hacerlas violentamente. Drásticamente.

No existe ninguna manera de eliminar la inflación que no involucra un periodo de severa dificultad. Sin embargo, Venezuela enfrenta una elección entre un periodo largo de desempleo y hambre, si no cambia el modelo, y el de un periodo breve de recesión al tomar las medidas correctas y cambia el modelo. Ese modelo de shock debe pasar por el compromiso de reducir en 35% los gastos del gobierno, liberar el dólar de manera transparente (a la fecha de escribir esto lleva 13 años con un control de cambio), recurrir a un endeudamiento externo para invertir en tecnología e información, y un compromiso público del gobierno de que después de seis meses comenzados los ajustes, no financiarán gasto alguno a través de la emisión de dinero; así como la eliminación de la mayor cantidad de obstáculos.

También se deben eliminar los obstáculos a la creación de nuevas instituciones financieras. Así mismo, eliminar la mayor cantidad posible de controles sobre los precios y salarios. El control de precios y salarios no sirve para eliminar la inflación. Ningún obstáculo, ningún subsidio; ese debe ser el espíritu de la nueva Venezuela. Cuando se habla de los daños que las medidas liberales pueden traer, quisiera responder de la manera más honesta y clara: El despido de empleados públicos no reducirá la producción (hoy no producimos nada con una burocracia que llega a 4,5 millones de personas), sino que simplemente eliminará gasto. Esos despidos no significarán la producción de un pan o un par de zapatos menos.

Un programa así de cruento, podría eliminar la inflación en seis meses, y sentaría las bases necesarias para lograr la solución del problema fundamental del país, la promoción de una economía libre de mercado. La eliminación de la inflación llevará a una rápida expansión del mercado de capitales, lo cual facilitará en gran medida la privatización de empresas y actividades que aún se encuentran en manos del Estado. Venezuela debe dirigirse a la liberalización del comercio a una velocidad y en una extensión mayor al de hoy. El mayor error de nuestro país fue concebir el Estado como el solucionador mágico de los problemas, creer que es posible administrar bien el dinero ajeno. Si Venezuela toma el camino correcto, despegará a un crecimiento económico sostenido que proveerá una ampliamente compartida prosperidad. Pero antes Venezuela deberá pasar por un periodo tortuoso de transición.

Me ha tocado analizar, estudiar profundamente la decisión trazada por Pinochet en Chile y por Margareth Thatcher  en Reino Unido, en sus respectivos gobiernos. Y a la reflexión que llego es que una economía liberal es la mejor receta para que el progreso llegue rápidamente a la inmensa mayoría de las personas, especialmente alivianando a las más pobres. Nosotros somos hoy una muestra que la revolución de las armas y las ideologías totalitarias solo traen pobreza y miseria, y que la revolución de las personas con su creatividad y su libertad, es la única revolución que proporciona bienestar social.

Es el libre mercado, son las  ideas de una sociedad libre, las que cambiaron a Chile y el Reino Unido. Lo otro, esa moda populista de la izquierda, es quienes usan el Estado para imponer por la fuerza sus ideas y un modelo destructor. Los populistas consiguen el poder, clamando libertad política, y una vez en el gobierno van contra la libertad económica. Ahí está la crisis de Europa que sella el fracaso de los llamados modelos de Estado de bienestar. La manera de dotar al país de libertad verdadera es permitirle libertad política y económica. Así se permitirá el crecimiento y progreso. Poner límites al poder del Estado y quitárselos a la capacidad inmoral del ser