La que otorga placer intelectual y sensorial a sus adictos amantes también puede ofrecer  llaves que abren puertas de laberintos políticos.

“Con la Iglesia hemos topado Sancho”, murmura el Quijote para resumir la fusión de su rencor y miedo represados como una cápsula en  su espíritu ante la Inquisición que torturó a Cervantes y a miles de vigilados gran parte de sus vidas, en el caso del escritor, obligándolo a ejercer el empleo más odiado durante la Edad Media, el de cobrador de impuestos monárquicos, labor considerada pecaminosa usura y por eso mismo castigó al autor por ser sospechoso descendiente de judíos conversos al cristianismo.

Durante el siglo XX surgió una extensa galería novelística latinoamericana de alto calibre literario que desde personales estilos o de moda y diversas ópticas ideológicas retrató a un ciclo de dictadores del pasado y su presente configurando un panorama continental sobre este sistema autoritario que salvo contados y breves lapsos democráticos define al  militarista modo de gobernar, en muchas ocasiones ejercido por mandatarios de ropaje  civil, resultando en regímenes caudillistas castradores de la libertad individual y el progreso colectivo. Canaima (1935) del venezolano Rómulo Gallegos, El Señor Presidente (1945) del guatemalteco Miguel Angel Asturias, El discurso del método (74) del cubano-francés Alejo Carpentier, El otoño del patriarca (75) del colombiano Gabriel García Márquez, La fiesta del Chivo (2000) del peruano Mario Vargas Llosa. Los une su narrativa de episodios factuales que muestran la dinámica centrada en crueles acciones dictatoriales.

Hay una obra maestra de este género porque taladra con profundidad la trayectoria biográfica, el temperamento y carácter íntimos de quien dicta gobernanzas   voluntariamente o como resultado de una elección popular siempre acompañado de sectores empresariales, culturales y políticos en una sociedad que concluye tolerando el poder absoluto. Es Yo el Supremo (1983) del paraguayo Augusto Roa Bastos, perseguido  por el culto abogado revolucionario doctor José Rodríguez de Francia, autoproclamado “dictador perpetuo” durante 25 años. Publicada durante el exilio del escritor en Argentina combina las voces de victimario y víctima en  formato de cronovela, mezcla de historia, crónica, autobiografía, ficción, ensayo, hondo análisis de la psicopatía dictatorial. Ediciones Cátedra la publica en especial reedición (España, 2022) con académica, crítica  introducción y bibliografía, labor encomiable de  Milagros Ezquerro, profesora titular en la Universidad A Coruña. Imprescindible volumen de cabecera para tantos gobernantes populistas que  acaso han leído solo viejas páginas de libretos telefónicos, hoy de aplicaciones cibernéticas.

Así se llega con dolor a la caverna infernal venezolana, bajo narcodictadura del totalitario Estado castrochavista. Reveladora es la literatura detectivesca de larga tradición con firmas entre otras de Edgar Allan Poe, Dashiell Hammett y Agatha Christie porque nos obsequia su potente linterna repleta de claves que radiografían el ADN motivador de conductas delictivas por parte de líderes civiles iniciados como disidentes, incluso llegaron a candidatos presidenciales triunfadores y no supieron luchar contra fraudes ni cumplir sus  ofertas por lo que sus votantes ahora los rechazan. Para sobrevivir derivan complicitados  con sus previos represores a través de turbios negociados.

Son  protagonistas de un guion  con especiales  actores -dirigencias  y funcionarios del   “enchufe”–  cuyo vaivén del  hoy los tiene como  candidato para las elecciones primarias”  pero al comprobar por sondeos que perderán la supremacía, se retiran pretextando que no hay disposición técnica ni emoción votante para ese magno evento y  de repente pactan vergonzosas alianzas para asegurar su continua figuración en cargos aunque secundarios  posiblemente bien retribuidos.

Pero ya no hay público interno ni diaspórico suficiente para sustentar ese espectáculo degradante. Sí crecen cada día cuarteles, palacios y cárteles terroristas que repiten esas funciones de farsa con el abrazo del neo-hitlerista Putin, ahora empatado con el norcoreano Kim Jung-un, el aval del islamista teócrata presidente iraní  Raisin y el reciente préstamo  del supremo jefe neo-maoísta Xi Jinping. Corrupción globalizada que durará mientras siga en su trono el zar neosovietista, criminal de guerra.

En Venezuela, los enviados por Cuba junto a los ya enchufados locales tendrán que aprender a pronunciar bien esos difíciles nombres cada vez que les toque arrodillarse para suplicar sus bendiciones, pues con o sin uniformes militares y sus medallas, a falta de riqueza nacional porque la saquearon y conservan con testaferros en la banca mundial, su tenebroso show electoralista presidencial, de cobarde y sanguinaria tiranía, debe continuar.

Pronto habrá vasta literatura con fuerte lumbre al interior de grutas donde se organizan  las narconspiraciones internacionales con estos cuervos que al final -sucede en toda revolución- se traicionan y devoran mutuamente.

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