2023 fue el año en que el vimos morir, un poco, al cine de súper héroes, despedirse cuestionado por los mismos fanáticos que lo encumbraron y sobrevaloraron.
Entre lo peor figuran sus múltiples deslices e intentos vanos por acaparar nuestra atención, con técnicas que tuvieron que abandonarse antes.
Pero ningún género quiere retirarse, sin dar una pelea.
Por eso las únicas películas de la tendencia que recordaremos serán Guardianes de la Galaxia 3 y Spider Man into the Spiderverse.
De resto, no vale la pena incluirlas en el balance positivo del 2023, sino como evidencias de la necesaria reestructuración que acometerán Marvel y DC en pos de conservar su negocio de las propiedades intelectuales.
En tal sentido, también resultaron afectados dos esquemas agotados: la franquicia explotada más de la cuenta (caso de Indiana Jones 5) y el filón del Live Action (Sirenita y Pinocho), sobre todo cuando lo animan intereses de forzamiento woke, en adaptaciones de la corrección política.
Puede que el asunto funcione como lavado de imagen de compañías, que requieren de una narrativa progre, para apaciguar los ánimos dentro de sus estructuras burocráticas y clientelares.
Pero la verdad, el público rechaza el producto y lo condena con sus críticas en redes sociales.
De modo que es una estrategia de comunicación que no está generando buen karma.
Por ello la industria se abraza a los éxitos de títulos “originales”, o al menos diferenciados, como Súper Mario, Barbie, Oppenheimer y Sonidos de libertad, para oxigenar su oferta de cara al futuro.
Por igual, el regreso de autores como Scorsese, Anderson, Fincher y Coppola, extiende la huella de una independencia anhelada, hoy estimulada por plataformas como Amazon y A24, en luna de miel con el espectador.
Fuera del mercado de Hollywood, siguen ocurriendo fenómenos aún más retadores e interesantes para el devenir del séptimo arte.
Mencionaré solo algunos de los principales: el asentamiento de una vanguardia femenina que arrasa en festivales y listas (Anatomía de una caída y Trenque Lauquen), la diversidad que aportan las plataformas de streaming con sus infinitas posibilidades de acceso y curaduría (Filmin, HBO y Netflix), el desarrollo del lenguaje animado y documental, la consolidación del idioma de las series, las innumerables disrupciones que destacamos en las periferias del mundo (Perú, Bolivia y Venezuela como nuevas canteras de LATAM), y la vitalidad que siempre refrendan los mercados internacionales de Europa, Asia, África, Oceanía, México, Chile y Argentina.
Cada tema inspiraría un artículo por separado, pero por cuestiones de espacio me limito a exponerlos, a fin de que ustedes hagan la investigación pertinente.
Les diré que fue, particularmente, el año en que más trabajé como jurado, reportero y curador de festivales.
Ahí nos sorprendimos por la calidad de las generaciones emergentes de Lima, Caracas y La Paz.
Sí hay relevo y es impresionante hacia donde nos lleva el cine menos concentrado por las agregadoras convencionales.
Hablando con los colegas, señalan que el gran problema es la dificultad para acceder a un mercado dominado por el mainstream y los monopolios de costumbre.
Así que todavía hay batallas y lugares por reconquistar.
De igual manera, el formato breve de los cortometrajes, permite a los chicos probarse y competir en certámenes alternativos.
El tema es que nadie los ve.
Se reclama gestión y acción.
Pronto les hablaré del caso específico de Venezuela.
Pero el cine de 2023 me ha dejado satisfecho y esperanzado de haber superado las coyunturas del covid, con dignidad, creatividad y optimismo.
Los jóvenes desean contarse, narrarse y afirmar sus identidades.
Los veteranos continúan evolucionando y proponiendo.
Si una idea articula al cine del año, es la del recambio y la transición, un gesto de movilidad que es resiliente, crítico y resistente.