Tras 23 años en el gobierno de Venezuela, el chavismo logró un grado de cohesión interna suficiente para concentrar fuerzas en torno al liderazgo que Hugo Chávez legó a Nicolás Maduro. Asimismo, se granjeó la lealtad de las Fuerzas Armadas, a través de su incorporación a la gestión gubernamental y perfeccionó los métodos de control sociopolítico de la población, neutralizando la independencia de las instituciones del Estado.
Para los diversos análisis: “A partir de su derrota en las elecciones parlamentarias de 2015, los estrategas del chavismo fueron conscientes de que habían perdido su hegemonía política y eran necesarios cambios en su estrategia de control social para conservar su base de apoyo. Esta nueva estrategia se fundamentó en el perfeccionamiento de los mecanismos de clientelismo político, tales como los programas sociales de subsidio al consumo y el carnet de la patria, un documento de identidad paralelo creado en 2017, indispensable para acceder a ciertas ayudas económicas”.
Para el análisis lógico de contexto Venezuela hay que deslizarse por las siguientes variables: la crisis económica, política, social, humanitaria… configuradas con calificaciones cuantitativas muy negativas en la opinión de millones de venezolanos, valoraciones nada esperanzadoras para la trascendencia del legado del extinto comandante Hugo Chávez. La gente se cansó de esperar por una quimérica revolución bonita o redentora, que tuvo muchos dólares y puso a idealizar a los invisibles. Pero la revolución bolivariana llegó a su momento más complejo como gestión, cuando 80% de los venezolanos apoya un proceso de transición política.
No obstante, el significativo reconocimiento internacional de la presidencia de Juan Guaidó no cambió la realidad de que Maduro controla el país, todas las instituciones públicas del Estado venezolano, las fuerzas armadas y los recursos económicos. El estado actual del país debe convocar a la oposición a hacer un esfuerzo realista para reconfigurar la vía que conduzca hacia el cambio político. La verdad, de nada ayuda a la oposición sobrestimar el nivel de apoyo mayoritario que ha podido conseguir por los desaciertos del proyecto bolivariano, ni emocionarse por la relevancia que tiene el apoyo internacional que logró reunir.
En este momento histórico, Nicolás Maduro renunció a entender la etimología de la palabra crisis y sus peligrosas consecuencias. Sus actuaciones apuntan hacia la antilógica, transformándose en el arquetipo del antilíder autoritario. Lo más grave es que liquidó los “ideales de la espada de Bolívar” y el “neosocialismo liberador” que intentó imponer con narrativas el presidente Chávez.
Vivimos tiempos muy difíciles por la dinámica situacional preelectoral / presidencial 2024, pero dentro de toda la complejidad se revela que Maduro camina por el escenario ganar-ganar / perder-perder. Pero, la oposición venezolana debe comprender finalmente que no llegarán milagros desde el exterior y menos del cielo. Lo que se llama la “comunidad internacional” en realidad son países individuales que, especialmente ahora, tienen sus propios problemas económicos y sociales en los que se están enfocando. Se puede poner en duda que vayan a asumir grandes riesgos para resolver inmediatamente el conflicto político preelectoral que transita el país.
Las diversas crisis están haciendo un daño profundo a corto, mediano y largo plazo a los venezolanos. Es hora de activar los esfuerzos unitarios con el fin de detener el deterioro y generar acuerdos prácticos para la recuperación de Venezuela. La arrogancia de Maduro al dialogar/negociar a su manera una salida democrática hace que tenga poca credibilidad, los principales voceros del madurismo son interpelados rudamente con severas sanciones económicas, señalamientos de corrupción, violaciones de los derechos humanos y restricciones de visas por parte del mundo democrático y otros mecanismos de presión.
En contradicción con los efectos de las crisis, Maduro está haciendo arriesgadas jugadas para su permanencia en el poder, mientras pasan las horas y los días, el escenario de perder-perder es potenciado por su actitud de aferrarse obstinadamente a no salir de Miraflores. Correr contra el viento por supuesto trae consecuencias devastadoras para el futuro inmediato de la sobrevivencia del proyecto político chavista/madurista y sus principales líderes bolivarianos. Ya el daño está hecho.
La población venezolana está, de una forma u otra, controlada por el gobierno. Una forma de ejercer este control ha sido maniatando la participación política. Para ello se han servido de las instituciones y órganos de seguridad del Estado, que actúan con total arbitrariedad. La oposición tiene que cuidar su credibilidad en la percepción de la mayoría al aparecer como que finalmente la solución a los problemas del país depende directamente de una intervención humanitaria/extranjera. Lo que tiene verdadera significación es comprender que en unidad o unión, llegó el momento de ganar la oposición.
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Marcos Hernández López presidente Hercon Consultores