OPINIÓN

Llamar las cosas por su nombre 

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

El país no quiere más simulacros y acuerdos de repartición entre los mismos de siempre. Estamos claros en que la corporación criminal no cederá en su afán de permanecer en el poder al costo que sea, sin importarles el país destruido y la gente en la miseria, las instituciones y las familias desintegradas. Continúan los desplazamientos a un ritmo de 50.000 personas mensuales, hasta tanto no desmontemos el sistema de mafias.

Para abrir una nueva etapa de lucha se requiere una nueva dirección política. No podemos aceptar que se le siga lavando la cara al régimen; los que cohabitan con él son también criminales. Lo de México no es una negociación, sino un acuerdo de convivencia con las mafias; no es un llamado a la lucha sino a la claudicación. El desmontaje de la presión para sentarse no favorece a la libertad, las condiciones para la salida se crean aumentando la presión, no desmontándola.

Deploramos las inconsistencias de la administración Biden, al admitir la posibilidad de quitar las sanciones a criminales con juicios y pruebas rodando en los tribunales. Es una mala señal que muestra signos de debilidad y retroceso en su apoyo a la lucha por la libertad y la alternabilidad democrática en Venezuela. Con tales devaneos, en lugar de enfrentar al secuestrador de la soberanía popular, le brindan reconocimiento a criminales que inundan de cocaína a la juventud norteamericana, para debilitar a la primera democracia del mundo. El zigzagueo inconsistente de los demócratas los llevará a perder Florida.

El desiderátum de libertad está intacto en quienes no hemos declinado en la difícil y larga lucha de sacar al régimen de facto del poder. Nos robaron la representación, por eso apostamos a una nueva conducción política elegida popularmente, sin la participación del tramposo e ilegitimo CNE, que sea capaz de cumplir con el mandato de acumular la necesaria fuerza interna y foránea, para ponerle fin a la tiranía, que perdió la conexión con la gente y presenta enormes vulnerabilidades. Sin resolver el problema político no se podrán corregir los de índole económico, social, familiar y existencial. Los derrotados son quienes se entregan y llaman a cohabitar, generando incertidumbre e incomprensión. Nada se ha normalizado, sino la mentira con sus terribles consecuencias en la prevalencia de  la miseria y servidumbre, que inhiben la autonomía de la voluntad. El vacío de la vieja política es laberíntico: proclama que no hay nada que hacer hasta unas supuestas elecciones, sin condiciones, para 2024. Quienes nos robaron la representación no son capaces de convocar ni a sus propias sombras.

Lacava la ha cargado contra los defensores de los derechos humanos, como la institución de primer nivel que constituye Provea, por el tema protuberante de las ejecuciones extrajudiciales, que no se puede tapar, sino con la ignominia de la justicia torcida de los tribunales cooptados por el PSUV.

Primero lo primero: una nueva dirección política elegida, limpiamente, por la gente. La credibilidad y la confianza serán esenciales para esta nueva etapa.

¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!