OPINIÓN

Lo peor de nuestra historia contemporánea

por Abraham Gómez Abraham Gómez

Comienzan a despejarse las dudas. Ya no quedan sospechas. A partir de ahora, se acelerará y acentuará el derrumbamiento político en todos los intersticios de lo que aún denominan “Proceso”; entelequia dañina pronunciada con menos fuerza. De ingrata recordación

Ellos lo saben; por cuanto, la comunidad internacional ya los tiene retratados a cuerpo entero. No se necesitan más diagnósticos para conocer –con certeza—lo que realmente son; por eso, hay una intuición que capta en la masa roja la cercanía del descalabro.

Los copartidarios lo perciben e intentan darse ánimos unos con otros.

Resulta que se han convertido en los más interesados en concretar, con prontitud, el Acuerdo de Salvación Nacional que estructuró y propuso el Ing. Juan Guaidó, en su condición de líder de la verdadera oposición venezolana. Idea de reivindicación ampliamente acogida por los países y gobiernos democráticos del mundo.

Sin embargo, estamos obligados a señalarles -a quienes han estado por más de veinte años conculcando derechos y atropellando a todo un pueblo- que la voluntad de su “presunta rectificación” no basta ante la realidad que los acusa y acecha.

La principal característica de la histeria colectiva que exhiben viene dada por el desconcierto patológico que manifiesta un gran número de comilitantes del régimen. Preste usted atención para que capte que hasta los más recalcitrantes ortodoxos del inefable “socialismo” transpiran los quejidos.

Hubo un momento en que parecían invencibles, y a la otra parte de la sociedad; dígase quienes asumimos desde siempre la libertad y la democracia en tanto Principio existencial: antagónica de sus indigestiones ideológicas, nos estuvieron considerando   escuálidos y guarimberos.

Cómo olvidar que fuimos sometidos a las más abyectas de las humillaciones quienes hemos tenido la legítima y natural actitud de adversar las posiciones oficialistas, no por ultrancismo – que jamás hemos practicado– sino por avizorar el fraude en las ejecutorias de las desacertadas políticas públicas, en las que nos han pretendido encallejonar este hatajo (con h) de hitlerianos tropicales.

¿A cuál socialismo se referían cuando hablaban de socialismo? ¿Qué   transformación dicen que estaban haciendo?  ¿Cuál sociedad ideal tenían para que la hiciéramos réplica en nuestras especificidades?

Nada serio había en sus pobrísimos discursos cuando nos plantearon hasta la obstinación que iríamos a un mundo mejor, parecido a Cuba, China o Corea.

Los “planificadores” del gobierno asomaban, como mascarón de proa inflexibilidades en las decisiones. Nunca aceptaron justificadas observaciones de nadie.

La inocultable ineptitud la estuvieron maquillando con arrogancia y soberbia. Fruncían el ceño para espantar las incómodas críticas bien fundamentadas. La autocrítica les resbalaba; porque se creían y se la estuvieron dando de autosuficientes.

Únicamente ellos poseían el prodigio –incompartible- de atesorar “la verdad absoluta” e incuestionable. La deleznable situación del país hoy devela la ruindad ideológica que los atraviesa.

Por eso y sólo por ellos es que estamos como estamos en las peores condiciones sociales y económicas, en la más patética inseguridad jurídica y ciudadana, en un descrédito internacional. Nos han conducido a tamaña precariedad ética y moral.

Una nación con su extraordinario potencial para el sostenible desarrollo humano integral no merece la abominación causada por parte de estos detentadores circunstanciales del poder.  Que están “pidiendo cacao”. Que quieren irse, en un sálvese quien pueda.

Ellos provocaron que en nuestro país únicamente prevaleciera, en los últimos años, la detestable militarización de los espacios naturales de la sociedad civil, con el agravante de pretender hacer tolerable tal engendro “como si” se tratara de una circunstancia normal y rutinaria.  Siempre aspiraron que, a fuerza de marchas, persecuciones, juicios amañados la sociedad civil y democrática se tragara la militarización.

Ya hay suficientes evidencias de la abominación que causan los regímenes totalitarios-militaristas de derecha o de izquierda. Esto que dieron en llamar “socialismo,” de extraño acuñamiento ideológico, buscó arreglársela “como si” hubiera una revolución.

Más de una vez, nos sorprendimos al ver a intelectuales que creíamos densos en sus pensamientos y criterios, desempeñar la función de exégetas del régimen, para   propagar “las bondades” educativas, sociales, culturales. Cuánta desvergüenza tendrán que cargar o arrastrar, en lo sucesivo.

La acumulación incontenible e insoportable de errores y desaciertos en todos los ámbitos, sectores y áreas ubica al actual régimen como el peor de la historia contemporánea de Venezuela. Estamos considerados, por la irresponsabilidad e ineptitud de estos facinerosos el país más miserable de la tierra.  Las expectativas levantadas de justicia social y reivindicación de los pobres constituyen en la actualidad un inmenso fraude.