En la medida en que el tiempo avanza, crece la crítica de los expertos en los temas de endeudamiento público sobre las prácticas de financiamiento de China a terceros países. Pero el asunto no solo genera inquietudes a los expertos. Entidades como el FMI alertan a la globalidad sobre la manipulación de la información que proviene del Banco Central de China y sobre la opacidad de todo el portafolio global de la gran nación. La inexistencia de data fiable o la deliberada política de desinformación en esta materia de las autoridades chinas y de su Banco Central pudieran estar configurando el ambiente propicio para que se genere una nueva crisis de deuda planetaria.
Desde poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial y hasta hace 5 años el Estado chino y las empresas filiales prestaron 1,5 trillones de dólares a cerca de 150 países, buena parte de lo cual no fue dado a conocer a la colectividad financiera. Un análisis de Harvard Business Review anterior a la pandemia de covid, en una entrega titulada «¿Cuánto dinero le debe el mundo a China?» informaba que 50% de los préstamos a países en desarrollo no eran reportados.
Igualmente, hace un año ya el canciller de Alemania, Olaf Scholz, aseguraba que pudiera estarse fraguando un colapso de magnitud en los países del sur por los préstamos acordados por China, país que no parece tener una vista clara del conjunto de actores implicados. El tamaño de las deudas de estos países con China la convierte en el prestamista de mayor peso relativo en el planeta al mantener concentrado un volumen de empréstitos mayor que el de todos los restantes financistas reunidos, léase FMI, Banco Mundial o todos los países financistas d la OCDE.
Pero el problema no es solo la existencia de cifras superlativas de “deudas escondidas”, entendiéndose por ello tanto los montos como las condiciones de los colosales préstamos concedidos. Si salimos de la órbita de los países menos favorecidos la situación no es menos preocupante. China detenta hoy acreencias equivalentes al 5% del PIB mundial cuyas condiciones son igualmente opacas y cuya data está totalmente fuera del radar de los órganos que estudian el tema de los riesgos financieros para garantizar estabilidad al planeta. El caso es que cualquier análisis de riegos de fuentes públicas o incluso privadas para orientar nuevos endeudamientos necesita imperiosamente de data fiable y, además, completa.
La incapacidad de pago de los detentores de deuda china, por otra parte, le quita el sueño a cualquiera, por demás. Un muy reciente trabajo del Banco Mundial con la firma de Carmen Reinhart aseguraba que 60% de los créditos acordados por Pekín al extranjero se encuentran bajo la amenaza de un default. De hecho, la pandemia y el siguiente aumento de las tasas de interés han colocado a los países emergentes y en desarrollo en situación comprometida, al punto de que en 2020 y 2021 le tocó a Pekín otorgar préstamos de rescate por un valor total de 240.000 millones de dólares a fin de preservar la liquidez de los deudores y proteger a sus propios bancos. Desde entonces la situación solo ha ido a peor.