El impacto de la crisis sobre todos los venezolanos es brutal. Estamos sumidos en una emergencia humanitaria compleja producto del modelo destructivo del régimen, que en su negativa a dejar el poder ha implementado un Estado victimario. Las medidas que toma en lo político, económico y social intensifican la grave situación del país y mantienen a la ciudadanía en una situación de orfandad institucional, colapso y caos. Desde el Estado se generan violaciones masivas de los derechos humanos y se implementan sistemas de control y chantaje sobre la población.
Desde el Movimiento Caracas Mi Convive hemos venido abordando esta situación desde los problemas de la violencia y la crisis alimentaria, con acciones como la Red de Atención a la Víctima, Monitor de Víctimas y Alimenta la Solidaridad. Nuestro enfoque ha tenido como centro a las personas, sobre modelos de empoderamiento de las comunidades, construcción de una nueva convivencia y organización, así como la articulación de individuos, comunidades, liderazgos locales, organizaciones y grupos de la sociedad civil.
Nuestra visión de trabajo social y político busca superar las taras clientelares, de dependencia y asistencialismo que han contribuido a llevarnos a la tragedia que hoy padecemos. Pero, sobre todo, nuestra brújula ha sido el bienestar de las personas, en acciones y propuestas que conviertan a la gente en los protagonistas de los procesos de cambio que den alivio y aporten herramientas a la solución de los problemas que los afectan directamente.
Esta visión ha tenido un eje fundamental en la creación de vínculos que se establecen entre todos los integrantes del proyecto. Todos los involucrados, desde quienes participan en los programas, pasando por proveedores, voluntarios y grupos de apoyo, hasta donantes y aliados, tenemos en la vinculación con el otro, en el encuentro y el establecimiento de lazos convivenciales, un eje unificador que impulsa nuestros esfuerzos y permite nuestros logros.
Todos los integrantes de Alimenta la Solidaridad, por ejemplo, hacen frente diariamente a los graves problemas del colapso de servicios básicos, inseguridad y brutal crisis hiperinflacionaria, conscientes de que para la mayoría de los más de 12.000 niños que componen el programa en la actualidad en todo el país, ese almuerzo puede constituir la única comida del día. No abrir el comedor, interrumpir el acceso a insumos o restringir el acceso a los alimentos, no son opciones. Nuestro compromiso humano y personal nos impulsa a mantener y sostener los esfuerzos, así como a superarlos para llegar a más personas.
Sabemos que, sin un cambio político, la terrible coyuntura que estamos atravesando se extenderá en el tiempo, con un costo humano intolerable que se expresa en vidas perdidas, familias fragmentadas, niños y jóvenes a los que se les cercena el futuro. Esto es inaceptable y nuestra indignación debe materializarse en acciones concretas de solidaridad, de apoyo, de articulación y vinculación, que tengan como foco las víctimas del Estado criminal y la crisis que este fustiga.
El cambio político solo puede darse desde el encuentro de todos. Ese encuentro es posible no desde intereses particulares, sectarismos e ideologías, sino desde la priorización de la persona como centro y motor de las acciones políticas y sociales. Lo primero es la gente: no importan los errores o dificultades que se sucedan en el camino, si el bienestar de las personas –nuestra familia, nuestros vecinos, nuestra comunidad, nuestros conciudadanos–son el norte, estaremos en la vía correcta. Nuestras victorias serán cotidianas, plenas y duraderas.
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