- La entrevista entre Guaidó y María Corina ha tenido efectos sísmicos en un escenario político a ratos petrificado en medio de la catástrofe en marcha. Hubo una reunión en la que, debido a las posiciones públicas de Guaidó la probabilidad de acuerdo era baja aunque no descartable. De allí la carta, que no habría sido entregada de llegar a entendimientos. Como había anunciado María Corina con antelación cuando informó de la reunión, hizo públicos sus resultados.
- Escribió y habló con claridad: no hay acuerdos. Le exigió a Guaidó que no siguiera buscando a Dios por los rincones porque él representaba el gobierno de emergencia y que no había que inventar gobiernos de emergencia adicionales; que él era responsable de desarrollarlo, no para controlar Citgo, Monómeros y Pdvsa, o las cuentas del Citibank, sino para conducir al fin de la usurpación. Por supuesto, María Corina se opuso a la consulta pretendida porque ya esa materia había sido objeto de pronunciamiento de parte de los venezolanos en elecciones, referendos, y consultas, especialmente la del 16 de julio.
- En algunos borradores andaba la idea de incorporar a la inconducente consulta la prolongación sine die del cargo de presidente interino, hasta lograr el cese de la usurpación. Idea peregrina como pocas porque esa prolongación es también la de Maduro. Por vía de la argumentación, si Maduro está en Miraflores el 6 de enero, ¿seguirá el interino como tal? Uno podría decir que sí. Si Maduro está en Miraflores en enero de 2022, ¿seguirá el interino allí? Obsérvese que el interinato es la contrapartida de Maduro en Miraflores, el uno es el otro.
- ¿Cómo se resuelve este dilema? Estratégicamente es sencillo: si Guaidó estuviese encabezando en la práctica el cese de la usurpación que prometió y abandonó por la consigna de elecciones libres (sustitución que no es inocente como lo he explicado en otros artículos), tengo o no tenga la posición de presidente interino sería reconocido como líder; de lo contrario, aunque tenga el título no será reconocido como líder, tal como lo muestra la estrepitosa caída en la opinión pública que ha experimentado.
- Los liderazgos no son títulos de nobleza que se adquieren de una vez para siempre: el líder es el que ejerce el liderazgo, el que no lo ejerce no es líder. A veces se es y a veces no se es. De tal manera que lo que el país ha apoyado es una ruta para salir del régimen; ha apoyado a Guaidó porque él representaba esa ruta; al ser percibido como alguien que cambió el objetivo muchos de sus partidarios iniciales –todos lo éramos de alguna manera–, se han desmarcado progresivamente.
- Se ha dicho que María Corina procura una invasión de las fuerzas militares de Estados Unidos. Ha sido y es falso. No se requiere ser un Kissinger o un Metternich para saber que no es políticamente viable ni posible. Estados Unidos tiene razones para sentir amenazada su seguridad nacional por el incremento del narcotráfico desde Venezuela y las vinculaciones con países y movimientos terroristas dentro de nuestro territorio; pero, no se va a empantanar con la colocación de tropas y equipos terrestres por tiempo indefinido. Lo que se plantea es que hay medidas políticas y militares, convergentes con procesos domésticos civiles y militares, que pueden obligar a la salida del régimen. Las palabras clave son convergencia, coordinación, articulación, entre la rebelión militar interna, la rebelión popular y la acción internacional con fuerzas de paz.
- El TIAR es el instrumento interamericano. Fue aprobado para el caso venezolano en la OEA en septiembre de 2019. Este tratado establece en el artículo 8 medidas como: “el retiro de los jefes de misión; la ruptura de las relaciones diplomáticas; la ruptura de las relaciones consulares; la interrupción parcial o total de las relaciones económicas, o de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, telefónicas, radiotelefónicas o radiotelegráficas, y el empleo de la fuerza armada”.
- Esa aprobación abría la puerta para las medidas militares mencionadas; sin embargo, el interinato se dedicaba desde marzo al mareo de Noruega y así, condimentado con la entrega “sí o sí” de la ayuda humanitaria, la mamarrachada del 30 de abril, los bonos 2020, y el diálogo, se enfrió el entusiasmo que había en los países. Esa tarea no es exclusiva para el embajador en la OEA que ha hecho mucho –con la cooperación abierta de María Corina– sino de Guaidó que no entendió que su función principal era promoverlo. No se trata de si los aliados quieren; no se trata de si Estados Unidos lo desea; se trata de desarrollar una activa política, encabezada por el presidente interino para lograrlo. Puede que fracase; pero lo que sí es seguro es que jamás, jamás de los jamases, la comunidad internacional irá más allá de donde la oposición democrática que quiere salir del régimen, vaya.
- Es evidente que al embajador Story y al enviado especial Elliot Abrams no les gusta la posición de María Corina, y han apoyado sistemáticamente a Leopoldo López y al propio Guaidó. No entraré en consideraciones sobre lo que esto significa, salvo en dos aspectos: María Corina y la mayoría del país han apoyado desde el 23 de enero de 2019 a Guaidó para un objetivo específico que es “el cese de la usurpación”; no ha sido ni debería ser un apoyo indefinido al margen de la política que encabece. El otro aspecto es que si Story y Abrams están en contra de los planteamientos que MCM y otros compartimos –derecho que no discutimos–, nuestro derecho y deber es intentar convencerlo. Sí ellos no quieren, procuremos que quieran. En ese país hay quienes entienden muy bien que no se les pide solo apoyo a unos venezolanos oprimidos sino una participación activa contra un régimen que es también un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos.
- La intervención de los diplomáticos de Estados Unidos en las contradicciones y debates dentro de la oposición venezolana, y su toma de partido en contra, incluso con declaraciones irrespetuosas hacia María Corina, lo que revelan son las propias contradicciones en su política exterior. No dudo que Estados Unidos es y será un aliado en la lucha democrática de Venezuela, pero será eficiente cuando supere sus propias contradicciones respecto al tema.
- Se trata entonces de una política y no de Guaidó. Si él encabeza un proyecto compartido, se apoya; si él lo desvía, se le exige rectificación; si lo abandona, otro liderazgo emergerá. Lo sorprendente es que el equipo comunicacional de Guaidó se haya ensañado en contra de MCM como lo ha hecho. Desde la sibilina nota que dice que “se apartó de la unidad”, falacia de quienes han secuestrado “la unidad”; hasta la bobería de que ella no ha hecho en 20 años lo que Guaidó en 17 de los meses como interino, como si MCM hubiese sido la Presidente. Algunos de los ataques han venido, por cierto, de lo más descalificado de ese redil.
- Todas las maquinarias, dispositivos y procesos están en marcha. Se constituye un polo que participará en el juego electoral de Maduro; otro que plantea la salida del régimen como objetivo no intercambiable; en ambos decantará la opinión pública en esta fase ultraenredada de la marcha hacia la libertad.
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