OPINIÓN

Lo que el viento revolucionario se llevó y lo que viene

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

Sin incendiar Atlantas locales (como aquella estadounidense que el 15 de noviembre de 1864 el general William Sherman incendió de punta a punta, preludio de su destructiva marcha hacia el mar) ni grandes batallas, simplemente barriendo la historia, afanes, errores, sueños venezolanos con escoba y cepillo duro de una revolución diseñada para prometer y ejecutada para reprimir. Una ideología que es mezcla irrelevante de pensamientos superados por la práctica desde hace décadas; estilo de gobierno y conducción que ha tenido la eficiencia perversa de acabar con sus propios ejecutores como la Unión Soviética de Stalin, la China de Mao, la Rumania de Ceausescu, la Cuba de Fidel Castro y ahora, justo cuando el mundo entero avanza con mayor o menor lentitud hacia el capitalismo, no como imperialismo sino con intercambios comerciales, sale la ignorante insurgencia comunista, socialista e izquierdista venezolana a querer darle vuelta a todo, rodeada y apuntalada por los peores.

Hay que reconocerles cierta capacidad, al menos intuitiva y, sin duda, persistente. Hundir a una de las industrias petroleras más grandes y consolidadas del mundo, no es tarea fácil. El castrochavismo, seguido del castrismo madurista, lo ha logrado a plenitud, reconocidos expertos en desolaciones. Esfumaron moral y luces como primeras necesidades que clamó Simón Bolívar, en Angostura, 1819. Liquidaron la educación, rezagaron avances en las telecomunicaciones, apagaron ciudades que impulsan progreso, arruinaron industrias convirtiéndolas en chatarra, cegaron luminarias y talentos que dan orgullo en otras latitudes. Cercenaron libertades y marchitaron generaciones; sin duda, son empeños que solo grandes incompetencias logran. Tampoco es fácil, pero sí motivador, robarse el dinero destinado para esos y otros desarrollos, asaltar inmisericordes el tesoro público mientras venezolanos mueren por hambre y falta de medicinas. Pero si hay quien da hasta lo más íntimo por un puñado de dólares, imagínense cuánta conciencia y moral puede sacrificarse ante el altar de miles de millones. Y ahora, los muy sinvergüenzas buscan desesperados impunidad.

Han generado un denso ventarrón que se llevó por delante principios, ética, buenas costumbres ciudadanas, hábitos e instituciones que seguían siendo débiles, pero existían, funcionaban. Sin embargo, nada es eterno, y la fuerza del vendaval comienza a disminuir, va pasando de viento fuerte a brisa seca; pocos muros les quedan por derribar y en cambio fracasó contra las murallas de la democracia y libertad levantadas por modestos, pero empeñosos albañiles de la forma de ser de los venezolanos, honrando venezolanidad.

Trató el crecientemente disminuido huracán comunista derribar barreras y, para su desconcierto, fracasó, por lo cual optó por diluirse entre polvorientos caminos abiertos, campos sobre los cuales solo quedan escombros de hambre, miseria, enfermedades y muerte, hasta la furia sangrienta reprimida por guardianes del desierto rojo.

Pero en esta caja de Pandora nacional, la esperanza sigue allí, en el fondo, no se rinde, atiborrada de coraje, dispuesta a volar. A los pájaros no los distrae el viento.