Sería interminable la lista de daños ocasionados por la hegemonía a la nación, tanto por dolo como por incuria, en todos los órdenes imaginables.
Tanto es así que se puede hablar del siglo perdido. El siglo XXI ha sido una pérdida para la patria. Y este es el daño más gravoso.
Durante un cuarto de siglo se ha malbaratado una gran posibilidad de impulsar el desarrollo. Una posibilidad que quizá no vuelva a existir.
Sobre las ruinas se ha levantado una hegemonía despótica y depredadora, de varios colores políticos y económicos. El siglo seguirá perdido mientras se mantenga el poder establecido.
Y el siglo XXI ha sido uno perdido, no porque haya habido retroceso. No. Es porque se caído en un abismo que no parece tener fondo.
Hay que aprovechar las iniciativas y fortalecer el liderazgo de quienes tienen un compromiso probado para superar la tragedia. No hacerlo también sería parte de lo más gravoso.
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